Análisis y opinión

Las sorpresas de los jueves las ofrece la portavoz de la Rosada, Gabriela Cerruti

A la portavoz de la Casa Rosada, Gabriela Cerruti, se le confunden algunos roles. A veces parece la vocera de sí misma

Uno trata de entender a Gabriela Cerruti (56), la vocera de la Casa Rosada. Te la debo ser la portavoz del gobierno de Alberto Fernández. Un relato de cierta coherencia es casi imposible en esa administración.

A esta dama le suele jugar en contra cierto tono de "gallita" por el que a veces se deja ganar. Ocurre cuando imposta demasiado el rigor que quiere mostrar al auditorio.

En su conferencia de prensa de este jueves (20/01) ella dictaminó que el rubro "crónicas de viajes", como lo definió, está terminado. "Pasemos a otro rubro periodístico porque ese no da para más", reclamó. No se habla más de las vacaciones en el exterior de los funcionarios. Y sanseacabó, diría Máximo Kirchner.

Un osado repreguntó: ¿No hay instrucciones del Presidente para Luana Volnovich y Martín Rodríguez, las máximas autoridades del PAMI que se fueron juntas al Caribe y desataron un escándalo político?

¿Instrucciones?, inquirió la vocera, desafiante y frunciendo el ceño. "No sé por qué el Presidente tiene que darles instrucciones. No sé por qué usted supone que el Presidente tiene que darle instrucciones a alguien. Mi respuesta es que el tema está terminado". En el afán de que no se le desbandara el hilo del relato, terminó metiendo en un berenjenal innecesario al jefe de la Rosada

Amonestar a los periodistas es uno de los ítems preferidos de varios funcionarios, sobre todo cuando los de la prensa se ponen pelmazos y dejan en evidencia las trabas que tiene el primer mandatario para tomar decisiones sobre la marcha de la economía y respecto a funcionarios que están bajo el ala del kirchnerismo duro.

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Gabriela Cerrutti (56), vocera del gobierno nacional.

Gabriela Cerrutti (56), vocera del gobierno nacional.

Primera persona

Un portavoz de Gobierno tiene que lograr una misión dificilísima: transmitir a la ciudadanía con profesionalismo los puntos de vista del Presidente y de su gabinete, para lo cual no sólo debe tener una ligazón política muy particular con el mandatario y sus principales espadas para poder contar con mucha información, sino también porque debe manejar un timing singular para no mezclar la versión del Presidente con la suya propia.

El ciudadano común debe sentir -cuando escucha hablar a un portavoz de Gobierno- que le están dando la visión del Gobierno sobre la agenda política. Con Cerruti pasa que a veces olvida que es la portavoz y se pone ella en primera persona. Uno se da cuenta que está dando sus propios puntos de vista de militante peronista o por lo menos que está haciendo agregados.

Son las ocasiones en que opta por barnizar el speech con su "tono" político personal. Y en eso debería ser más aséptica. Por ejemplo, en aquellas ocasiones en que elige ser tajante. Ese es un grado de la comunicación política que debe ser manejado con sentido milimétrico.

La doña

Pues bien, la vocera cae en la trampa de la señora de barrio o la militante. Y ahí es cuando aparecen en pantalla demasiados rictus y mucho lenguaje gestual con los que Cerruti denota molestia y revela más necesidad de aplomo.

Se le notan sus años de actividad legislativa, esos donde nunca brilló, pero en los que tampoco pasó totalmente desapercibida. Fue ese tiempo donde aprendió el ejercicio monocorde de la chicana partidaria y transitó el debate legislativo de vuelo intermedio. Y en los que dejó de lado su fe periodística.

Cerruti se hizo conocida a comienzos de los años ´90 por algunas de sus investigaciones periodísticas. Pero fue su libro El Jefe, sobre Carlos Menem, que vendió 19 ediciones, lo que la llevó a ser considerada alguien con futuro. Optó sin embargo por embarcarse en la política partidaria y a dejar en el olvido su relumbrón periodístico.

Eso se comprobó cuando hubo que esperar hasta 2010 año en que concretó otra investigación en forma de libro. Este fue sobre Mauricio Macri y se llamó El Pibe. Negocios, intrigas y secretos del hombre que quiere ser presidente. De la periodista quedaba poco y nada. De la militante, mucho y no siempre bien aprendido.

Si esto de ser portavoz gubernamental terminará siendo una reinvención de la Cerruti está por verse. Por ahora viene verde, raro, como encrespado.