“Apareció Matías y nos dio una mano”, dice Isaac Cholque (38), mientras sonríe. La sonrisa es muy blanca, y se ve más blanca encuadrada en la tez morena. La sonrisa franca le forma dos cachetes redondos, sobresalientes, como signos de admiración.

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“Es una alegría muy grande. Ella se siente bien”, dice. “Ella” es su hija mayor, Abigail, que nació el 5 de enero 2009, con deformaciones en sus cuatro extremidades. Tiene dos muñoncitos como brazos y sus pies con cuatro dedos, uno de ellos mejorado con operaciones pero que originalmente estaba desviado.

Pero la de ahora es “una alegría muy grande” y ese Matías del que Isaac habla es quien, con plástico reciclado, fabricó una prótesis para que Abigail pueda dibujar, comer y “tomar helado, que es lo que más me gusta”, confiesa la niña, ahora de 10 pero pronto de 11 años y a punto de completar su 5to grado en una escuela común.

La alegría, casi siempre, es consecuencia de un acuerdo de voluntades y esta historia lo confirma.

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Dámaris Alfaro (29) inicia el relato. Es la madre de Abi, como le dicen, y también de Mateo (7) y Sofía (4). Dice que el embarazo de su hija mayor fue normal, hasta los 8 meses cuando, en una ecografía, detectaron que “venía con problemitas en los miembros”.

Abigail nació en el Hospital Luis Lagomaggiore el 5 de enero de 2009 y después fue trasladada al Humberto Notti. “Tenía también problemas en los riñones, pero los superó”, recuerda Dámaris.

Vinieron después algunas operaciones, “le hicieron una de elongación de uno de sus bracitos y tres en el pie” y lograron que Abi pudiera caminar bien.

Entre medio hubo conflictos con la obra social por la cobertura de las prácticas médicas, pero “Colonia Bombal siempre nos ayudó”. Es que esta zona de Rodeo del Medio, de tierra privilegiada y llena de chacras, también está repleta de gente esforzada y solidaria.

Hasta que llegó el momento de que Abi iniciara su escolarización. “Ella fue siempre a escuela común, desde prejardín hasta ahora, que está por pasar a 6to”, dice la madre.

Originalmente quisieron anotarla en el Colegio Sagrada Familia “que era la que nos correspondía, pero no la aceptaron porque dijeron que no estaban preparados para la inclusión. Entonces la anotamos en la 1-743 “Sin Nombre”, de esa zona amable de Maipú. El destino, que en apariencia había interpuesto un escollo, estaba jugando a favor de Abi.

Es que en esa escuela la niña se encontró con una comunidad predispuesta a recibirla y a colaborar en su proceso de educación, de adaptación y con ganas de mejorar sus condiciones de vida.

El equipo docente (la familia subraya especialmente la actitud de la maestra Belén Elena Quevedo) se acomodó a las capacidades de Abi. Le enseñaron y permitieron tomar el lápiz con los pies, entre su muñoncito derecho o con la boca y ojear libros y cuadernos de la misma forma. Salvo esto, Abi fue y es una alumna más.

Alejandra Paola Roldán (36) tiene la misma piel morena y la sonrisa brillante y subrayada que todos los que rodean a Abi, de todos los de Colonia Bombal. Ahora Abi ya le ha dado en rango de “tía” pero, en realidad, es madre de una de las compañeritas de Abi en la escuela.

“Nosotros, toda la comunidad que es muy buena, apoyamos en todo a Abi y su familia. La escuela es muy buena, los maestros apoyan muchísimo, se trabaja mucho y están siempre atentos”.

Alejandra es de esas mujeres naturalmente alegres. Eso, el ser madre de una amiguita de Abi y cierta complicidad con su “sobrina”, han hecho que ella y la niña pasen mucho tiempo juntas. “En casa se siente con más libertad”, dice, “hace todo lo que le gusta y a ella le gusta hacer lío”, dice riéndose. Abi experimenta sus límites físicos, juega con ellos. Cierta vez, tratando de ayudar a Abi, “le coloqué un vaso, de forma cónica, en el muñón derecho y le pegué un pincel, para que pudiera pintar, y le resultó muy cómodo”. La experiencia sirvió para lo que vendría después…

Cierto día, desde la escuela, contactaron a los responsables del programa de reciclado Junín Punto Limpio. Querían que alguien fuera a darles una charla y capacitación sobre separación en origen de los residuos.

Así fue como Matías Sebastián Martín, de la Planta de Reciclado de Junín y responsable de impresión 3D e innovación en prototipos y proyectos, llegó a la escuela de Colonia Bombal. “Ahí conocí a Abigail y me puse a pensar cómo podíamos mejorar para su día a día y empezamos el diseño de una prótesis que le diera la posibilidad de dibujar y a todas sus actividades en la escuela. Que le permitiera tener una postura física más cómoda y segura, especialmente para su espalda”, cuenta Matías.

Ahí ese vacito cónico que Alejandra había puesto en el brazo de Abi como prótesis improvisada se transformó en una pista clave. Abi había probado alguna otra, convencional, pero no le había resultado cómoda y las más elaboradas aún eran muy pesadas y “son más estéticas que prácticas”, cuenta Dámaris, la mamá.

Así fue que, también siguiendo el pedido de la niña de que fuera de color rosa y que tuviera su nombre, Matías logró el diseño adecuado e hizo la impresión 3D. Fue un éxito. “Además, siguiendo el pedido de Abi, le diseñamos un implemento para que pueda tomar helado en barquillo”, dice Matías, desbordado de satisfacción.

La niña por ahora aceptó usar una prótesis solo en el costado derecho “porque dice que con los dos se va a ver como un robot”. Quizás más adelante quiera avanzar más.

Por ahora, casi sin detenerse, Abigail pinta, dibuja, come sola… y toma helado.

Ella, y todos, sonríen. Porque la alegría, casi siempre, es consecuencia de un acuerdo de voluntades.