Marcos Peña, el hombre que se jactaba de ser el alter ego, el gran entornador, el excluyente escudo protector de Mauricio Macri, tiene hoy el 77% de imagen negativa, lo que lo convierte en la figura política más desprestigiada del país.

Eso ubica al aún jefe de Gabinete con escuálidas chances de exhibir peso político propio cuando él y Macri se encuentren en el llano y quieran encabezar la oposición.

Peña no podrá sacar pecho ni ante los socios radicales, ni ante los que en su momento vinieron del peronismo y se sumaron al PRO, ni ante la sociedad civil. Además tendrá que lidiar con un Macri al que aún le queda bastante tiempo para terminar de lamer sus heridas.

Reacción radicheta 

Los socios radicales de Juntos por el Cambio están muy activos desde hace semanas para recuperar su personalidad partidaria que todos estos años estuvo  diluída ante el personalismo presidencial de Macri y de figuras macristas excluyentes como María Eugenia Vidal. Pero sin sacar los pies del plato de Cambiemos

También están en guardia para evitar " ideas geniales" como las del tandem Peña-Durán Barba quienes convencieron a Macri de que el peronismo, todo el peronismo no sólo el kirchnerismo, era el enemigo para hacer hocicar, no para hacerlo integrar un país más republicano. 

Peronchos republicanos

También están con la verba bien inflamada aquellos que integraron la coalición desde el peronismo no kirchnerista, desde hace ya más de un lustro, y que creyeron ver en Macri un vehículo para renovar la política argentina. 

Rogelio Frigerio, como ministro del Interior, y Emilio Monzó y  Nicolás Massot desde el Congreso nacional, entre otros, se cansaron de batallar contra "los que pedían PRO puro".  Lilita Carrió los detesta.

Intempestivos, abstenerse

De cualquier forma, y al igual que los radicales (con el mendocino Alfredo Cornejo a la cabeza) esos peronistas han insistido que no se irán de Juntos por el Cambio sino que van a "pelear hasta el final" para que esa coalición "haga la autocrítica que tenga que hacer" y revise el rumbo, según ha dicho Massot en Perfil. 

Difícil que el chancho chifle, le contestaría más de un desconfiado.

Sin embargo eso de admitir que no piensan dar el portazo, que era antes tan común en la política argentina, es un dato clave en esta nueva realidad.

La política argentina está llena de ejemplos frustrantes acerca de coaliciones que sólo duraron mientras se hacían las elecciones y después defeccionaron. Pero también de supuestos esclarecidos que actuaron como si la política hubiese comenzado cuando llegaron ellos.