Después del acuerdo de la deuda, que el presidente Alberto Fernández celebró con un tono mesurado, empieza a despejarse uno de los principales obstáculos para iniciar el complejo camino de la recuperación  económica.

Sin embargo, subyacen otros problemas persistentes, que no se resumen en la falta de un plan consistente u otros factores de índole económica. La base de las crisis estructural argentina es política, con pandemia o sin ella.

No hay que desconocer que la cuestión económica es crucial y es la que perfila nuestra calidad de vida, pero  es resultado del conjunto de decisiones y acciones de la política, fuente condicionante de todo el sistema.

El proceso de reestructuración de la deuda, si bien tiene capítulos pendientes y la negociación con el FMI dista de estar resuelta, al menos permite un desahogo de los próximos vencimientos y les ofrece un paraguas a las mejores condiciones de pago que están buscando provincias como Mendoza. Así lo describió el ministro Lisandro Nieri en una entrevista con Radio Nihuil.

Un buen acuerdo se hace imperioso, porque la caída de los ingresos de la Provincia como efecto de la pandemia llega a diez mil millones de pesos hasta la fecha y es imprevisible qué pueda pasar en los próximos meses, apuntó Nieri.

Según el relevamiento de las expectativas del mercado (REM) la caída del PBI este año llegará a 12,5 por ciento, pero con una mejora en el último trimestre, lo que atenuaría hacia fin de año la brutal pérdida de empleos registrados con un saldo 409 mil puestos menos en 12 meses.

En un contexto de creciente deterioro de la situación general, lo esperable es que todo el Gobierno nacional ponga proa hacia un programa económico creíble y capaz de movilizar la fuerzas productivas para que los esfuerzos no mueran en slogans remanidos. El propósito de Alberto Fernández de fortalecer un perfil "exportador agroindustrial" es loable, el asunto es cómo lo impulsará. 

Las asignaturas a resolver son acuciantes y, para peor, todavía no está claro el horizonte mientras permanezcan diversas actividades restringidas por la interminable cuarentena.

La casa no está en orden


Las condiciones políticas no son las mejores para Alberto Fernández, quien viene haciendo gala de su ambivalencia en aras de mantener los equilibrios internos. No se vislumbra un golpe de timón del Presidente que le permita generar un liderazgo convocante, no sólo en la coalición gobernante, sino como mensaje hacia la oposición y principalmente hacia todos los actores que intervienen en la economía del país.

Tras el arreglo con los acreedores, lo que podría ser el hecho político más significativo desde que asumió este gobierno, otras movidas de por sí polémicas del mismo oficialismo salen a disputar agenda mediática. La amañada reforma judicial impulsada por Cristina, como si se tratara de una emergencia, vuelve a agitar las aguas con más rechazos que adhesiones en diversos ámbitos, por objeciones técnicas y lo oneroso de su eventual aplicación.

Cuando el senador Oscar Parrilli sale con el  proyecto de penalización al periodismo de investigación, aprovechando la volada de la reforma de la Justicia, es difícil no pensar en la presidenta del Senado como inspiradora de la iniciativa que busca encuadrar la actividad de control republicano bajo la figura de "grupo de presión". Y, como si no faltaran voces disfuncionales, reapareció Eugenio Zaffaroni a aventurar una reforma de la Constitución para crear un nuevo "un proyecto de Estado" como respuesta a la crisis.

De otro lado de la coalición, Sergio Massa marcó su posición contraria a la ampliación de los miembros de la Corte, uno de los asuntos cruciales en el temario de la sospechada comisión consultiva del Presidente que lidera el abogado de Cristina, Carlos Beraldi.

Por si no fuera suficiente para empañar la buena nueva del acuerdo de la deuda, la vicepresidenta lanzó una andanada de tuits, furiosa con los jueces de la Cámara Federal, Martín Irurzun y Leopoldo Bruglia, que intervienen en una causa contra Mauricio Macri. "Máximo tenía razón: en ningún lugar del mundo Macri va a tener más impunidad que en la Argentina. El Poder Judicial argentino se la garantiza", dice Cristina en un tuit, lo que da otras pistas más sobre su inspiración reformista.

Para completar los inoportunos movimientos de la semana, Cristina denunció a Google por el mote que le colgaron a su nombre en el buscador en días de mayo. Cualquier ciudadano tiene todo el derecho de accionar contra los agravios, pero la proliferación de memes multiplicaron exponencialmente la difusión del contenido que había pasado inadvertido para la mayoría. 

El abogado de Cristina arguye que  busca sentar un precedente. La pregunta sería si los tiempos y las repercusiones que logra con su accionar son cuidadosamente calculadas por la expresidenta, una estratega de la política, o si su temperamento se está imponiendo a la razón.

Este es un momento crucial para cerrar  filas en el oficialismo detrás de un proyecto que sepa traccionar Alberto Fernández, después de haber cerrado exitosamente el tema de la deuda, y con los desafíos que implica el drama de la pobreza, de pymes ahorcadas y de un Estado con mínimos recursos. 

Mientras el Gobierno no empieza a resolver el frente económico, la inseguridad se ha agravado ante la crisis, la liberación de presos, y la política errática del Ministerio de Sabina Frederic, a su vez enfrentada con Sergio Berni, hombre fuerte de la Provincia de Buenos Aires. 

Los temas y problemas requieren buenas ideas, pero además firmeza del Presidente para diseñar un proyecto y acciones programáticas básicas con las fuerzas políticas de la oposición que generen consenso y acompañamiento de la sociedad. Para ello tendrá que pensar que su razón de ser en la primera magistratura del país tiene que ver con las exigencias de una tarea transformadora de la situación actual, si es que las urgencias personales de Cristina y los suyos se lo permiten.

La pobreza y el desempleo son el peor rostro de la economía, pero el camino que se bifurca en superación o decadencia está marcado por la política. El arreglo de la deuda era una necesidad para despejar el problema del default y era imperioso por todo lo que supone la reestructuración. Sin embargo, para salir de la crisis es ineludible generar las condiciones políticas que le den previsibilidad a un plan de largo plazo para el país.