Ya nadie sabía qué hacer con Eva. Estuvo oculta más de un año. La Marina propuso quemarla.
El Ejército quería que tuviera una sepultura cristiana pero no en Argentina. La Santa Sede ayudó al general Aramburu para que esto sucediera.
La "operación traslado" comenzó en enero de 1957, con el coronel Héctor Cabanillas. La Iglesia sugirió que debían presentar el caso como un "gesto humanitario de preservación" del cuerpo.
El superior de la Compañía San Pablo, el padre Giovanni Penco trabajó en los oficios secretos. Sugirió que Eva sea trasladada a Italia bajo una identidad falsa. La llamaron María Maggi de Magistris.
Con documentación falsa, consiguieron los permisos. Así, el cadáver de Evita fue retirado del SIE y entregado a una funeraria.
El 23 de abril de 1957, el cuerpo partió rumbo a Génova, custodiado por un oficial de la SIE y el el coronel Hamilton Alberto Díaz, ambos con nombres falsos.
El cadáver de Eva Perón fue enterrado el 14 de mayo de 1957 en la sepultura 41 del sector 86 del cementerio Maggiore, en el barrio Mussoco de Milán, como "María Maggi de Magistris".
En la Argentina, nadie sabía sobre la operación y el cadáver de Evita era un misterio.
Durante años, el peronismo reclamó el paradero del cadáver de Eva.
Recién en mayo de 1970, cuando Montoneros secuestró al general Aramburu, éste confesó que Eva había tenido la sepultura cristiana que merecía y que estaba protegida por el Vaticano, pero no dijo nada más.
Entonces, el rescate del cuerpo de Evita se volvió una misión para Montoneros.
Lanusse, presidente de facto desde marzo de 1971, decidió la restitución del cuerpo de Eva a Perón.
Dos oficiales de inteligencia contrataron un servicio fúnebre en Milán para el traslado del cadáver a España. El chofer creía que trasladaba el cuerpo de María de Magistris. Cuando el coche estaba cerca de Madrid, lo apartaron del volante, y se dirigieron a la casa de Perón.
En la residencia estaba Jorge Rojas Silveyra, embajador argentino en Madrid y quien mantenía la negociación con Perón, para efectivizar la entrega del cuerpo, que había sido ocultado por casi 16 años.
El doctor Pedro Ara, quien la había embalsamado, confirmó que se trataba de Eva.
Perón la vio pálida, amarilla. Ara advirtió que había un aplastamiento en la nariz, además de dos ligeras marcas en la frente, del lado derecho. Las mejillas, los labios, el mentón conservaban la misma forma. La túnica mortaja era más corta. Ahora se podían ver los pies. Pero las puntas de los dedos estaban maltratados a causa de roces o presiones. Los brazos mantenían la misma postura, como lo había dejado en 1955. En la parte superior habían quedado huellas de los choques del cuerpo con los costados de la caja.
El cadáver permaneció desde ese 3 de septiembre allí hasta que se decidió trasladarla a Buenos Aires.
El cadáver de Evita llegó a la base de Morón y luego, en un avión militar, aterrizó en Aeroparque el 17 de noviembre de 1974, después de la muerte de Perón, en un operativo secreto coordinado por López Rega.
El cadáver fue colocado en una pequeña cripta en la residencia de Olivos, junto al de Perón.
En octubre de 1976 el general Jorge Rafale Videla ordenó que se la llevaran y Eva fue trasladada al cementerio de la Recoleta, donde hoy descansan sus restos.
Fuente: Infobae y Marcelo Larraquy es periodista e historiador (UBA).