Cuando a los 30 años le diagnosticaron un linfoma no Hodgkin, un tumor que crecía cerca del corazón, la vida de Cecilia Miralles cambió para siempre. Ingeniera agrónoma de profesión, nacida y criada en Tunuyán, se vio de pronto frente a una enfermedad agresiva, invasiva y dolorosa. Pero lo que parecía el inicio de un camino oscuro terminó convirtiéndose en una puerta luminosa hacia sí misma.
“Sentí que el cáncer dejó de ser solo una enfermedad física y se transformó en un camino espiritual en el mismo instante del diagnóstico”, cuenta Cecilia. “El tumor crecía cuatro centímetros por día. Era muy invasivo, y me vi ante una posibilidad muy real de la muerte. En mis dos manos tenía dos opciones: la vida o la muerte. Y ahí, en esa sala de hospital, algo superior me habló y me hizo elegir. Elegí la vida”.
Aquella elección fue el comienzo de una transformación profunda. Lo que siguió no fue solo un tratamiento médico, sino un viaje interior. Cecilia entendió que la sanación no podía venir únicamente desde afuera, sino que debía nacer en su propio corazón. “Me di cuenta de que para elegir la vida completamente tenía que aceptar la muerte como una opción, porque la muerte es parte de la vida. No se trata de elegirla, sino de aceptarla. Y recién ahí pude sentirme viva de verdad”.
Un antes y un después en el devenir de la vida
Esa conciencia marcó un antes y un después. Durante meses, mientras hacía quimioterapia, comenzó a integrar terapias complementarias: biodecodificación, constelaciones familiares, reiki, psicología y escritura terapéutica. No buscaba reemplazar la medicina tradicional, sino sumar herramientas que la ayudaran a mirar hacia adentro.
“No hubo algo externo que me salvó. La sanación fue abrir mi corazón y mirar hacia adentro”, dice. “Tuve que dejar de culpar, dejar de buscar afuera la causa o la solución, y asumir que yo era responsable de mi vida. Me corrí del papel de víctima. Esa decisión fue lo que me ayudó a sanar el alma, y por añadidura vino la sanación física”, reflexiona.
De esa vivencia nació su libro “Vivir es una decisión, el cáncer como camino espiritual”, una obra que escribió durante el verano pasado, después de casi diez años de reflexión, charlas y aprendizajes compartidos.
“El libro se gestó hace una década, cuando tomé la decisión de vivir de otro modo. Es un compartir muy sentido, primero conmigo misma y luego con quien resuene con este mensaje. Me gusta pensar que es una herramienta para el alma”, cuenta.
Cecilia dice que el proceso fue “interno, profundo y transformador”. Que al principio no sabía cómo mirar hacia adentro, ni por dónde empezar. “Pensé que iba a ser algo muy complejo. Pero apenas me animé a dar el primer paso y dije ‘no sé cómo hacerlo, pero quiero hacerlo’, empezaron a llegar las ayudas correctas. Las personas, las terapias, los libros, los mensajes. Todo llegó cuando abrí esa puerta”.
"Podía elegir cómo vivir cada experiencia durante el cáncer"
Con el tiempo comprendió que la clave estaba en la entrega. En aceptar que no podía controlar todo, pero sí podía elegir cómo vivir cada experiencia.
“Cada día de internación se transformó en una celebración. Celebraba estar viva. Aunque afuera todo pareciera caótico, adentro sentía paz. Entendí que la vida es hoy, no cuando todo esté resuelto o perfecto. Es ahora”, asegura.
Desde su casa en Tunuyán, Cecilia combina su trabajo como ingeniera agrónoma con su rol como terapeuta hortícola y coach de terapia de diario. Acompaña talleres de jardinería terapéutica y escritura emocional, donde invita a las personas a reconectar con la naturaleza y con sus propias historias. “La tierra enseña mucho —dice—. Cuando uno pone una semilla, tiene que confiar. No la ve crecer de inmediato, pero sabe que algo está ocurriendo ahí abajo. Así es también el proceso de sanación”.
Su mensaje, especialmente en este mes rosa dedicado a la concientización sobre el cáncer de mama, busca ir más allá del diagnóstico y del miedo. “El cáncer puede ser un llamado a despertar. No todos necesitamos pasar por una enfermedad para hacerlo, pero a veces la vida nos sacude de esa manera para que veamos lo que no estábamos queriendo ver”, explica.
Para Cecilia, la enfermedad fue un espejo. “Había una cuestión emocional muy grande que no había sanado y que necesitaba mirar de frente. Cuando me animé a hacerlo, a ver qué dolor había, qué rencores, qué cosas no había perdonado, empecé a sanar. El cuerpo fue acompañando esa sanación interna”, dice.
Diez años después del diagnóstico vive en plenitud
Hoy, diez años después de aquel diagnóstico, vive en plenitud. Sabe que no hay recetas universales, pero sí una verdad que atraviesa todas las historias: la responsabilidad personal. “Cada uno tiene su propio camino. Las terapias que me ayudaron a mí no son las que necesariamente ayudarán a otro. Pero lo importante es animarse a tomar la vida, a dejar de delegarla, a hacerse cargo de uno mismo. Cuando uno toma esa decisión, la vida cambia”.
En su libro, Cecilia narra no solo su experiencia, sino también las enseñanzas que fueron apareciendo con cada paso. Escribe sobre el perdón, la rendición, la conexión con lo divino y la importancia de sentirse acompañada.
“Sentirme en red, sostenida por algo más grande, fue lo que me mantuvo de pie. Esa esencia que algunos llaman Dios, otros Madre Tierra o simplemente la vida, está siempre presente. Solo hay que volver a sentirla”, expresa.
El mensaje que quiere dejarle a quienes atraviesan un proceso de cáncer o acompañan a alguien que lo vive es claro: “Animémonos a ver la situación como lo que es, sin negarla. Ya está pasando. Entonces, ¿cómo decido vivirla? ¿Qué más me está queriendo mostrar? Aunque no tenga las respuestas, me entrego a confiar en que esto tiene un sentido, aunque todavía no lo entienda”, agrega.
A veces, dice, la pregunta no es “¿por qué me pasa esto?”, sino “¿para qué?”. “Esa pequeña diferencia cambia todo. El para qué abre una puerta al aprendizaje, a la transformación. El por qué te deja atrapado en el sufrimiento”, sostiene.
“Vivir es una decisión” no es solo el título de su libro, sino también una elección cotidiana. Una invitación a mirar la vida desde otro lugar, a sentir en lugar de huir, a sanar desde el alma. “Todos, en algún momento, atravesamos desafíos. Enfermedades, pérdidas, rupturas, miedos. Pero siempre tenemos la posibilidad de decidir cómo los vivimos. Esa es la verdadera libertad”.
Desde Tunuyán, "Ceci" es una mujer que eligió la vida cada día y deja un mensaje que trasciende el cáncer: “La vida no se trata de evitar el dolor, sino de abrazarlo para transformarlo. De mirar hacia adentro y descubrir que lo que buscábamos afuera siempre estuvo en nosotros”.
Y cierra con una frase que resume su camino y su libro:
“Vivir es una decisión. Y cuando uno se anima a tomarla, la vida misma se encarga de mostrarte que ya estabas vivo”.









