Casos resonantes

A 51 años del crimen del profesor Avelino Maure

La tenebrosa calle Las Cañas de Guaymallén fue escenario del crimen que sacudió a Mendoza; la mujer y el amigo fueron culpables

Era otra Mendoza la del 18 de septiembre de 1969. Metro Supermercados vendía el kilo de gallina a precio de oferta, Alain Delon y Romy Schneider protagonizaban La Piscina en uno de los cines de la calle Lavalle y los chilenos festejaban su Día de la Independencia en la avenida Las Heras con bailes y comidas típicas.

De día, la calle Las Cañas de Guaymallén era como apenas un callejón de tierra que conectaba Guaymallén y Godoy Cruz, largo y custodiado por plantaciones de cañabrava e hijuelas de riego.

De noche, Las Cañas era oscurísima y tenebrosa. Como una boca de lobo. Y hace 51 años fue más que eso: fue la escena de un crimen que todavía se recuerda. El asesinato del profesor Avelino Maure.

Una ayudita

¿Quién no se sintió apremiado alguna vez frente a un examen oral u escrito? Frente a lo inminente, muchos estudiantes acuden a todo lo posible. Algunos estudian. Otros invocan ayuda divina. Otros no hacen nada.

El crimen de Maure, ocurrido en la vieja calle Las Cañas la noche del 18 de septiembre de 1969, generó una fuente de clamor popular.

A la altura del 1800, a pocos metros de donde después funcionó un balneario y cerca del club Israelita de Guaymallén, que todavía existe, alguien erigió una ermita justo donde fue hallado el cuerpo del educador ultimado por la esposa y el amigo fraterno.

Y ese sitio, adonde hoy se levanta el centro comercial La Barraca, visitado por morbo y curiosidad pero también para rezar por el descanso del alma de Avelino Maure, se convirtió en un sitio de culto pagano.

Así, durante casi 25 años, chicos y chicas urgidos de conocimiento llegaban para encender una vela o para dejar una carpeta de apuntes. Para pedir. Para agradecer. Así se afirmaba el mito popular de que Avelino Maure ayudaba a los estudiantes ávidos de conocimiento.

El caso

El enfermero de guardia del hospital Español miró hacia el pasillo con curiosidad extrema. Una mujer llegaba a los gritos. Desesperada. Mi marido, mi marido, gritaba. Nos asaltaron en la calle Las Cañas, balbuceaba.

Susana Arbues era la esposa de Avelino Maure.

Veníamos por Las Cañas hacia Godoy Cruz. Yo manejaba el auto. Vimos a una persona tirada en la calle y paré, pero nos sorprendieron. Nos asaltaron. Nos atacaron. Alcancé a quedarme en el auto pero Avelino quedó ahí. Con Rodolfo alcanzamos a escapar. Subimos al auto y llegamos hasta acá.

¿Quién es Rodolfo?, preguntó el enfermero mientras le acercaba otro vaso de agua a la mujer.

Un amigo que venía con nosotros. Está herido.

Rodolfo usaba doble apellido: Giménez Jáuregui. Era novio de una empleada de la Justicia Federal pero su corazón, sus pensamientos y su energía estaban puestos en otra mujer: Susana Arbues, la esposa del amigo fraterno.

Efectivamente estaba herido Giménez Jáuregui. En el pecho. Con un arma blanca. Nada grave pero ameritaba atención y cuidados.

Una patrulla policial recorrió la calle Las Cañas de punta a punta pero los uniformados no encontraron nada. Ni a Maure ni a los asaltantes y tampoco pistas del denunciado asalto.

El trabajo de los perros de rastreo fue clave. Primero ayudaron a determinar que nadie había escapado por entre los cañaverales, como dijo la mujer. Después ayudaron a encontrar un cadáver. De un hombre. En un cauce de riego. Tapado con un saco. Era Maure.

En las inmediaciones había pertenencias del docente. Anteojos, una caja de fósforos, una lapicera fuente, entre otros. Pero también había un zapato de mujer. Era de Susana Arbues. ¿No era que no se había bajado del auto y había visto el ataque desde el asiento?

El testigo

Vicente Fabriani era agricultor y vivía en una finca que daba a la calle Las Cañas; en una zona protegida de los vientos de agosto por cañaverales gruesos y tupidos.

Por las noches la radio era su entretenimiento preferido, como el de miles de personas en aquella Mendoza de 1969. Así que la noche del 18 de septiembre Fabriani se dispuso a escuchar. Pasó de los tangos a una transmisión especial por la Independencia de Chile y estaba en eso de cambiar el dial cuando escuchó gritos, pero no eran gritos que salían del parlante de la radio sino que llegaban desde la calle Las Cañas.

¡¡No me peguen más!!, escuchó dos o tres veces hasta que terminó asomado contra los cañaverales. El ruido de un motor encendido ensuciaba las palabras.

- ¿Qué vio? -le preguntó el oficial de la Policía horas después.

- A un hombre golpeando a otro, que gritaba de dolor. Después el primer hombre ordenaba a otra persona que acelerara el auto para tapar los gritos. Al hombre golpeado lo tiraron a una hijuela. Y lo taparon.

- ¿Hicieron algo más?

- Se subieron al auto y se fueron.

- ¿Había alguien más?

- No. Eran ellos tres.

- ¿Vio a alguien escapar entre los cañaverales?

- No.

Culpables

La coartada de la esposa y el amigo de Avelino Maure se cayó a pedazos en cuestión de minutos.

Cayeron presos esa misma noche.

En 1971 fueron juzgados y condenados a la cárcel.

Quedaron libres gracias al tiempo que pasaron en prisión y a las rebajas de penas que les otorgaron los gobiernos de facto y democrático.

El mito popular dice que Arbues y Giménez Jáuregui se casaron en la cárcel, pero esto nunca sucedió.

El libro Avelino Maure 50 años, publicado en 2019 por la Editorial de la Universidad Juan Agustín Maza reconstruye la historia judicial y policial del crimen de Avelino Maure.

De aquella ermita concurrida por estudiantes ávidos de ayuda divina y conocimientos ya no quedan rastros.

El recuerdo de Avelino Maure persiste en sus hijos (por entonces dos niños muy pequeños), parientes, amigos y alumnos. Estos últimos tienen entre 65 y 75 años. La publicación del libro

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