En el último capítulo de la segunda temporada de la gran serie La Casa de Papel, el personaje del Profesor le explica a la Inspectora que ellos no están robando, sino que simplemente están haciendo lo mismo que el Banco Central de Europa: creando dinero de la nada pero con una gran diferencia, ese nuevo dinero iba a ir a los bolsillos de gente trabajadora y no de los bancos, empresas y políticos como siempre ocurre. Si bien en cualquier caso altera los precios relativos, el punto es que si lo hace el gobierno lo llaman “política monetaria”, y si lo hace gente común lo llaman “estafa/robo”.
La idea arraigada en el mainstream económico, es que un poquito de inflación es bueno para la economía, es decir, piden que haya una estafa/robo camuflado de política monetaria. Esto surge de considerar al dinero como riqueza, y por lo tanto, si la gente tiene dinero en el bolsillo lo gasta y esto hace que la economía se mueva.
La trampa, promovida por políticos y apañada por muchos economistas, es que no dicen de dónde sale ese “dinero” que llegaría a los bolsillos de la gente (siempre al final cuando los precios ya aumentaron, efecto Cantillon-Hume mediante) y tampoco dicen que beneficia a los que lo reciben primero en el tiempo (bancos, empresaurios y políticos).
Primer error: el dinero no es riqueza
En su libro La Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero publicada en 1936, Keynes dice que el ahorro es malo para la economía y que cuando este aumenta provoca ciclos de recesión dado que la gente consume menos, y si consume menos se invierte menos generando caídas en los niveles de actividad. Por esto, propone que el estado tenga déficit fiscal, es decir, ya que el privado no gasta o gasta menos, que sea el estado quien aumente su gasto para equilibrar la situación; incluso para que el gasto total de la economía sea mayor que gaste a una tasa más alta que lo que aumenta el ahorro; Keynes llamaba a esto “La trampa de la liquidez”. Llega al absurdo de proponer “que la gente haga pozos, los vuelva a tapar y el estado le pague por ello”, es decir, ni siquiera se esmera en las formas. Los políticos actuales suelen camuflar esto mismo y de forma grandilocuente lo llaman “obra pública” (al menos en la idea de Keynes había menos posibilidad de corrupción).
John Maynard Keynes.
El problema de Keynes es que no sabía nada de historia económica, de teoría monetaria y de teoría del capital, como muy bien lo ha explicado Hayek a partir de la correspondencia epistolar entre ambos. Para Keynes el capital era algo dado y el dinero era neutral, errores que también tiene la corriente neoclásica.
El dinero es sólo un Instrumento, Intermediario de los Intercambios (recuerden las 3 i siempre). En la economía se intercambian bienes y servicios por otros bienes y servicios, y yo agrego, se intercambian derechos de propiedad por otros derechos de propiedad, utilizando el dinero como medio para ello; lo que ayudó a salir del trueque y avanzar a un comercio mucho más fluido. Al principio de los tiempos, en el mercado a manera de “prueba y error”, se utilizó todo tipo de bienes como medio para intercambiar: el ganado, el tabaco, la sal (de ahí viene la palabra “salario”), entre otros: hasta que el Oro y la Plata quedaron como bienes definitivos para ser usados en el intercambio ya que, no eran perecederos y mantenía su valor en el tiempo.
Segundo error: el IPC no es inflación
Otro error clave es considerar al IPC como un indicador de inflación, algo típico de las visiones keynesianas, neoclásicas y monetaristas que hablan de “nivel de precios” y no de sistema de precios, como sí lo hace la escuela austríaca. La inflación es el incremento de la oferta monetaria en tiempo real, comparado contra la demanda de dinero en el mismo momento; y en términos más rústicos, es un impuesto a los activos monetarios no remunerados, es decir, a los billetes y monedas que la gente tiene en sus billeteras.
