Análisis y opinión

Alerta "termos": esta nota sobre el Día del Periodista contiene insultos, descalificaciones y groserías

El sesgo de confirmación es la nieve tóxica. Urge a cada periodista defendernos y no dejarnos correr por los "termos" de uno y otro lado de la grieta

Primer pecado en el Día del Periodista: no se escribe en primera persona. Ni se hacen autorreferencias. Pero hoy las buenas normas me importan un carajo. Voy a escribir desde las tripas, sobre la base de 37 años de experiencia periodística. Me lo he ganado.

Cuando el editor general Facundo García me invitó a escribir en “Zona Crítica” de Diario Uno, a propósito de nuestro día tan sagrado que al común de la gente le interesa tres belines, le dije que mi título sería: “Chúpenla…” Por supuesto, le gustó y le pareció desafiante. Pero después me arrepentí porque a los 60 años, nos volvemos prudentes y reflexivos. Un poco cagones, dirían en el barrio.

¿O nos autocensuramos, por los ataques permanentes?

El grito de guerra

“Chúpenla” es el grito de guerra para defendernos del sesgo de confirmación, del maltrato, la descalificación y la difamación. De los mononeuronales que nos odian y nos consideran basura porque no escribimos lo que les viene a su cerebro de micropene sin matices ni inflexiones.

Chúpenla, termos. Hasta que la boca les quede entumecida. Porque acá hay seres humanos con madres, padres, hijos, hermanos, esposas y esposos, amigos, novios y novias y una vida. Hacemos nuestro trabajo: contar, informar, analizar. No somos ensobrados, sarta de forros. La gran mayoría de los periodistas de Mendoza tienen dos, tres, cuatro empleos para llegar a fin de mes.

¿Quién creés que sos -pedazo de termo- para ofender nuestra dignidad? Pero claro, como el presidente lo hace, su División Palermo de las redes y los extremos enceguecidos lo replican y potencian. Funcionan como los Montoneros de los años 70. Hay células Lumilagro por todos lados, pero no todos reportan a Santiago Caputo y el Gordo Dan. Vaya de ejemplo: algunos tienen enchufe en Mendoza y cobran de la casta más rancia que puedan imaginar.

Hoy es el Día del Periodista

Voy a brindar con vino negro, a nuestra salud. Porque hice todo. Fui el “che pibe” de Deportes. El que llevaba el bolso del fotógrafo en Policiales. El que tenía que ordenar la colección de diarios en la primera redacción en la que estuve. El que iba a comprar los cigarrillos, la yerba y hacía el mate.

Me dieron una máquina de escribir cuando llegaron las computadoras, porque era el “nuevo” y pagaba derecho de piso. Viajaba de una ciudad a otra llevando fotos, páginas, materiales de redacción. Y de vez en cuando me dejaban escribir.

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Feliz Día, colegas. Parte del equipo de Radio Nihuil, en Tucumán, cuando ganamos este año el Martín Fierro de Oro por

Feliz Día, colegas. Parte del equipo de Radio Nihuil, en Tucumán, cuando ganamos este año el Martín Fierro de Oro por "No Tenés Cara".

Termos, este es mi CV de presentación: cubrí una inundación remando en un bote y sacando gente de las casas. Hay fotos de eso. Fui jefe de redacción a los 25 años sin saber nada de periodismo ni de la vida. Me hice a trompadas con los mejores de la calle, exiliados de los diarios de Buenos Aires en plena dictadura. Aprendí el oficio. Como muchos de mis colegas corté cables, hice guardias eternas, paré una rotativa. Entrevisté a presidentes y a gente de la calle; a campeones del mundo de la decencia, la solidaridad y la democracia, y a los asesinos del soldado Carrasco.

Maltraté a alguien. Pedí perdón, di patadas en culos y escritorios, me patearon, enseñé y aprendí, cometí mil errores y acerté tres veces. Crecí. Fui jefe, secretario de redacción y director periodístico en seis diarios y una radio en cuatro provincias. Papel y digital. Y aire. Conduzco un programa con un equipo que es un tanque. En 2023 me fui de un diario que cofundé y volví al llano en este grupo, al periodismo de artesano. Hasta que me tocó en suerte asumir la gerencia de programación y noticias de Radio Nihuil. El corazón de la máquina periodística.

Sepan esto: la chapa no construye a un periodista. Los títulos, logros y premios son para la organización empresaria o para el ego personal y el hedonismo. Soy, vivo y me siento periodista. Un cronista de la posdemocracia. Con olfato, curiosidad, tozudez, orgullo, intuición, garra, fiebre, preguntas, ansiedades, inquietud, hambre, miserias y glorias tóxicas de periodista. De carne y hueso, hijos de puta. Entiendan eso.

¿Quién sos, termo, que seguro dormís en pijama y tomás el café con leche a las cinco de la tarde, para insultarme mientras estoy laburando para que los que no son una copia berreta de Stanley como vos, entiendan lo que pasa?

Listo. Ya está. Me siento mejor. Vomité hasta el alma agarrado al borde del balde. Como con el empacho, alguien te cura de palabra.

Epidemia de información

Vivimos momentos difíciles. A los periodistas nos toca verificar los hechos en medio de una infodemia feroz e inagotable. Distinguir lo real de lo ficticio, la verdad de las operaciones, las intenciones de las razones, las fake news de las noticias. Y en medio de eso, atajar el sesgo de confirmación, ese mal de época que es peor en la Argentina. Hace que mucha gente odie, escupa, difame a los periodistas que no les dicen exactamente lo que quieren escuchar y que confirma sus ideas y prejuicios. Empezando por Javier Milei y sus ataques permanentes que ya son motivo de sorna internacional.

Roberto Stahringer, de la consultora Sociolítica, analizó con herramientas de IA la "entrevista" que el 4 de mayo último el presidente Javier Milei dio al influencer libertario Daniel Parisini (El Gordo Dan) en el streaming Carajo. Fueron cinco horas de conversación en la previa de las elecciones porteñas.

Las expresiones del presidente en ese streaming sintetizan y explican los ataques permanentes a los periodistas, operados desde las patrullas digitales libertarias con el objeto de "deshumanizarlos, ridiculizarlos, desacreditar su capacidad intelectual o su integridad moral, buscando anular la validez de sus críticas o cuestionamientos. Se busca posicionarlos como enemigos del cambio o como parte de un sistema corrupto que se beneficia de la desinformación", dice el análisis.

Todo ello, con el fin de "cuestionar la profesionalidad y la ética periodística, sugiriendo que las críticas no son genuinas sino producto de la ignorancia, la incapacidad de comprender metáforas o ironías, o directamente de la corrupción (sobres)", dice aquel informe de Sociolítica.

La democracia de un país y la libertad de sus ciudadanos se puede medir en cuán libre es su prensa.

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Feliz día, Jorge.

Feliz día, Jorge.

Pero esto es lo que toca, lo que hay. Ya lo vivimos durante el kirchnerismo y ahora se repite potenciado y multiplicado en las redes libertarias. Así es que a ponerse el casco, y a defender nuestro laburo con sentido crítico. Aunque vengan con bombas. Elegimos esto, y ahora hay que ponerle el pechito.

Feliz día para nosotros. Y para ustedes, termos… de nuevo: chúpenla. Esto algún día va a pasar y el periodismo profesional va a seguir contando y escribiendo la historia en tiempo real, mientras haya uno de nosotros bien dispuesto con papel y lápiz, para anotar el último dato.