Análisis y opinión

"Lo lindo" de tener a Boudou de vice y no a tipos como Cobos

Cuando asumió su segunda presidencia, Cristina Kirchner se congratuló de tener en Amado Boudou a un vicepresidente afín. Su relación con el anterior, Julio Cobos, había sido un shock para los K

"No saben lo lindo que es tener un vicepresidente", batió exultante Cristina Kirchner al asumir en diciembre de 2011 su reelección presidencial avalada por un arrasador porcentaje del 54% de los votos. Se refería, claro, a Amado Boudou, quien acababa de jurar como la segunda autoridad de la Nación.

Ella se había decidido por Boudou seis meses antes, sin consultarlo con nadie, y lo había anunciado como su compañero de fórmula en un acto aparatoso que se transmitió en cadena desde la residencia de Olivos el último sábado de junio de 2011. Fue en medio de un besamanos plagado de fingimientos porque eran muchos los que aspiraban a ese puesto,

Cristina dejó sentado que ya no volvería a padecer como vice a un "traidor" como Julio Cobos, aquella pesada equivocación de su esposo Néstor Kirchner, quien creyó que el mendocino iba a ser un político manejable en esa coalición "transversal" con radicales, movimientos sociales, organismos de derechos humanos e intelectuales de izquierda, que el matrimonio imaginaba como una superación del viejo peronismo, al que definían, con desdén, como el "pejotismo".

Guerra al yuyo

En 2008 cuando el tandem Cristina-Cobos todavía no cumplía siete meses en el cargo, lapso en el que ella había ninguneado sin pudor a su vice, la Presidenta desató "la guerra del campo" con los productores y exportadores de soja. Y las cosas se le fueron de las manos.

Cristina pretendía subir de manera desusada las retenciones por exportaciones de granos, en particular de la soja, a la que ella llamaba despectivamente "ese yuyo". En pocas semanas la situación adquirió niveles de tensión política insoportables en medio de paros y cortes de rutas. Y hubo un dato clave: la clase media dio un implícito apoyo al campo.

En ese marco, Cobos tomó una decisión que fue una bisagra en su gestión de vicepresidente. La ley con las nuevas retenciones terminó empatada en el Senado. El mendocino debió desempatar y no lo hizo a favor del kirchnerismo. Eligió lo que él llamó "la paz social", lo cual generó el quiebre de la coalición de los radicales con los Kirchner. Cobos se negó a renunciar aduciendo que había sido avalado por el voto popular como vicepresidente de una coalición y que él había sacado tantos votos como Cristina. Todos creyeron que iba a terminar destrozado, pero se bancó los insultos, las amenazas y una feroz tarea de demolición. Pero fue vicepresidente hasta el último día del mandato.

Cobos, sin embargo, ha seguido su carrera política hasta hoy. Camina por las calles sin problemas y nunca ha tenido que transitar los tribunales por denuncias de corrupción. Boudou, en cambio, antes de cumplir tres años como vicepresidente ya acumulaba 10 causas judiciales en el fuero penal federal.

Amado, bon vivant

Audaz, vivaracho, acomodaticio, Boudou mutó sus ideales liberales universitarios en la Ucedé de Alsogaray cuando descubrió que la política era algo así como la tierra prometida. Y que el peronismo debía ser la meta.

Ya había sido disc jockey, organizador de recitales de rock, se había licenciado en Economía y había administrado dos empresas privadas de recolección de residuos. Este último puesto fue clave porque lo vinculó con el mundo político del conurbano bonaerense y lo eyectó a su primer cargo como secretario de Hacienda en el Municipio de la Costa. De ahí saltó a la paponia: fue titular de la ANSES, esa caja fenomenal de la política que sirve para todo y luego ministro de Economía de la Nación.

Hizo tramoyas varias (con autos, propiedades, falseó documentos) mientras preparaba su obra maestra: quedarse con el 75% de las acciones de la firma Ciccone Calcográfica, principal proveedora de billetes de la estatal Casa de la Moneda.

La opereta

Ciccone había caído en quiebra y, según ha quedado ampliamente probado por la justicia, Boudou y un grupo pequeño de amigos montaron una opereta para cooptar y resucitar a Ciccone. Y, claro, quedarse con ella. Para eso utilizaron sus influencias a fin de que la AFIP de Ricardo Echegaray, otro ex liberal que había estudiado con Boudou en la Universidad, le hiciera un plan excepcional de pagos a largo plazo que permitiera levantar la quiebra y a través de una empresa fantasma llamada The Old Fund apropiarse de la ex Ciccone que rebautizaron como Compañía de Valores Sudamericanos.

Era el sueño del pibe. Se salvaba de por vida y por varias generaciones. Como la Casa de la Moneda había pedido un permiso especial a Economía para comprar nuevos equipos de impresión que les permitiera no depender de privados, Boudou, como ministro, bloqueó el aval para dicha operación, con lo cual se aseguraba que tuvieran que seguir dependiendo de la ex Ciccone que ya estaba llegando a sus manos. Pero todo se desbarató y los resultados los conocemos.

En 2018 Boudou fue condenado a 5 años y 10 meses de cárcel por cohecho pasivo y negociaciones incompatibles con la función pública. Ahora la Corte Suprema de Justicia acaba de dejar en firme la condena. Ya no le quedan instancias de revisión. Dos fiscales de ejecución penal acaban de pedir que se revoque la detención domiciliaria y que vuelva a prisión común en 5 días.

Alberto Fernández no se ha expresado sobre Boudou, pero su jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, dijo que el proceso judicial contra Boudou estuvo "plagado de irregularidades y arbitrariedades". La Cámpora y el gobernador Kicillof se expresaron en términos similares.

Una variopinta juntada de kirchneristas de segunda línea ha llamado a una protesta ante la Corte Suprema. Tome nota, lector, del lema que los moviliza. Dice así: "Las cárceles no son para los compañeros y si tocan a uno, nos tocan a todos".

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