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Natalia Mazzei es mamá de Alexis, que recibió el corazón del hijo de Miriam Vega, mendocina, tras un accidente en 2012. En 2015 se conocieron y se hicieron inseparables.
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“Yo no sé explicarlo con palabras, pero sentí que tenía que encontrar a esa mamá. Necesitaba hablar con ella, decirle gracias, abrazarla”, cuenta hoy Natalia Mazzei, la mamá del receptor, desde su casa pampeana.
El destino hizo el resto. A poco de la operación, y siguiendo los protocolos del Incucai, la familia de Natalia logró contactar a la de Miriam. Primero fue un mensaje prudente, lleno de dudas y respeto. Después, el primer llamado. Más tarde, las cartas, las fotos, los audios. Y finalmente, el encuentro y una amistad entrañable.
Miriam reflexiona en diálogo con UNO: “Yo le agradezco tanto a ella que nos buscara. El saber de ellos me ayudó a poder salir adelante en un momento muy difícil que estábamos pasando. El saber de ellos nos ayudó muchísimo”.
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Matías Mazzei falleció en Mendoza 2012 y su corazón late en Alexis Palacios, que vive en La Pampa.
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“Y verlo a él, a Alexis, ya hecho todo un hombre, con un proyecto de vida realizado... Ver todo lo que él está haciendo, ver que lleva adelante lo mismo que hubiese sido mi hijo, me emociona profundamente. Mi hijo hacía deporte y el año en que falleció, terminaba en una escuela de mecánica. Él amaba los autos, los fierros, como quien dice. Soñaba con ser mecánico”, relata.
“Y bueno... Alexis hoy en día tiene su taller mecánico, como seguramente lo hubiese tenido mi hijo Matías”, repasa Miriam.
"No es mi amiga, es mi hermana", dice Natalia, la mamá del joven que recibió el corazón de Alexis
Natalia se emociona hasta las lágrimas vía WhatSapp desde Santa Rosa: “Con Miriam no tengo palabras. El agradecimiento será eterno. La amo. Nuestro encuentro con ella jamás se hubiera dado de otra manera. A tantos kilómetros de distancia, una de la otra, como madres nos unió el dolor y la alegría, la tristeza, el llanto, las risas… Me emociono. Fue todo muy cargado, de emociones encontradas: mucha tristeza, mucho llanto, pero también mucha alegría, mucha risa”, señala la mamá de Alexis, que lleva una vida completamente normal con el corazón de “Tute”.
“Desde ese día somos unidas. Nos preocupamos una por la otra, estamos en contacto permanente. Es mi amiga del alma. Es mi hermana. Tengo un hijo que comparte la sangre de su hijo”, evoca.
El temor de acercarse y recordar el dolor
Pero cuando Natalia se acercó por primera vez a la familia mendocina, tenía miedo. No quería herir, no sabía si debía hablar o guardar silencio. Pero pudo más el corazón.
“Yo no sabía cómo hacerlo. Me temblaban las manos, todo. Le escribí y lloré. Le pedí perdón si la molestaba, pero necesitaba decirle gracias. Por su hijo, por el mío, por todo”, recuerda del año en que se acercaron.
Y Miriam, en lugar de cerrarse, abrió el alma.
“Yo sentí que necesitaba hablar con ella. No para saber de su hijo y de ella. Porque quién más podía entender este vacío. Quién más podía sentir lo que yo sentía”, dice la mendocina.
A partir de ahí, construyeron una amistad entrañable, profunda, real. Una de esas amistades que no necesitan explicaciones, que no sabe de tiempos ni distancias. Que atraviesan kilómetros. Que sienten una hermandad más allá de la distancia.
Alexis Palacios, a la derecha, junto a Miriam y Jorge, los mendocinos que donaron los órganos de su hijo. A la izquierda, su papá Javier Palacios.jpg
Alexis Palacios, a la derecha, junto a Miriam y Jorge, los mendocinos que perdieron a su hijo y donaron sus órganos. A la izquierda, Javier, su papá.
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Se llaman todo el tiempo. Se mandan audios eternos. Se dan fuerzas. Se ríen y extrañan.
“A veces estoy mal, y ella me dice algo que me acomoda todo. Me hace sentir paz. ¿Sabés lo que es eso? Paz”, dice Natalia, emocionada.
Ya se visitaron varias veces. Sus familias se conocieron. Sus hijos comparten charlas y juegos. Celebran cumpleaños juntas. Se mandan regalos. Sueñan con vacaciones compartidas.
Hoy, Miriam y Natalia son amigas entrañables
Hoy, Miriam y Natalia no son sólo dos madres que se cruzaron por una donación. Son amigas entrañables. Casi familia.
“Nos decimos hermanas. Pero es más fuerte que eso. Porque nos elegimos, todos los días. Nos elegimos con lo bueno, con lo malo, con las heridas y con las risas”, dice Miriam.
Hablan de todo: de la vida, del pasado, de los otros hijos, de las ausencias. Se mandan memes, canciones, recetas. Se acompañan en lo cotidiano, pero también en lo trascendente.
La historia las desbordó y las obligó a encontrar sentido en el dolor más grande. Y lo encontraron en una amistad que nació del amor más crudo y más verdadero.
“La vida me sacó un hijo, pero me dio una hermana del alma”, repite Miriam.
"Siento que Matías está vivo", dijo Miriam“
"Matías está vivo. Lo siento en mi hijo. Pero también lo siento cuando hablo con Miriam. Él es ese lazo y el puente”, agrega Natalia.
Miriam va más allá: “Donar los órganos de mi hijo fue durísimo, pero lo volvería a hacer. Porque él salvó vidas. Y eso me sostiene”, dice.
Matías falleció en 2012. Las familias se conocieron en 2015. Hace 10 años que Natalia se animó a buscar a Miriam y con el aval de los organismos oficiales, comenzó una comunicación medida, respetuosa y sincera. El vínculo creció y lo que sucedió ya es historia.