El país se ha vuelto una nave enloquecida. Otra vez. Como tantas otras veces. Y en esta nave de los locos en que nos trasladamos hacia no se sabe dónde, nada puede suponerse como dado. Las ebulliciones, los barquinazos, los súbitos estallidos constituyen el orden reinante.

Fundamentalmente en política. El más oscuro de los mares que integran el mapa argentino. Lo siente en las entrañas el peronismo mendocino quien, tras años de penuria, pensaba que, por fin, la ola nacional que bendijo la fórmula Fernández-Fernández, lo iba a llevar en vilo hacia la victoria. O, por lo menos, sino a la victoria final en la provincia, al menos a ponerse ferozmente competitivo.

Cuando Anabel Fernández Sagasti decidió, de antemano, muy tempranamente, que se iba a trasladar este domingo a San Rafael, estaba dando por descontado el triunfo en las cuatro comunas bajo administración de su partido.

Esa foto junto al intendente reelecto Emir Félix sería otro capítulo en el arrasador raid del “Vamo a volvé” que entona, a grito pelado, la torcida cristinista (no así el colectivo albertista en gestación, mucho más calculador, circunspecto y moderado).

El festejo completo, para venderlo a nivel nacional como una gesta del retorno local, necesitaba que se mantuviera el invicto en sus comunas: ganar cuatro de cuatro.

Era necesario, vital, también, ese resultado contundente tierra adentro para terminar de provincializar el envión de F/F. Para que la ola del tsunami nacional subiera hasta la rebelde cordillera.

Pero… siempre hay un pero. Como bien advirtió la consultora Martha Reale, el ciudadano local está discriminando muy puntillosamente. Y cada año que pasa, cada elección, el fenómeno se acentúa.

Es cierto que ya los sondeos y las mismas primarias abiertas presagiaban que el duelo en San Martín iba a estar muy parejo. El PJ se ataba, confiado, a la mística de años, que siempre terminaba favoreciendo al intendente Jorge Giménez.

El radicalismo, por su parte, se había resignado a perder por poco. Una muy digna elección no estaba nada mal. Uno de los pocos que anticipaba, en voz baja, el triunfo de Raúl Rufeil era Elbio Rodríguez, consultor de confianza del gobernador. La predicción, no obstante, se mantenía como un secreto de pasillo. Pocos, en la intimidad del Gobierno, se decidían a creerle a Rodríguez.

Terminó siendo este resultado sorpresivo el dato dominante del domingo.
Hasta tal punto que le posibilitó una foto al candidato radical a la gobernación, Rodolfo Suárez, que no tenía en sus planes.

La foto de Suárez junto a Rufeil emparda a la de Fernández Sagasti junto a Félix y hasta la desluce.

Un poco más abajo en las respectivas fórmulas el urnazo sanmartiano es más significativo.

Ambos candidatos a vicegobernador son del Este. Allí jugaban su influencia. Mario Abed, actual jefe comunal de Junín, puso el alma en estos días en pos de la candidatura del doctor Rufeil.

Jorge Tanús, es un un samartiniano histórico. Más allá de algunas diferencias últimas con Giménez, también jugó fuerte en el departamento.

En resumen, las victorias de Félix, del lavallino Righi y del tunuyanino Aveiro confirman sus cacicazgos locales. Y les tiende, pese a la durísima crisis nacional, a cada uno de ellos, una alfombra roja para ejercer su último mandato, pues ninguno podrá aspirar a otro mandato (el final de las reelecciones indefinidas ha sido otra novedad de 2019).

San Martín, en cambio, el departamento elegido por Cristina para presentar Sinceramente y, de paso, afianzar las chances de Giménez, fue un golpe. Un golpe al corazón de la fórmula peronista.

Evitó que la fiesta fuera completa Rufeil, el dato novísimo de la jornada electoral, significó un golpe de aire fresco para el gobernador Alfredo Cornejo quien, desde este lunes mismo, deberá analizar cómo minimiza los daños que le genera, día tras día, hora tras hora, minuto a minuto, el gobierno nacional.

Dicen, en la intimidad de la Casa de Gobierno, que, financieramente hablando, la Provincia tiene con qué pasar el chubasco.