Análisis y opinión

¿Hay políticos profesionales y avispados trabajando para después de las elecciones?

Defender la gobernabilidad del país es hoy un asunto central. El desafío le cabe a oficialistas y oposición. Sería un gran inicio lograr un pacto de convivencias políticas mínimas

Más de un analista ha sugerido en los últimos días que, tanto en la tramoya del oficialismo como en los entresijos de la oposición, hay políticos de uno y otro lado que están trabajando para después de noviembre sea cual sea el resultado de éstas PASO que algunos llaman "la primera vuelta", y de la general del 14 de noviembre a la que califican de "falsa segunda vuelta". En los pueblos solía decirse que no hay nada mejor que un susto para despertar a un mamado.

Si eso es cierto, si de verdad hay políticos tendiendo desde ahora redes de contención para después de las elecciones, sería una muy buena noticia.

El Gobierno tiene que salir de la lógica de la confrontación eterna, algo que ya se discute incluso en algunos conciliábulos de La Cámpora. Y la oposición, si es previsora, debe abonar la tesitura de ir apaciguando los ánimos políticos para llegar con un terreno no excesivamente minado a las presidenciales de 2023. Eso de que "cuanto peor, mejor" es algo que sólo cuadra en la mente de los trotskistas.

Fidelidad en crisis

Ese puñado de hombres y mujeres que estarían actuando como políticos profesionales y previsores, parecen haber entendido que la gobernabilidad es un asunto central en la Argentina y que las coaliciones son y serán el modo de hacer política ante la pérdida de la otrora fuerte fidelidad del votante a un partido determinado.

Estos despabilados -frutos del susto al que aludíamos en el comienzo- son los que creen que no favorece a un país que haya un gobierno débil ni tampoco una oposición desperdigada.

El ex presidente uruguayo Julio Sanguinetti acaba de afirmar que "es muy extraño que se dé un gobierno, como el de la Argentina, donde el presidente no es la cabeza". Y en nuestro país ha sonado mal que Mauricio Macri haya expresado que no hay nada que dialogar con el kirchnerismo, cuando en realidad sí hay mucho que discutir para encaminar al país o por lo menos para frenar la caída al precipicio.

¿Y ahora?

Hemos llegado al final de la campaña para las PASO 2021 y comprobado, repasando los libretos de esa contienda, que en los espiches de los precandidatos no está explicitada la idea de que el oficialismo y la oposición deben hacer acuerdos mínimos de gobernabilidad o de que eso vaya a ser favorecido por el trabajo legislativo de esos futuros legisladores.

Hablamos de pactos simples que contengan las principales líneas de acción para sacar a la Argentina de la postración. O, si se quiere de poner más claridad a través de un conjunto acotado de políticas de Estado donde el país figure a la cabeza de los principales proyectos. Hoy al tope están las facciones.

La salida de la pandemia ya no será el tiempo de Cristina ni de Macri. No es que se vayan a jubilar para dedicarse a los nietos. Pero ambos se han empezado a chamuscar en el fuego que ellos mismos prendieron. Y la Argentina ha empezado a desconfiar de ambos. Y ese es un temor que no pueden esconder.

Hay susto electoral porque nadie asegura el triunfo, sobre todo en la general. Cristina es una maestra en eso de eclipsarse en determinados momentos políticos. A Macri le falta más cintura.

Los acuerdos básicos que necesita la Argentina, y que podrían estar sucediendo entre bastidores, deben trascender el momento de las elecciones. Por eso sería excelente que se estuviera trabajando al margen de los fuegos artificiales de la campaña, repleta hoy de pavadas y de ardores de cartón.