Análisis y opinión

Más pelotas y menos pantallas

Una mirada sobre crear espacios libres de celulares para fomentar el juego real, la creatividad y el derecho a la salud en todas sus dimensiones

Pienso que si el fallecido Antonio Gasalla hubiera estado activo en estos tiempos, habría generado el personaje del “joven pantalla” o tecnoadicto. Tendría sobrepeso, la columna desviada y unos dedos grandes y veloces, con ojos que no miran de frente a las personas, porque solo están fijados en su celular. Quien fue un experto en reflejar el dolor humano desde el humor hubiera podido mostrar desde la sonrisa la enorme soledad de ese personaje, hiperconectado y ansioso.

Gracias a los dispositivos móviles, las escuelas de hoy son menos bulliciosas y ha decrecido la cantidad de pelotas de papel o de trapo que se perdían en los rincones. Esto no significa que se haya reducido la violencia.

En la Argentina de más del 40% de la niñez en situación de pobreza, existen paradójicas y alarmantes cifras de sobrepeso y obesidad infantil. La Organización Mundial de la Salud considera a la obesidad como una pandemia y señala que el combo de tecnología más falta de actividad física y sobrepeso resulta letal para la salud de niños, niñas y adolescentes.

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El exceso de pantallas produce una serie de problemas físicos y mentales.

El exceso de pantallas produce una serie de problemas físicos y mentales.

Tanto esa institución como las asociaciones de pediatría argentinas recomiendan evitar el uso de celulares durante la primera infancia.

La psiquiatra Romina Abad habla de “tecnoadicciones”, expresadas en comportamientos que manifiestan un uso excesivo de tecnología hasta la interferencia en la vida diaria y el bienestar emocional. Diferencia cuatro conductas específicas: miedo a perderse algo en línea y necesidad de revisión constante de la pantalla (FOMO); temor a estar sin el celular en mano (nomofobia); adicciones a videojuegos (gaming disorder) y finalmente las adicciones a apuestas en línea, impulsados por la accesibilidad de casinos on line y aplicaciones móviles, hoy de moda. Yo sumaría la adicción a la pornografía, menos visible pero muy peligrosa.

Las plataformas digitales usan algoritmos avanzados, que nos engolosinan con contenido personalizado. Las personas liberamos dopamina con esa repetición, lo que puede crear un ciclo adictivo similar al de las sustancias. La interacción constante y el diseño atractivo de muchas de las aplicaciones invitan a quedarse en ellas y a generar conductas de dependencia psicológica y apego virtual, que alejan la atención del mundo real.

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La articulista plantea que es necesario fijar horarios y límites del uso de los celulares en la escuela y en la casa.

La articulista plantea que es necesario fijar horarios y límites del uso de los celulares en la escuela y en la casa.

Son muchos los pedagogos que ponen voz de alarma frente a esta omnipresencia de los dispositivos móviles que eleva el estrés y genera conductas de ansiedad. Las redes sociales crean una falsa sensación de conexión, impulsada por la búsqueda de aprobación a través de una socialización virtual, que a veces dificulta el desarrollo de habilidades interpersonales y fomenta el aislamiento. El resultado es previsible: chicos hiperconectados pero muy solos y en ocasiones, con pérdida de empatía.

Para mitigar estas consecuencias, es fundamental establecer límites claros para el uso de dispositivos móviles y crear más espacios libres de tecnología en la casa y en la escuela; como alguna vez se crearon espacios libres de humo frente a la adicción al tabaco.

Esto no significa prohibir, sino problematizar la situación; desnaturalizar el uso permanente para pasar a un uso reflexivo y contextualizado en una secuencia de aprendizaje. Los testimonios de los estudiantes de escuelas que hicieron la experiencia de evitar celulares son alentadores: “Me puse nerviosa el primer día, pero después me acostumbré”, “hablamos más entre nosotros”, “pude leer un texto completo en clase”, “me di cuenta de que el celular interrumpe mi concentración”, son algunos de los dichos de los adolescentes.

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Niños y adolescentes pasan muchas horas frente a los celulares. También se da el consumo de pornografía desde muy corta edad.

Niños y adolescentes pasan muchas horas frente a los celulares. También se da el consumo de pornografía desde muy corta edad.

Juan Carlos Tedesco señalaba algo que siempre vale la pena subrayar; “la escuela tiene la obligación de ser un espacio contracultural”, no debe repetir lo que pasa en la casa o lo que plantea la cultura hegemónica, no debe formar consumidores sino ciudadanos. En ese sentido, hacer un uso crítico y reflexivo de la tecnología constituye una acción necesaria de contracultura, que tiene que comenzar en la figura adulta de padres y docentes.

En síntesis, siguiendo la voz de expertos en salud mental (y aunque pueda parecerme a la maestra ciruela de Gasalla), recomendaría hoy evitar el uso del celular durante la primera infancia, hacer un uso esporádico en la escuela primaria y ocasional en la escuela secundaria, siempre intencional y con objetivos precisos. En otras palabras, para garantizar el derecho a la salud y a los aprendizajes, lo ideal sería más pelotas para el juego real y menos pantallas para el juego virtual.

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