Historia de vida

"Ayuda, por favor": la angustiante actualidad de Yésica Marcos

Yésica Marcos, ex campeona mundial de boxeo, vive en San Luis, está sin trabajo desde hace tiempo y está vendiendo las pocas cosas que le quedan para poder comer. Quiere volver al boxeo y a su tierra natal

"Acá estoy, sola, con mis perritos", dice. Yésica Marcos, ex campeona mundial de boxeo, vive en San Luis desde hace 2 años. Está sin trabajo desde hace tiempo y dice que "estoy vendiendo mis pocas cosas, para comer". Estaba entrenando para regresar al ring, pero dice que "tuve que dejar, porque no me podía alimentar bien". Cuenta que desea volver a su tierra natal, San Martín, en Mendoza. "Necesito un trabajito, que me alquilar algo y volver a entrenar". Su historia de vida.

Atrás, muy atrás, están esas noches gloriosas, con 20.000 personas coreando su nombre y cantando "Bombón asesino" en el Parque Agnesi.

Hoy tiene 35 años y desde hace 2 que vive en la capital puntana. Reside en "una casita. Compré un terrenito y me la hice cuando vendí mi casa en San Martín, pero tengo solo un boleto de compra venta".

Antes, durante 3 años vivió en Chile. Imaginaba que allá su carrera boxística podría desarrollarse mejor. "Tenía un trabajito y alquilaba, pero no salían peleas. Entonces, como quería darme la oportunidad de seguir mi carrera en Argentina, decidí volver", cuenta.

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Dice que hasta hace poco "estaba entrenando, pero tuve que dejar porque no tengo plata como para mantener la alimentación".

Cuando llegó a San Luis "me contrataron en Deportes, pero duré dos meses y me bajaron el contrato". Más recientemente "me dieron una ayuda en La Punta, un contratito de $10.000, pero querían que trabajara todo el día y yo estaba justo tratando de volver al boxeo. Les pregunté se había otra posibilidad, pero me dijeron que no, que tenía que trabajar, y dejé".

-¿Cómo te sostenés, con qué comés?

-Vendiendo cositas, lo poco que tengo lo voy vendiendo, de a poco.

-¿Con quién vivís?

-Estoy sola, con mis perritos.

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En su página de Facebook, Yésica cuenta un poco su vida diaria y repasa su historia de noches de gloria y pide "Ayuda, por favor". Ahora dice que "lo único que deseo es volver a San Martín, a Mendoza".

Pero, para volver, "ya no tengo casa allá. Tengo que vender esto que tengo acá. No voy a sacar mucho, porque está sin escritura. Pero con lo que saque puedo viajar, alquilar algo, una casita con patio para mis perritos, porque no los pienso dejar ni loca, ni mamada. Y conseguir un trabajo, para poder mantenerme".

Tiene 35 años y dice que aún le queda mucho por hacer en el boxeo. "Si, quiero subir al ring. Es lo que mas quiero".

Cuenta que "estuve hablando con el secretario del intendente de San Martín (Raúl Rufeil). Quiero una audiencia con él. Quizás pueda irme a dedo y charlo con él y que me devuelva el trabajo". Yésica, antes de irse a Chile, era empleada municipal y colaboraba en el área de Deportes.

Dice que "tengo carrera para rato en el boxeo y quiero aprovechar. Pero necesito un trabajo fijo, porque no puedo estar a la deriva, viendo si me dan unas chirolas".

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El pasado

El nombre de Yésica Marcos fue tapa de diarios una y otra vez. Pero, más allá de que su biografía dice que fue campeona mundial en la categoría en la que encuadran sus 55 kilos, no dejó nunca de ser una muchachita humilde, hermana de 20 hermanos y con una vida dura, sufrida, a veces hasta cruel.

Pero, más allá de su vida deportiva, la comuna de San Martín supo apoyarla en su vida como vecina. Le ayudó a tener su casa y le dio cierta estabilidad laboral, más allá de la actividad boxística.

Pero, en un momento, hace ya unos 5 años, Yésica decidió irse a Chile. Imaginó que allá su carrera tenía más futuro, más actividad. No fue así.

Nació el 5 de marzo de 1986 en el seno de una familia muy humilde. Su infancia y toda su vida estuvo teñida de experiencias duras y hasta violentas, que siempre la tuvo como víctima.

Se mueve como si fuera una niña, jugando en el patio de su casa con sus perros. Una media sonrisa, como si estuviera imaginando aventuras con finales felices. No parece una mujer de 35 años que ha tenido una vida dura, intensa, salvo por las profundas cicatrices que hay en sus dos brazos. Algunas parecen antiguas, cómo de una niñez injusta que se niega a quedarse en el pasado.

El periodista Raúl Adriazola, que la ha entrevistado muchas veces, dijo sobre ella alguna vez: “Siempre la veo como una niña. Creciendo. Una niña que se cayó de un nido roto y se rompió las alitas. Que a pesar de eso conservó la niñez. Que ha superado las dificultades a las trompadas”, dice.

Es una buena definición de Yésica, de sus cicatrices.

Es una niña. No lo dice pero lo muestra en cada gesto, en cada mirada, y los niños pasan del llanto a la risa y de vuelta al llanto con enorme facilidad.

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