La violenta e inimaginable reacción de los ocasionales "justicieros" fue al instante y al unísono. Como si lo hubieran planeado pero no, fue un acto instantáneo y natural. Casi inmediatamente uno de los cuatro hombres que observaron y fueron testigos directos de la violencia machista, se paró de su lugar, agarró la silla donde estaba sentado y se la partió en la cabeza. Casi sin inmutarse al agresor de la mujer no reacciona, tal vez shoqueado por el impacto del sillazo o por la sorpresa porque creyó que la impunidad lo iba a amparar y proteger. Pero nada de esto sucedió.
Pero los "justicieros" no se quedaron con eso y fueron por más, otro de sus compañeros le metió una patada en el pecho que lo hizo caer al piso. Una vez en el piso todos comenzaron a golpearlo y a patearlo. Todo esto ante la atenta mirada de los demás clientes que estaban en el bar que se iban alejando de la escena de la batalla.
La mujer golpeada observó todo tremendamente sorprendida y afortunadamente no intercedió.