Del arte al vino: una vida sin reglas
Nacido el 15 de agosto de 1975, este economista reconvertido en artista autodidacta pasó por la escultura, el diseño de muebles y la exploración de laberintos como obras de arte. En 2012, su creatividad lo llevó a la International Contemporary Furniture Fair en Nueva York, donde fue reconocido por sus muebles reciclados.
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Música, comida consciente, luces y terciopelo. Todos los condimentos de un tradicional cabaret en una bodega de Mendoza.
“Empecé a vender laberintos a clientes con fincas y estancias, un arquetipo fascinante”, recuerda. Fue justamente uno de esos laberintos lo que lo llevó a Vista Flores, Tunuyán, y con 29 años, sin haber probado más que vodka y champagne, se sumergió en el mundo del vino.
Un cabaret entre viñedos
-¿El cabaret siempre estuvo en tu mente?
-Siempre. Amo la época de los artistas modernos en París, los night clubs donde la gente se vestía con elegancia, disfrutaba sin culpa y brindaba con champagne. No había prejuicios.
-¿Cómo te definís?
-Como alguien creativo, que necesita expresar su alma para encontrar paz. Me considero un hacedor: hago que las cosas sucedan. Para mí, la suerte no existe, es uno quien construye sus oportunidades.
-¿Cómo nació la idea del cabaret-bodega?
-El turismo avanzó y comenzamos con los asados de bodega, donde la gente se divertía y hasta se casaba. Pero faltaba la noche. Asocié la Belle Époque con un gran vino y música. Me gusta el flamenco, el jazz y el blues, todo lo que tenga ritmo y armonía. Así nació la idea que hoy se concretó en Ruta 7 y Costa Flores S/N, Perdriel, Luján.
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El ambiente invita a perderse en el encanto de la noche.
-¿Y entonces?
-En una pequeña cava empecé a concebir este concepto. Primero Purgatorio, un restaurante nocturno donde se come de manera consciente. Trabajamos con carne de pasturas, verduras orgánicas y pescados seleccionados. También incorporamos opciones veganas y vegetarianas. No se trata sólo de sabor, sino de nutrir el cuerpo.
-¿Y el vino Mil Demonios?
-Nació de mi fascinación por los cabarets y de un amigo con quien iniciamos el proyecto. Su nombre simboliza los mil días de infierno que conlleva alcanzar la belleza. En 2018, lanzamos 4.600 botellas y poco a poco el mercado nos abrazó. También creamos Sin Reglas, porque al final, todos somos almas y demonios en pena transitando esta vida.
Renacer desde el infierno
-¿Hubo algo en tu vida que te transformó?
-Sí, un hecho contundente. En diciembre de 2019, me diagnosticaron cáncer. Me dijeron que podía morir. Pasé de ser el inmortal que lo podía todo, a tener 50% de chances de seguir. Hice mi tratamiento y tuve la suerte de contar con el apoyo de mi familia y empleadores. La pandemia llegó, todo era incierto, pero vi la enfermedad como una oportunidad. En junio terminé el tratamiento y entendí la importancia de la alimentación. Me volqué a la meditación y la respiración, y hoy sigo a Gurudev Ravi Shankar, quien me ayudó a dar un salto en mi vida.
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"Pasé de ser el inmortal que lo podía todo, a tener 50% de chances de seguir", cuenta Andrés lo que sintió cuando le diagnosticaron cáncer.
Foto: Nicolás Ríos/ Diario UNO
-¿Cuál es el objetivo de Petit Infierno?
-Que la gente se divierta. Mendoza es un destino para disfrutar, y nosotros queremos ofrecer algo distinto. Así nació el cabaret en el subsuelo de la bodega. Luego de una cena en Purgatorio, las luces rojas anuncian el inicio de la noche en Petit Infierno, el cabaret-bodega. El cabaret es, en cierto modo, una máquina del tiempo. Al ingresar a la cava, el presente, el pasado y el futuro desaparecen. Es un espacio sin etiquetas ni relojes, donde el único objetivo es disfrutar.
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Cocina consciente, el concepto de un restaurante diferente.
Foto: Nicolás Ríos/ Diario UNO
-¿Qué ofrece Petit Infierno?
-Un show íntimo con música, baile y juego. Por eso lo llamamos Petit: es exclusivo, con capacidad para 35 o 40 personas. Nuestros vinos llevan nombres bíblicos y el ambiente invita a perderse en el encanto de la noche. Es un lugar para relajarse, brindar y vivir una experiencia inolvidable.