En el barrio le decimos ROBO. Dado esto, mal puede el INDEC publicar “el dato de inflación”. Lo que publica es simplemente una variación en los precios de bienes y servicios, ponderados de acuerdo a una arbitraria conformación de la potencial estructura de gastos de la población. Es decir, sirve de poco y nada. En esos indicadores de precios además, no están incluidos los descuentos, rebajas de temporada, los 2x1, los 3x2, el segundo al 60%, el 25% de descuentos los viernes si paga con tal billetera, etc.; todo lo cual, hace que incluso el “verdadero IPC” hoy sea mucho más bajo. Recordemos que en una economía de trueque, la inflación no existe.
Si se produce una suba de la carne, como está sucediendo hoy, eso no impacta en la inflación; simplemente impacta en la estructura de precios relativos, generando un arbitraje por parte de los consumidores, que cambiarán parte de ese consumo trasladándose a sustitutos (cerdo, pollo, etc.) que están comparativamente a precios más bajos. Dicho sea de paso, la suba de la carne se debe a una menor oferta estacional, producto de un aumento en la exportación y una baja en el ingreso de animales para ser faenados, con una demanda que se mantuvo estable.
En una economía donde el único grifo de emisión que existe hoy, está en el sistema fraccionario de encajes del sistema financiero (algo que el gobierno va solucionando de a poco y ha prometido liquidarlo con reformas de 3ra y 4ta generación y que a mi juicio debería ser abordado de forma urgente), existirán subas y bajas relativas de precios. En síntesis, hoy sólo se genera inflación vía sistema financiero, y nada tiene que ver con el aumento de la carne, de las naftas ni ningún bien o servicio.
Tercer error: medir en términos reales contra IPC
Otro error que trae consecuencias nefastas para todo tipo de análisis promovido también por keynesianos, neoclásicos y monetaristas, es calcular si el precio de algo es en términos reales positivo, negativo o neutro, comparándolo contra indicadores tipo IPC, IPIM, etc. Esto incluso es un error que cometen los empresarios al analizar sus estructuras de precios, costos y tasas.
La variación que existe en el precio de algo, debe ser comparada contra la tasa de incremento de la oferta monetaria en tiempo real vs. la demanda de dinero en ese mismo momento, que es la verdadera inflación; para ver de ese modo si el comportamiento de los precios bajo análisis, se mueven por encima, por debajo o se mantienen igual que la oferta/demanda de dinero. Decir que una tasa de interés del 5% es positiva en términos reales al compararla contra un IPC del 4%, es un error teórico y por lo tanto práctico. Es una simple cuenta matemática sin valor alguno para el análisis.
Si miramos los precios como un sistema de información y no como un “nivel”, en una economía sin emisión monetaria, todo aumento de la productividad termina impactando en una baja de precios relativos en el largo plazo. Es una especie de “deflación buena”, aunque no es que bajen todos los precios en un % determinado. Algunos bajarán un poco, otros muchos, e incluso algunos subirán, pero en términos relativos existirá una baja general. No existe un “nivel de precios” sino que existe una estructura de precios relativos que cambia constantemente en un proceso de eficiencia dinámica, siguiendo al profesor Huerta de Soto.
Como se puede ver, si alguien pide “un poquito de inflación”, lo que está pidiendo es que el gobierno les robe un poquito al menos. Al gobierno le sirve porque les cobra el impuesto más nefasto que existe para financiar sus gastos públicos y sus negocios políticos (y encima promueve la corrupción). A los empresaurios les sirve porque tapa sus ineficiencias de gestión, y se las trasladan a los consumidores vía aumentos de precios, pero otra vez, los que más lo sufren son los pobres.
A los bancos les sirve, porque pueden ganar dinero sin moverse, sin prestarle al sector privado; sólo se dan vuelta le colocan préstamos al gobierno a altas tasas que luego este paga con más emisión monetaria, que nuevamente padecen mucho más los pobres con más aumentos de precios. A los políticos les gusta decir que ellos promueven la “distribución de la riqueza”, pero es un efecto Hood Robin, porque la riqueza va de los que menos tienen a los políticos, empresaurios y bancos.





