Análisis y opinión

Previsible: lo que tiene irritado al país son los medios de comunicación

Los argentinos están "irritados, nerviosos, mal". Según la Vicepresidenta, son los medios de comunicación los que ponen así a la ciudadanía

Lo que pone mal a los argentinos son los medios de comunicación que insisten en dar cuenta de los hechos de la realidad. Es evidente que ha llegado el momento de que los argentinos tengan mejor prensa. Se lo merecen para tranquilizarse.

Tomemos nota de lo que ha quedado bien claro. Según la interpretación de la vicepresidenta de la Nación, Cristina Kirchner, lo que pone nerviosos e irritables a los argentinos no es, por ejemplo que ella tenga más poder de decisión que el presidente de la República. Tampoco que el partido gobernante se regodee en una interna feroz entre el kirchnerismo duro y el albertismo. Ni que el país carezca de un verdadero plan económico.

Tampoco esos nervios tienen relación con el fracaso en bajar la inflación, ni mucho menos porque se esté fabricando platita a mansalva para poder repartir antes del 14 de noviembre sin que esa creación artificial de dinero tenga respaldo del Banco Central.

De acuerdo al punto de vista de Cristina, los argentinos no nos curaremos de la irritabilidad intentando lograr una mejor inserción en el mundo. Tampoco por dejar de tener una política internacional que apoya a las teocracias y gobiernos dictatoriales (Irán, Venezuela, Cuba, Nicaragua, China) y a violentos que dicen representar a los pueblos originarios (Jones Huala). Eso no nos aliviará los nervios.

¡Minga de esas cosas que defienden los republicanos de morondanga! Lo que realmente va a cambiar el estado de las cosas es que los medios de difusión dejen de ponernos nerviosos con mentiras.

Sacar de quicio

¿Le queda claro a los lectores? Los argentinos no estamos enojados con la inflación, tampoco con tantos cepos a esto y a lo otro, ni por los problemas de inseguridad ni porque en la residencia oficial se hayan hechos cumpleaños en la época más brava de la pandemia. No pasa por ahí la cosa. Nos resbala que no haya creación de empleo genuino en la actividad privada. ¡Avíspese, ciudadano!

Por Dios, ¿a quién le interesa que la Justicia sea más independiente del poder político, o que no haya trabas para las exportaciones, y mucho menos que se logre un acuerdo razonable para reencaminar la deuda con el FMI a fin de que en el mundo dejen de considerarnos deudores endémicos.

Lo que de verdad molesta e irrita al país es la prensa que no sabe comprender a este gobierno.

El escarmiento

Un intendente oficialista del Conurbano bonaerense, Mario Ishi, advirtió de que va a llegar el momento en que la gente haga tronar el escarmiento contra los medios por dar sólo "noticias negativas y por atacar al Gobierno".

Según Ishi durante la larguísima cuarentena a la gente no le quedó otra que ver televisión y ahí los envenenaron de malas noticias. "Quiero pedirle por favor a los medios que tengan piedad del pueblo", dijo el mandamás sempiterno de José C. Paz, el mismo que -hace unos meses- una cámara oculta lo grabó admitiendo que en ambulancias del municipio "se vendía falopa".

Los medios de comunicación, ha razonado la Vicepresidenta, "amargan, irritan y ponen histéricos" a los ciudadanos "por cuestiones que ni siquiera son verdad o están completamente tergiversadas". Ella no aclara, pero debería hacerlo, si dentro de esa clasificación incluye al pool de medios que son favorables a la acción del Gobierno.

Malditos controles

Un gobierno que es adicto a condenar a la prensa debería tener en cuenta la diversidad de medios que hay en la Argentina, lo cual le facilita al ciudadano elegir lo que más le conviene leer, ver o escuchar para estar informado o para formarse una opinión.

Los visionarios que hace unos siglos redactaron las constituciones liberales de los países más adelantados sabían de que hablaban cuando le otorgaron un papel preponderante a la libertad de expresión y a la prensa a fin de que controlaran al poder de turno. Eso es algo que le da en el hígado a los políticos de todas las expresiones, pero en particular a los que tienen una veta autoritaria.

El poder del Estado es extraordinariamente potente. El aparato estatal cuenta con tal cantidad de elementos a su alcance (para hacer el bien, pero también el mal) que es imprescindible que exista una especie de contralor o contrapoder civil, que es el que por mandato de la Constitución ejerce la prensa, para tratar de evitar que un gobierno se transforme en una autocracia. Y para que además ausculte cómo se están manejando los dineros de los ciudadanos.

Eso es lo que molesta tanto a la mayoría de los gobiernos: no poder hacer y deshacer a su antojo.