Primera semana: menos carbohidratos
Los primeros días de dieta son más importantes de lo que imaginas porque el cambio de hábitos alimentarios contribuye a depurar el organismo. Estos días vas a reducir un poco los hidratos de carbono a partir de media tarde y también en la cena. De esa forma, lograrás que tu organismo se active porque lo fuerzas a buscar la energía de las grasas.
En la primera semana la dieta es hipocalórica y aporta una cantidad "justa", aunque suficiente, de carbohidratos. Ante ella, el cuerpo quema los que toma para obtener energía (en forma de glucosa), pero también recurre a las reservas de glucógeno que hay en músculos e hígado.
Cuando esas reservas se agotan, el cuerpo busca otra manera de obtener energía. ¡Y quema más grasas! Los músculos se vacían de combustible (el glucógeno), puedes notarte algo más débil y cansada. Eso mismo hace que tu temperatura corporal baje un poco.
Se ha comprobado que la combinación de dieta baja en calorías, alimentos ricos en fibra y el ejercicio físico (moderado pero a diario) logra que pierdas más peso.
Segunda semana: menos cansada y más esbelta
Por lo general, en esta segunda semana de dieta vas a tener la pérdida más importante de peso. Siguiendo los hábitos correctos, tu organismo entiende que debe dejar de "ahorrar" calorías y se vuelve más activo.
Te sentirás menos hinchada y desaparecerá el cansancio de la primera semana. Aprovecha todo ello para seguir a rajatabla los menús y perder esos 2 kilos de rigor.
Las reservas de glucosa (glucógeno de hígado y músculos) ya están muy bajas. Por eso, el cuerpo está quemando las reservas grasas (hay cetosis).
Desaparece el cansancio: el cuerpo ya se ha adaptado y ha echado mano de la energía de las grasas.
Te puede interesar; ¿Cómo son las personas de cada signo a la hora de hacer dieta?
Junto a la grasa estás perdiendo agua, por eso debes hidratarte bien. Ocurre porque, al quemar grasas, expulsas más dióxido de carbono por los pulmones (CO2) y agua (en orina). Ya no te sientes hinchada y sí más ágil, más ligera y más vital.
Tercera semana: la más lenta
El cuerpo es sabio. Por eso, en esta tercera semana necesita entender qué está pasando y se muestra más cauto. Tienes que hacerle entender que no está siendo agredido, sino que la restricción calórica a la que le estás sometiendo le permitirá soltar un lastre que no necesita para, luego, realizar mejor todas sus funciones.
El riesgo, entre quienes no saben cómo se comporta el organismo cuando reajusta las calorías, es el abandono de la dieta.
Te puede interesar: Aseguran que hacer dieta "es una guerra perdida”
Sin embargo, y puesto que la grasa pesa menos que el agua, esa pérdida no se refleja en la báscula en este momento. Sé fiel a la propuesta y podrás avanzar.
Puede que se dé un estancamiento en el descenso de peso: estás en la fase “Meseta” y, ante la pérdida de agua que se ha dado en las semanas anteriores, tu cuerpo está intentando compensarla con una ligera retención de líquidos.
Cuarta semana: hipocalórica pero equilibrada
Lo hecho anteriormente habrá conseguido que ahora tu cuerpo esté menos hinchado. Seguramente lo notes enseguida al abrocharte una falda o al ponerte los pantalones, pero también al moverte.
Te vamos a pedir un pequeño esfuerzo de reflexión: que te preguntes a ti misma si haces las cosas con más soltura, si te cuesta menos adoptar algunas posturas y hacer algunos movimientos. Porque si no podemos hacerlo, enseguida somos conscientes de ello; y no ocurre lo mismo cuando es al revés: actuamos con el piloto automático puesto.
Con una dieta adecuada, el cuerpo acaba reaccionando a los ajustes dietéticos que implica esa propuesta. Y lo hace sin angustia ni padecimiento.
El truco no es otro que establecer un plan de alimentación, unos menús que no dejen de lado ni un solo nutriente. Haciéndolo de esa forma nos podemos permitir "el lujo" de rebajar macronutrientes que se toman en exceso.
Resultados finales
Primero, un resumen. Elabora, por escrito, una lista de todo aquello que has logrado con estos menús y haciendo un poco más de ejercicio físico. Pega la lista en la heladera, a la vista, y tendrás un magnífico recordatorio de por qué no te conviene perder las buenas costumbres en la cocina y en la mesa y seguir con el ejercicio.
Ahora, sí, pésate y mídete. Te interesa tener también muy a la vista los centímetros de volumen que has perdido y los kilos que has eliminado. Insistimos que es más importante el primer dato –los centímetros– pues, si has hecho, por ejemplo, 15 sentadillas a diario y 3 o 4 ejercicios con pesas de 0,5 o 1 kilo, tus músculos estarán en mejor forma. Es decir, pesarán más (la fibra muscular es más pesada que la grasa).
Imagina situaciones "peligrosas". Una fiesta familiar, un compromiso social, un viaje, dos o tres días sin nada que hacer. Esos momentos pueden ponerte a prueba… ¡Y tú caer en su trampa! Para evitarlo, nada mejor que prever qué harás si algo te tienta: probar un poco pero deleitarte comiéndolo muy lentamente; visualizarte con más kilos si lo comes en grandes cantidades.
Recuerda el gran secreto para adelgazar o para no volver a aumentar kilos innecesarios: continuidad en una dieta baja en calorías y una mayor actividad física.
Reacciona (pronto) ante una ganancia de peso. Engordar un kilo no tiene por qué ser transcendental o sí. Ante la duda, y para que tu organismo no vuelva a convertirse en "lento", intenta actuar y rebajarlo cuanto antes. Sin extremismos, pero ya sabes que un kilo lleva a otro kilo.