Para los expertos en arqueología, esto representaba algo más que una simple violación administrativa. El profesor Nevzat Çevik de la Universidad Akdeniz fue contundente: "Esto no es ignorancia, es uso deliberado e incorrecto. Ni siquiera puedes colocar una silla junto a un sitio histórico registrado sin un permiso, mucho menos convertirlo en un restaurante".
La profesora Havva kan, una de las arqueólogas más reconocidas de Turquía, expresó su horror por la profanación: "Estas tumbas tienen un valor espiritual profundo. Perforar rocas sagradas para instalar electricidad es espantoso. Lamentablemente convirtieron un sitio de patrimonio cultural en un parque temático".
Mientras tanto, el Ministerio de Cultura y Turismo actuó rápidamente tras el escándalo. Birol Inceciköz, Director General de Bienes Culturales y Museos, confirmó que aunque el terreno era de propiedad privada, la tumba en sí constituía un bien arqueológico registrado, por lo que todas las modificaciones eran completamente ilegales.
La respuesta oficial
Las autoridades trataron las imágenes de redes sociales como una denuncia oficial y procedieron inmediatamente a restaurar la tumba a su estado original. Todos los muebles, instalaciones eléctricas y sistemas de calefacción fueron retirados por completo del sitio arqueológico.
El propietario del café, Halil Çakmak, intentó justificar sus acciones alegando buenas intenciones: "Solo queríamos ayudar a la economía local y al turismo". Çakmak aseguró haber solicitado permisos de uso y pagado una tarifa de compensación para algunas operaciones, aunque admitió que no específicamente para el área de la tumba.
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La tumba, en su estado original.
El caso ha servido como un recordatorio brutal de los riesgos que enfrentan los sitios arqueológicos cuando la supervisión es insuficiente. Inceciköz reveló que inspecciones anteriores habían sido eludidas porque los operadores del café removían las evidencias antes de las visitas oficiales, un patrón de comportamiento que sugiere conocimiento pleno de la ilegalidad de sus acciones.
Este ataque al patrimonio cultural no solo representa una violación legal, sino un ejemplo preocupante de cómo la comercialización descontrolada puede destruir tesoros históricos irreemplazables. La rápida respuesta de las autoridades y la indignación pública demuestran que la sociedad turca no está dispuesta a tolerar tales abusos contra su rica herencia arqueológica.