Con los brazos en alto los comuneros recibieron las energías de los primeros rayos del sol en las palmas de sus manos para reivindicar "la defensa de la Pachamama, la convivencia en armonía de todo el cosmos y los seres vivos", contó.
Las intenciones de los participantes, especialmente de los oriundos de Quitacara y El Perchel, zonas donde se realizaron cateos para la explotación de uranio, se centraron en "pedir a la Pachamama, el abuelo fuego y el niño sol que no ingresen las mineras para que no dañen la tierra".
La fría noche quebradeña estuvo acompañada de una fogata que se mantuvo latente durante la velada en la que los comuneros compartieron ofrendas, anécdotas, e intenciones, no sin antes armonizar las energías en el sitio con sahumerios.
Allí también se convocaron integrantes de los parajes de Sixilera, Mudana, Alonso, Yala, Molulo, entre otros, que asistieron con el propósito de "sentirnos acompañados, consigamos la fuerza, inteligencia y sabiduría para luchar en este año", expresó Pérez.
"Es muy emocionante compartir con los niños, niñas y jóvenes la ceremonia para transmitirles las enseñanzas de nuestros abuelos y para que sientan propias estas ceremonias que se tienen que mantener en el tiempo", remarcó la comunera sobre la celebración que a su vez da paso a un nuevo ciclo agrario.
Todos los años la ceremonia se reedita también en localidades como Laguna Colorada, a unos 10 kilómetros de la ciudad fronteriza de La Quiaca, las Salinas Grandes con su imponente escenario y múltiples parajes de la Quebrada de Humahuaca.
En Jujuy son más de 300 las comunidades indígenas que mantienen vigente las ceremonias las cuales también son propicias para pedir que se consigan buenas siembras y cosechas como también acrecentar los ganados cariños, ovinos y camélidos.