El 26 de mayo de 2012, bajo el sol abrasador de Miami, un video grabado por un transeúnte capturó una escena de horror puro: un hombre desnudo, Rudy Eugene, devoraba salvajemente el rostro de Ronald Poppo, un vagabundo de 65 años que dormía plácidamente. Una historia de canibalismo extremo que todavía sigue vigente.
Cómo pasa sus días el hombre al que le comió la cara un caníbal
La historia de Ronald Poppo, el vagabundo atacado por un caníbal, es un ejemplo resiliencia
El caníbal de Miami mordió y arrancó gran parte del rostro de Ronald Poppo durante 18 minutos interminables, hasta que un oficial de policía lo abatió de cuatro disparos.
Trece años después, Ronald Poppo, ahora de 78 años, sobrevive en las sombras de esa pesadilla, en un centro de cuidados a largo plazo en Miami. Su vida, marcada por la resiliencia y la soledad, es un testimonio silencioso de la capacidad humana para adaptarse al abismo.
El caníbal de Miami
Ronald Poppo era un hombre bien instruido que se hundió en el alcoholismo. Terminó viviendo en las calle de Miami como un fantasma invisible durante unos 30 años. Su familia creía que estaba muerto.
Aquel recordado día, descansaba a la sombra cuando el caníbal se acercó aparentemente amistoso. "Parecía un buen tipo al principio", relató en una entrevista. Pero inmediatamente lo acusó de robarle su Biblia y estalló en furia. "Me estranguló con llaves de lucha libre, me sacó los ojos y me hizo pedazos", describió.
En el ataque, Ronald Poppo perdió el ojo izquierdo por completo, el derecho quedó cubierto por injertos de piel del cuero cabelludo, su nariz desapareció y gran parte de la frente, mejillas y cejas fueron devoradas. Sufrió además una lesión cerebral similar a la de un accidente vial, una costilla rota y dos heridas de bala en el pecho.
La recuperación fue un calvario de meses. Ingresó en estado crítico, irreconocible. Sufrió múltiples cirugías reconstructivas, injertos de piel y terapia ocupacional. Aprendió a vestirse, alimentarse, ducharse y afeitarse solo, un logro modesto pero monumental para un hombre ciego y desfigurado.
Hoy, en octubre de 2025, Ronald Poppo reside en un vasto centro de rehabilitación en el sur de Miami. Su rutina diaria es un ciclo sereno de aislamiento y pequeños placeres, financiado por un fondo comunitario que recaudó más de 100.000 dólares en donaciones iniciales.
La mayor parte de su tiempo transcurre en su habitación, un refugio minimalista donde rechaza visitas ajenas a doctores y enfermeras. No hay familia cercana tras ser víctima de un caníbal. Se sumerge en la música. Toca la guitarra todos los días. Escucha la radio constantemente.




