Este caso se remonta al 21 de julio de 1975, cuando Oscar Laureano Ortubia llevó a su mujer, Rosa Blanca Duarte, al hospital Victorino Tagarelli de Eugenio Bustos, que había comenzado con los trabajos de parto, para dar a su luz al segundo hijo del matrimonio.
La pareja residía junto a Oscar Gustavo, el primogénito de la familia, en la zona de Casas Viejas. Hasta esa noche del 21 de julio todo era alegría para este matrimonio y su hijo, y el futuro prometía más bendiciones para ellos con la llegada al mundo de otro integrante de la familia.
La primera denuncia del caso, radicada el 17 de abril de 2009 en la Segunda Fiscalía de Tunuyán, fue presentada por Laureano Ortubia con el patrocinio legal del abogado Edgardo Valles.
El viernes, el denunciante dialogó vía telefónica con Diario UNO y relató paso a paso los hechos que lo desvelan desde hace 36 años.
“Esa noche cerca de las 22 llegué con mi mujer al hospital Tagarelli porque estaba lista para dar a luz”, recordó Laureano con la voz entrecortada.
“A penas llegamos la internaron y empezó el parto”, dijo el albañil, que hoy a sus 64 años sigue trabajando para ganarse el pan de cada día.
“A la media hora de haber llegado nació mi segundo hijo”, contó “era un varón”, señaló. “Lo sé porque la partera me lo dio durante unos minutos, estaba sucio con la sangre del parto pero era hermoso. Recuerdo que era un bebé grande, que habrá pesado más de tres kilos seiscientos gramos”, apuntó. “Se veía lleno de vida, estaba bastante bien y lloraba mucho”, contó Laureano mientras de su mente surgían los recuerdos de aquel único instante en el que pudo tener contacto con su hijo recién nacido.
El hombre dijo que al cabo de unos minutos la partera, “de apellido Luffí, me lo pidió para lavarlo y cambiarlo”, dijo.
Pasaron algunos minutos y el flamante padre fue llamado por el personal del hospital sin saber que le darían una de las peores noticias que un hombre puede recibir en un momento como el que estaba viviendo. “Me dijeron que mi esposa estaba mal. Me hicieron pasar a la sala común donde estaba internada, me contaron que se les había pasado la anestesia y a mi Rosa se le había reventado un pulmón”, contó el albañil.
“Estuve con ella hasta cerca de la 1.20 de la madrugada acompañándola hasta que falleció. Yo estaba sólo con ella y no había ningún familiar mío, fue muy duro”, dijo con un nudo en la garganta.
Minutos más tarde y luego de tomar fuerzas para continuar su vida se dirigió hasta una funeraria de la zona para arreglar los trámites del velatorio. Luego “fui hasta mi casa y después llegó la gente del servicio fúnebre con el cuerpo de mi mujer para realizar el velatorio”, recordó Laureano.
“¿Mi hijo muerto?”
Al día siguiente el hombre le informaron que su hijo recién nacido, rozagante y lleno de vida, a quien horas antes había tenido en brazos “había muerto”, contó Laureano sin hallar aún hoy, a 36 años de aquel duro momento, una explicación.
“Mi hermana María Celina escuchó que había un bultito chiquito a los pies del cadáver de mi esposa, dentro del cajón”, apuntó Laureano. “Yo no lo vi, estaba destrozado por la situación y, a decir verdad, ni siquiera sabía lo que hacía ese día”, confesó el hombre con el dolor aún a flor de piel.
Un dato
Sesi años más tarde Laureano se encontró de casualidad en La Consulta con la enfermera Isabel Campos, quien le dijo que la fuera a ver al hospital Central de Mendoza porque tenía algo que contarle respecto a su hijo “supuestamente muerto, con lo que me dio a entender que mi hijo estaba vivo”, sentenció el trabajador.
“En el hospital Tagarelli nunca me dieron el certificado de defunción de mi hijo recién nacido”, agregó el dolido padre.
En el final de la denuncia radicada ante la justicia Laureano analiza que, según sabe por comentarios, en esa época sucedían cosas parecidas a su caso en el hospital de Eugenio Bustos cuando se trataba de familias humildes.
Otra denuncia
Debido a que la primera delación judicial fue archivada, hace un mes el hijo mayor de Laureano, Oscar Gustavo –actualmente domiciliado en Rosario, Santa Fe– se presentó ante la Primera Fiscalía a cargo de Alberto Giuberti, con el abogado Edgardo Valles, y denunció una vez más el hecho.
En esa ocasión se dio curso a la investigación y al mismo tiempo el fiscal sacó una compulsa a la Justicia federal. Además, envió la causa a su colega de la Segunda Fiscalía, Carla Cruzado, para que le pidiera a la titular del Primer Juzgado de Instrucción, Nancy Lecek, la exhumación del cadáver de su madre sepultado en el cementerio municipal de San Carlos.
No estaba el cuerpo
La exhumación tuvo lugar el pasado jueves 7. A poco de sacar el cajón desde el nicho donde está sepultada Rosa Blanca Duarte, descubrieron que no estaban los restos de su segundo hijo recién nacido que, según le dijeron a Laureano, estaban colocados a los pies de su mujer.
“Yo estoy seguro de que me mintieron en el hospital. Mi hijo está vivo y se lo dieron a alguien. No sé quién pero alguien lo vendió o se lo entregó a alguna persona. Lo único que quiero en esta vida es encontrarlo, sería la alegría más grande para mí”, aseguró.
En tanto, el abogado querellante apuntó: “Vamos a pedir que se investigue hasta las últimas consecuencias para esclarecer qué fue lo que pasó con el hijo de mi cliente”.