Un descubrimiento perdido
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El lugar donde se realizó el descubrimiento.
Los fragmentos de ámbar, que miden entre 0,5 y 1 milímetro, presentan colores que van del amarillo al naranja y muestran marcas características en su superficie. Estas marcas indican el flujo de resina que ocurría cuando los árboles sufrían daños por incendios o insectos.
El científico Johann Klages, geólogo marino del Instituto Alfred Wegener, expresó: "Fue muy emocionante darnos cuenta de que, en algún momento de su historia, los siete continentes tuvieron condiciones climáticas que permitieron la supervivencia de árboles productores de resina".
El equipo encontró estos tesoros del pasado en una capa de fango de 3 metros de longitud, junto con:
- Fósiles de raíces
- Polen preservado
- Esporas antiguas
- Posibles fragmentos de corteza de árbol
La selva que desafió la oscuridad
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Los científicos creen haber hallado corteza de árboles de hace millones de años.
Esta antigua selva tropical pantanosa prosperó cerca del Polo Sur en condiciones que hoy parecen imposibles. Los árboles sobrevivieron meses de oscuridad total durante el invierno, adaptándose a un ciclo de vida único que posiblemente incluía períodos de dormancia.
El período Cretácico se caracterizó por ser uno de los más cálidos en la historia de la Tierra. Los depósitos volcánicos encontrados en la Antártida y las islas cercanas muestran señales de frecuentes incendios forestales durante esta época, lo que explica la producción de resina como mecanismo de defensa de los árboles.
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La preservación del ámbar fue posible gracias a los altos niveles de agua que cubrieron rápidamente la resina de los árboles, protegiéndola de la radiación ultravioleta y la oxidación. Este descubrimiento marca un hito en la investigación paleontológica, ya que antes solo se habían encontrado depósitos de ámbar del Cretácico tan al sur como la Cuenca de Otway en Australia y la Formación Tupuangi en Nueva Zelanda.