"Cuando escapé del Inter, vine a la favela a esconderme. Regla número uno de la favela: mantén la boca cerrada. ¿Crees que alguien me delataría? La prensa italiana se volvió loca. Dijeron que me habían secuestrado, pero necesitaba libertad. No entendían por qué me iba a la favela. No era por la bebida, ni por las mujeres, mucho menos por las drogas. Quería vivir. Quería ser humano de nuevo. Esa es la maldita verdad".
"¿Sabes lo que se siente al ser una promesa? Lo sé. Incluso una promesa incumplida. El mayor desperdicio del fútbol: yo. Me gusta esa palabra, estoy obsesionado con desperdiciar mi vida. Estoy bien así, en un desperdicio frenético. Disfruto de este estigma", dijo el autor de 27 goles en 48 partidos con la selección de su país.
"En Milán pasé una navidad en la casa de Seedorf (Clarence). Llamé a casa y dije: “Estoy bien, mamá. Que tengas una buena cena'. Estaba destrozado. Agarré una botella de vodka y la bebí toda solo. Lloré toda la noche. Me desmayé en el sofá bebiendo y llorando"
Tres frases de Adriano Leite Ribeiro
El alcohol: "Tomé un vaso de plástico y lo llené de cerveza. Un nuevo mundo de diversión se abrió ante mí. Mi madre estaba en la fiesta y vio la escena. Mi padre se volvió loco. Me arrancó la taza de la mano y la tiró a la cuneta. “Yo no te enseñé eso, hijo”, dijo".
Su padre: "La muerte de mi padre cambió mi vida para siempre. Hasta el día de hoy, es un problema que todavía no he podido resolver. Toda la mierda empezó aquí, en la comunidad que tanto me importa".
Una bala perdida: "A mi padre le dispararon en la cabeza en una fiesta en Cruzeiro. Una bala perdida. Después de eso, la vida de mi familia nunca fue la misma. Yo tenía 10 años y él nunca más pudo trabajar. La responsabilidad de llevar la casa recaía enteramente sobre mi madre".