Copa Argentina

Con muletas, reposeras y el corazón azul: historias leprosas de una pasión sin límites

Desde un hincha de 68 años que alentó con muletas tras una operación, hasta una pareja que acampó con reposeras y mate para conseguir entradas

En Mendoza hay pasiones que se heredan, otras que se eligen, y algunas que se viven como si fueran parte del ADN. La de Independiente Rivadavia pertenece a esa última categoría. No importa la edad, el cansancio o las distancias: cuando la Lepra juega, el corazón late al ritmo azul. Y el triunfo fue inolvidable.

Héctor Benegas lo sabe mejor que nadie. A sus 68 años, se hace llamar “El Miki de la Gente” (IG @leprapasiondelpueblo, con casi 10 mil seguidores) y lleva más de seis décadas siguiendo a Independiente Rivadavia. Nació en San Rafael, vive en Mendoza y, además de hincha, es periodista radial. Pero cuando juega la Lepra, la línea entre la razón y la pasión se borra por completo.

hector benegas y agustin vila
Junto a Agustín Vila, celebrando la noche histórica para Independiente Rivadavia.

Junto a Agustín Vila, celebrando la noche histórica para Independiente Rivadavia.

“Esto es algo único, una conquista que no cualquiera consigue. Y yo como periodista radial tengo que dividirme entre la razón y la pasión”, confiesa, todavía con la garganta tomada de tanto gritar en el estadio.

El “Miki” no quiso perderse el partido histórico del miércoles, cuando Independiente Rivadavia venció a Argentinos Juniors en Córdoba y consiguió lo impensado: meterse entre los grandes, con la mirada puesta en la Copa Libertadores 2026. Lo increíble es que Héctor fue alentar al equipo… con muletas.

"Me rompí la rodilla pero acá estoy, alentando a la Lepra"

El pasado 7 de agosto se rompió la rodilla durante el partido entre Estudiantes de La Plata e Independiente Rivadavia. Lo operaron, y la lógica indicaba reposo. Pero la lógica no entiende de amor. “Yo tenía que estar. No me importaba el dolor. Este club es parte de mi vida”, dice.

En la tribuna, cada gol fue una descarga de energía, una celebración de todos los años de sufrimiento, de viajes, de derrotas y de sueños. “Esto no es solo fútbol —dice—, es el reflejo de un pueblo entero que nunca bajó los brazos”.

benegas y arce

"El Miki de la Gente" junto a Axel Arce, jugador colombiano.

Y mientras “El Miki de la Gente” cantaba con su muleta en alto, en otro rincón de la historia, una pareja mendocina vivía su propia epopeya.

Con mate y resposeras a la espera de las entradas para ver a la Lepra

Maximiliano Terraza y Rocío Estalles decidieron hacer lo imposible para estar en Córdoba. Se acercaron al club Independiente Rivadavia el sábado 1 de noviembre, con reposeras, mate y una paciencia infinita, dispuestos a esperar el tiempo que hiciera falta para conseguir sus entradas.

“Guau, la verdad que no sé por dónde empezar”, dice Rocío. “Estuvimos con unos amigos, con lo justo: combustible y sándwiches de fiambre, ni más ni menos. Pero valió la pena cada esfuerzo para estar en Córdoba”, cuenta.

Se emocionó al llegar a la cancha y ver la cantidad de hinchas leprosos. “Fue una locura —cuenta—. Llegar y ver a toda esa gente que también hizo lo imposible por llegar, por estar. Poder festejar cada gol con el que tenías al lado, cada abrazo, cada grito... fue impresionante”, señala.

La pareja viajó sin dormir, movidos por una sola certeza: la Lepra no se abandona. Y cuando el partido se dio vuelta, cuando todo parecía perderse, siguieron creyendo. “Llegamos a llorar, pero nunca perdimos la fe. Este equipo siempre hace lo mejor por cada caudillo que lo sigue donde sea, porque si estamos enfermos, estamos enfermos de Lepra… y para nosotros, es la enfermedad más linda”.

rocio estalles y maximiliano terrazas
Rocío y Maximiliano, ambos a la izquierda, cumplieron su sueño.

Rocío y Maximiliano, ambos a la izquierda, cumplieron su sueño. "Con lo justo, pero llegamos", dijeron.

Sus palabras resumen lo que ningún resultado puede medir: la comunión de un pueblo entero, que viaja, que canta, que sufre y que celebra junto a su equipo.

Héctor, con su muleta en alto, y Rocío y Maximiliano, con sus reposeras en la vereda, son dos caras del mismo sentimiento. Distintos caminos, una misma locura. La Lepra los une.

Córdoba fue testigo de una hazaña deportiva. Pero sobre todo fue escenario de algo mucho más grande: la demostración de que la pasión azul no entiende de límites físicos, ni de kilómetros.

“Esto fue histórico”, repite Héctor. “Nos costó una vida llegar hasta acá, pero lo logramos”, repite.

Y en ese eco se resumen las voces de miles de hinchas que viajaron, soñaron y lloraron al ver a Independiente Rivadavia tocar el cielo con las manos.