Análisis y opinión

Estamos montados sobre una fábrica de pobres

El INDEC dará a conocer la primera cifra de pobreza en la Era Milei. Cómo dar un debate más justo y afilar el diagnóstico. Lo que más creamos en 40 años fue miseria

Este jueves se conocerá el índice de pobreza. Los primeros seis meses del gobierno de Javier Milei, medidos de la mano de uno de los indicadores más dolorosos que se pueden observar en el país -y en cualquier país-. Es importante porque el INDEC lo releva sólo cada medio año, o sea que será la primera cifra oficial de pobres desde que empezó esta gestión. Se cree, por las tareas del Observatorio de la Deuda Social, de la Universidad Torcuato Di Tella y de otras entidades, que rondará entre el 51% y el 55%. Otras estimaciones hablan de un número mayor.

Ahora, ¿qué tanto nos dice ese número acerca del rumbo de la Argentina? ¿Qué tanto nos habla de la realidad, de la vida adentro de la pobreza, de lo que vendrá para esos argentinos y de lo que tiene que hacer este gobierno para combatirla mejor? ¿Qué explica por sí sóla esa cifra acerca de cómo podemos optimizar la gestión económica, laboral y política? ¿Qué nos dice sobre qué hay que tocar para hacer al número menos tenebroso?

Bueno, nos dice bastante poco. Ustedes mismos habrán visto cómo la cobertura de los medios de comunicación, cada vez que este indicador ve la luz, es básicamente titular el tema con esos datos, desmenuzar algún que otro número más, hacia adentro de los relevamientos y, en cualquier caso, hacer comparaciones con los meses previos para profundizar la noción. A lo sumo se agregarán un par de notas relacionadas. En comedores o en centros de asistencia o con los que duermen a la intemperie. Pero no mucho más que eso.

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¿Cómo hacer, entonces, que el recorte de la realidad sea más amplio, más valioso? ¿Cómo hacer, sobre todo, que hablar de pobreza en un país recontra pobre sea realmente significativo y no algo casi inútil y pasajero, como parece serlo hoy? ¿Cómo poner sobre la mesa el hecho de que la Argentina ha perdido la guerra contra la miseria, aun cuando pone cada vez más plata en pelearla y aun cuando, en el medio, ha cambiado tantas veces de signo político y de estrategia?

Quienes han dado en la tecla en ese sentido, al menos un poco, son los miembros de la Fundación Pensar; ese espacio que responde al PRO y a Mauricio Macri, pero que aun así elabora trabajos interesantes y hasta autocríticos para con la gestión de Cambiemos en la presidencia. Lo que publicaron este lunes fue un informe rupturista: La Deuda Social de la Democracia. Dice, lisa y llanamente, que estamos montados sobre una fábrica de pobres. Desde 1983 hasta hoy, nos hemos convertido en una fuente de miseria. Una de las más grandes de Latinoamérica, de hecho.

La investigación muestra que desde la asunción de Raúl Alfonsín hasta nuestros días, nacimos 17 millones de personas en este país. De esos 17, 14 millones son pobres. Ese es el dato brutal. 14 de los 17 millones nacieron, crecieron, permanecen (y algunos muy probablemente morirán) pobres.

Mientras que sólo 3 millones gozan de un rótulo que en otras latitudes tal vez ni exista. Son “no pobres”.

Eso quiere decir que cerca del 83% de los argentinos paridos en democracia es una persona triste.

O al menos una persona necesitada, incompleta. El 83 desde el 83.

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Medición de pobreza desde el retorno democrático.

Medición de pobreza desde el retorno democrático.

El dato es significativo por muchos motivos. En primer lugar, por lo elevado y diferencial del número que arroja. Es mucho mayor al 50% que se mide normalmente y mayor incluso al 70% de pobreza infantil, que es “el problema dentro del problema”. Y esto no sólo es trascendental porque muestrea un conflicto de mayor dimensión al que esperábamos, sino porque además brinda un mejor recorte de la realidad. Habla de la nueva estructura de la pobreza nacional. Y ofrece un modelo, quizá más acertado, de a qué puede parecerse el futuro de esa pobreza nacional.

