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La adolescente que quedó presa por el crimen de su propio bebé.
El crimen de un recién nacido
En septiembre de 2011, Cassidy Goodson dio a luz en el baño de su casa. Sin asistencia médica ni apoyo emocional, la adolescente trajo al mundo a un bebé varón, al que más tarde se referirían como “Baby Goodson” en los documentos legales.
Según los informes, la adolescente, en un estado de pánico y confusión, decidió ocultar el nacimiento. En lugar de buscar ayuda, tomó la decisión de asfixiar a bebé recién nacido. Luego, escondió el cuerpo en una caja de zapatos, envuelto en bolsas plásticas, y lo colocó debajo de su cama, junto a ropa sucia, para evitar que fuera descubierto.
Este acto no solo reflejaba el desamparo de una joven enfrentada a una situación abrumadora, sino que también puso en evidencia las complejidades emocionales y psicológicas que envuelven al crimen.
La verdad del crimen salió a la luz
Días después del crimen, el olor proveniente de la habitación de Cassidy Goodson alertó a su madre. Al investigar, encontró el cuerpo del bebé y, devastada, contactó a las autoridades. La autopsia realizada al pequeño reveló que la causa de muerte fue asfixia combinada con traumatismos por fuerza contundente.
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La adolescente que quedó presa por el crimen de su propio bebé.
La atrocidad del crimen a la fiscalía de Estados Unidos a presentar cargos graves contra la joven: homicidio en primer grado y abuso infantil agravado. El caso, que rápidamente atrajo la atención de los medios, generó un debate sobre cómo el sistema judicial debería tratar a una menor en una situación tan extrema.
El fiscal reconoció la complejidad del caso, señalando que, aunque legalmente Cassidy Goodson podría enfrentar cadena perpetua, la justicia debía considerar las circunstancias únicas de una adolescente de 14 años. La defensa argumentó que actuó bajo un estado de pánico, inmadurez y falta de apoyo, factores que influyeron en su decisión.
En diciembre de 2011, se llegó a un acuerdo judicial: Cassidy Goodson se declaró culpable de homicidio involuntario, evitando un juicio por crimen. Fue sentenciada a 18 meses en un centro de detención juvenil, seguidos de 10 años de libertad condicional, una resolución que buscaba equilibrar la gravedad del infanticidio con su edad y contexto.