Análisis y opinión

¿Será cierto que si grazna un ganso, graznan todos?

Hace rato que el Partido Demócrata navega en una medianía conceptual, sin ideas atractivas, sin propuestas que generen empatía, sin liderazgos ni figuras convocantes

Otro divorcio. Roberto Ajo, presidente del Partido Demócrata, armó sus valijas y se fue de la casa conocida como Cambia Mendoza en la que había convivido a disgusto durante cinco años. Las acusaciones fueron las que se ven siempre cuando se rompe un vínculo: malos tratos, falta de consideración, ausencia de diálogo y algo de violencia económica (léase pocos cargos rentados).

Al hacer abandono de hogar, Ajo le facturó a Alfredo Cornejo tener un exacerbado personalismo y a Rodolfo Suarez una aguachenta personalidad. Aseguró que los dos gobernadores habían terminado -uno por malo y el otro por bueno- favoreciendo a la grieta que siguen personificando Cristina Kirchner y Mauricio Macri. Una grieta que, según argumentó, siempre desdeña a las minorías y a las terceras fuerzas políticas en las que solían militar los gansos del PD en otros buenos tiempos.

Hablamos de cuando hacían roncha con un 13, 15 o 17% de los votos, con lo cual obligaban a peronistas y radicales a tener que ir al pie del PD cada vez que necesitaban aprobar algo grosso. Como tercera fuerza, los empoderaba tener la llave para abrir o trabar asuntos importantes.

Ni hablar cuando en 1997 se alzaron con el triunfo en las elecciones legislativas, un inusual batacazo que luego no pudieron sostener y que, paradójicamente, fue el inicio de un derrumbe que se acentuó con el inicio del nuevo siglo.

Infierno grande

La partida en busca de la independencia no es ni será será en paz. Un viejo dicho popular enseña que cuando grazna un ganso, graznan todos. Varios demócratas ya han dicho que no comparten esa partida y han hecho saber que se quedarán en la coalición Cambia Mendoza que ya lleva dos triunfos consecutivos en la gobernación de la Provincia.

Los gansos levantiscos no quieren saber nada ni de radicales, ni de larretistas que fueron macristas, ni de macristas que curten de duros, ni de otros gansos que les advierten que en soledad no van a ningún lado, ni de esos otros gansos reciclados y habilidosos para el acuerdismo al estilo de Jorge Difonso.

Ajo dice que volverán a ponerse la camiseta del partido centenario, ese que supo dar figuras notabilísimas, gente preparada, de consulta, personajes listos para el debate, con visión de futuro. Fulanos que eran portadores del espíritu progresista que forjó Emilio Civit. O gobernantes ejecutivos como Don Pancho Gabrielli, a quien el periodista Rodolfo Braceli supo calificar como "el gobernador natural" de Mendoza.

Lástima, porque hoy el Partido Demócrata carece de la mayoría de esas virtudes políticas.

Tiren onda, che

Hace rato que el PD navega en una medianía conceptual, sin ideas atractivas, sin propuestas que llamen la atención, sin liderazgos, sin figuras convocantes. Hay quienes dicen que Ajo busca recuperar a pleno aquella individualidad partidaria mientras que para otros el objetivo es tener las manos libres para pactar con anticipación con los autodenominados "libertarios", o con López Murphy, o con los chitrulos independentistas del Mendoexit.

Los "libertarios" son ese nuevo "Trío Pelotas" que integran José Luis Espert, el loco Javier Milei y el mendocino Luis Rosales. Pero el auténtico "Trío Pelotas" data en realidad de la década del ´90, salió del PD y fue el que conformaron aquí Gustavo Gutiérrez, Gabriel Llano y Carlos Balter, artífices de aquel milagro de salir primeros en las legislativas del ´97.

La necesidad de empezar a desembarazarse del menemismo (en la Nación) y el lógico desgaste del peronista Equipo de los Mendocinos (en lo local ) fueron el marco para ese triunfo inesperado que, dos años después, el PD no pudo sostener cuando perdió la gobernación ante el radical Roberto Iglesias.

Lo que vino después fue la crónica lenta y triste de una disolución que llegó incluso a la extinción de gansos en la Legislatura, donde siempre habían tenido buenos controladores o minuciosos inquisidores de presupuestos y de gastos.

Permítame, lector/a, concluir este espiche con una anécdota personal: cuando hace muchos años empecé a ir a la Legislatura a cubrir sesiones y comisiones, uno de los periodistas acreditados con mayor experiencia me dijo lo siguiente: "Cuando no entiendas algo de números o de leyes engorrosas hablá con algún demócrata", pero me aclaró: "que sea de los buenos" y me tiró algunos nombres.