El segundo punto valioso de este estudio es que nos muestra un problema atemporal y transversal a las diferentes facciones políticas, que es lo que efectivamente es la pobreza. Uno de los inconvenientes fuertes que tenemos como sociedad es que buscamos endilgarle los problemas a determinados períodos de la historia: aquello fue por el peronismo; esto ocurrió por el macrismo; aquel otro inconveniente lo dejó el menemismo. Y así... la década ganada, la década afanada... Hay muchas de esas visiones que son correctas, pero también hay otra manera de mirar que, al despejarnos las anteojeras partidarias, puede ofrecernos otras conclusiones.

Y eso hay acá. Porque muestra un cuadro condensado de los últimos 40 años y su impacto en la calle.

Entonces, he ahí su valor. Habilita una mirada más completa y más compleja del número que vamos a conocer este jueves. Cuando salga el índice de pobreza del INDEC, muchos le van a apuntar directo a la yugular de Javier Milei y en buena medida tendrán razón; porque la cifra es la primera que mide el arranque de su gobierno y eso implica que, relativamente, "es toda de él". A eso hay que sumar que, se sabe y es obvio, la pobreza aumentó en estos meses.

Ahora, a eso que ya sabemos hay que agregarle al menos dos datos que lo matizan. Y este que estamos compartiendo es uno de ellos. De acá venimos; de esas cifras, y no de otro lado. De una pobreza "estructural" mucho mayor incluso a la que imaginábamos y contemplábamos en el radar.

El otro dato sobre el mileismo y el manejo de la carencia es central. Implica poner sobre la mesa que esta gestión aumentó las partidas de ayuda social muy por encima de la inflación. Y es llamativo eso en un Gobierno que sabemos cómo piensa en términos fiscales y que reconocemos cuán inflexible puede ser en ese axioma del gasto, aún cuando sus decisiones vayan contra necesidades básicas de los más vulnerables.

Es decir: aun pensando como piensa, Milei otorga Asignaciones Universales –que son un elemento importantísimo para las clases más postergadas- 484% más altas que las que se pagaban en julio del año pasado, según estimaciones privadas. Eso es un 250% por encima de la inflación; que interanualizada es de 238 puntos. No es un dato menor: 250% más.

La Tarjeta Alimentar también subió: 137% en lo que va del año. Eso es casi 40 puntos por encima de la inflación acumulada.

Marco esto por tres cosas: primero porque es un buen dato sobre cómo se comporta la gestión Milei ante el dilema del hambre –a pesar de errores que ha tenido como el del extraño acopio de alimentos en Tucumán y en Buenos Aires-. Y es importante tenerlo en cuenta ante su primer dato oficial de pobreza; el primero de los ocho que lo van a auditar hasta 2027. Milei sabe, entiende, cuanto valen en realidad esas herramientas que mucha gente desprecia y quisiera eliminar.

Segundo, es importante marcarlo porque no se publicita mucho esta actitud del oficialismo, y sinceramente hace al debate bastante más justo. Demuestra que incluso un gobierno anarcocapitalista -”minarquistas” se dicen ellos: el Estado al mínimo-, respeta el valor de estos instrumentos y hasta los sube por encima de la inflación. Porque entiende que son necesarios para evitar una catástrofe o para achicar la que ya tenemos. Incluso yendo en contra de su propia regla de oro: no gastarás.

Y tercero, lo rescato porque el futuro de esta problemática está efectivamente en las manos del Presidente y seguramente lo sucederá en el tiempo. Es decir, el conflicto persistirá pasados estos cuatro años. Si logran acomodar la macro, si logran equilibrar las cuentas, que es su objetivo principal, el próximo desafío igualmente será bajar ese número de 25 millones de pobres. La necesidad es que sus metas fiscales y de reestructuración logren impactar mucho y cuanto antes en este cuadro social.

Este jueves, cuando se conozcan las cifras “oficiales” de pobreza, cuando se hable de un simple número y algunos lo reduzcan a culpas de esta gestión o a culpas de la anterior, sepamos que hay mucho más detrás.

Que está todo esto: la sombra del 83. El 83% de pobres que nacieron en democracia. Los 14 millones de pobres que parió la Argentina en los últimos cuarenta años. La batalla que parece perdida. Los interrogantes sobre cómo ganarla.

La terrible fábrica de pobres sobre la que estamos montados.

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