Con la fórmula Fernández-Fernández la expresidenta busca aglutinar a la mayor parte del peronismo bajo el lema de "todos contra Macri".

Ahora hay que seguir con atención los movimientos de Juan Schiaretti, que con la extraordinaria elección que hizo en el segundo distrito electoral del país, ha conseguido los pergaminos como para ser un actor fundamental en el peronismo no kirchnerista.

También hay que mirar al resbaladizo Sergio Massa. El intelectual y operador político cercano al tigrense, Julio Bárbaro, nos aseguraba en el programa Medio Día (Nihuil) que de ninguna manera estaría coqueteando con el cristinismo. Sin embargo, Massa fue uno de los primeros en saludar con beneplácito a la flamante fórmula y derrochar elogios hacia Alberto Fernández. 

Es sabido el pragmatismo peronista, pero además, al hombre que impidió la rerré de Cristina lo apura su ambición de ser sí o sí. Es probable que a Massa lo tienten con una candidatura a la gobernación de Buenos Aires, siempre que sume agua para el molino de los Fernández.

Lo cierto es que con la muñeca política de Alberto se abre una instancia de negociación de listas con todos los sectores para achicar las posibilidades de división del peronismo y perforar el techo electoral de Cristina cercano al treinta por ciento.

La movida de la expresidenta acelera los tiempos en las definiciones de las alianzas, como una suerte de retruque a la propuesta de Alfredo Cornejo, que venía apuntando a ampliar Cambiemos para que peronistas y otros sectores se sumaran a un frente capaz de doblegar a Cristina.

Apurados por la realidad

"No hay que descartar que Macri no sea el candidato", fue la frase lanzada por el presidente nacional del radicalismo en un foro realizado en Buenos Aires, que gatilló la reacción macrista ratificando la candidatura a la reelección presidencial.

Pese a las críticas  que recibió Cornejo, reflejadas en medios porteños, el mensaje que dejó el mendocino para adentro y fuera de Cambiemos fue un cimbronazo suficiente como para ir explorando distintas alternativas. Por ejemplo, presentar una fórmula radical con Martín Lousteau a la cabeza para librar una primaria con Macri.

Tampoco fueron pocos los elogios, como los del radical díscolo, Ricardo Alfonsín, o del gobernador socialista de Santa Fe, Miguel Lifschitz, quien resaltó el tono "realista" de Cornejo.

Todo forma parte de la antesala de la Convención radical del 27 de mayo, que dará mandato a una comisión negociadora para definir la estrategia electoral. La resolución de la Convención radical bonaerense, que acaba de definir por unanimidad su pertenencia a Cambiemos, ya es todo un signo de lo que puede suceder. 

Alberto al Gobierno, Cristina al poder

La fórmula de los Fernández, ya sea por inesperada, competitiva o por absurda, da para analizarla en diversos aspectos.

Lo primero que surge es que nadie cree que en el caso de que ganen las elecciones, sea Alberto el que conduzca las decisiones de fondo. 

Ya advertíamos en nuestra anterior columna que si llegaba a la presidencia un kirchnerista de menor peso que Cristina nos encontraríamos ante un doble comando. Pero con esta alquimia, lo que tendríamos es más que eso: sería un desplazamiento del poder real hacia la vicepresidencia, que a su vez ejerce la titularidad del Senado de la Nación.

Eso sí, el desgaste de la gestión concreta, el día a día, los problemas y dramas con que deberá lidiar el próximo gobierno recaerán en "el otro", es decir, en el poder formal. "Los errores son tuyos, los aciertos sólo míos".
Y en el caso de no salir victoriosos, Cristina no sería apuntada como un mariscal de la derrota, porque siempre estaría a mano la conjetura contrafáctica de que distinto hubiera sido el resultado si ella encabezaba la fórmula.

De todos modos, con cualquier resultado, Cristina se asegura una cantidad importante de diputados y senadores leales, para mantener caudal político y la inmunidad de arresto frente a los múltiples procesos judiciales. Ya tiene cobertura parlamentaria hasta 2023 y, si se quedara con la vicepresidencia, sería mucho más complejo su eventual desafuero, ya que deberían bajarle el pulgar mayorías especiales en las dos cámaras.

Y al mismo tiempo esa inmunidad le serviría de blindaje ante la flojita moral de los miembros de la Corte que pueden darse vuelta a la primera de cambio. Sin renunciar al "vamos por todo", la idea sería asegurarse una cuota de poder para nada desdeñable que le dé credenciales para dar la pelea judicial.

Quién diría

Si bien la operación Fernández-Fernández es celebrada por el kirchnerismo como un "renunciamiento histórico" de Cristina o como un "gesto patriótico", de cara al electorado es difícil pensar que sume más votos que lo que ella arrastra con su propia figura. 

Más allá de lo que ocasiona en sus apasionados devotos, y en los seguidores por conveniencia, la jugada ofrece demasiados flancos vulnerables a la crítica. Por una parte, la incredulidad de bajarse sólo en apariencia, y por otra, que el elegido sea justamente el Fernández más crítico de lo que fue el gobierno que encabezó la expresidenta.

El exjefe de gabinete de Néstor es uno de los que explica de manera más letal el ciclo cristinista después de que lo eyectaran a él del gobierno tras la crisis del campo. Alberto da cuenta de desmanejos económicos, decandencia moral y se refiere a la personalidad de la líder en forma demoledora. Suele repetirse como un latiguillo que nadie es capaz de resistir su propio archivo, pero los videos que se han viralizado con testimonios del hombre en cuestión son muestras flagrantes de una contradicción difícil de salvar. Los diestros en redes sociales se están dando panzadas con memes y chanzas de todo tipo.

Pero la política es el arte de lo posible, reza la alegoría atribuida indistintamente a Aristóteles, Maquiavelo o Bismarck, y parafraseada impunemente por Carlos Menem. 

Es que el grado de penurias de los más pobres y la decadencia de la clase media durante la gestión actual, da hasta para que Cristina siga siendo la figura política de estos tiempos. Mauricio Macri la revivió, por decisión propia al elegirla como blanco, y sin suponer que con las políticas que viene aplicando, él mismo sería el artífice del crecimiento de su rival hasta convertirla en una real amenaza para su obsesión reeleccionista.
Quién lo hubiera imaginado después de las elecciones de 2017. Macri lo hizo.