Que cierren el pico o que lo moderen o, mejor que propongan ideas para salir del embrollo, que generen debates serios, pero que no se pongan ningún traje de luces.
Pase lo que pase el 14 de noviembre, el actual Gobierno y todos los ciudadanos argentinos tenemos un contrato firmado que cumplir. El Frente de Todos debe continuar gobernando hasta el 10 de diciembre de 2023 y el engranaje institucional debe seguir cumpliendo los plazos que manda la Constitución. Ese contrato lo hemos rubricado -simbólicamente- todos los ciudadanos, hayamos votado o no a Alberto Fernández y Cristina Kirchner.
Cómicos de la Nación
El inolvidable Tato Bores se definía a sí mismo como "actor cómico de la Nación". Lo hacía para molestar a los militares de épocas sombrías que se llenaban la boca nombrándose como "generales de la Nación". Otro renombrado humorista, Dady Brieva, se convirtió en ex actor cómico de la Nación cuando eligió hace tiempo ser un militante cegado por el fervor kirchnerista.
Cuando en 2018 sus compañeros kirchneristas proponían sacar "ya" de la Casa Rosada a Mauricio Macri tras la crisis económica de ese año, el ex Midachi afirmaba que, por el contrario, había que dejarlo hasta el último día de su mandato. Pero no por conciencia institucional. La propuesta de Dady buscaba que los votantes pagaran con "sufrimiento" el despropósito de haber votado a Macri para presidente en 2015.
Es decir, una especie de castigo divino por haber desairado a los dioses del olimpo nacional y popular votando a un liberal. Como chiste no está mal, pero no era un chiste. Dady repitió esa idea en modo militante fanatizado al punto que llegó a pedir que un camión les pasara por encima a los manifestantes opositores que habían protestado en la avenida 9 de Julio.
Anhelado catorce
Si se cumplen lo que dicen las encuestas y si el domingo 14 los resultados plantean finalmente para el Gobierno un escenario similar al de las PASO, los argentinos deberemos mantener la cabeza fría y estar atentos. Y la oposición deberá ser muy cauta e inteligente.
Con otra derrota el Gobierno va a quedar mucho más débil. Y no sería raro que tengamos que vivir una semana como la que ya nos ofreció el oficialismo (en sus dos versiones) tras el remezón de las PASO cuando el cristinismo hizo una increíble puesta en escena simulando un vaciamiento del Gobierno a través de la renuncia masiva de funcionarios leales a Cristina.
Ese es el tema: en la cúspide del poder se recelan, se engañan, se hacen trampas. Le piden acuerdos a la oposición cuando aún ellos mismos no logran conciliar pactos internos.
En esa supuesta derrota del Frente de Todos lo peor sería que Juntos por el Cambio quisiera hacer hocicar al Gobierno. Es el país el que importa, es la Argentina la que hay que cuidar. Un país con algo de nobleza no puede caer en el exceso faccioso.
Controlar, sí; peticionar, sí; cuidar las palabras, sí. Pero sin olvidar que a Alberto Fernández le faltan dos años de gestión. La Argentina no puede quedar en modo red social (donde prevalecen los gritos, los insultos, la difamación) sino en modo políticos responsables. De la misma manera, si los sondeos se equivocan (no sería la primera ni la última vez) y el Gobierno logra remontar en algunos sitios del país, también habrá que poner el humor social en 24 grados como en el aire acondicionado.
Pareciera que las PASO hubieran ocurrido hace meses. Esas elecciones primarias de septiembre dejaron en muchos una sensación muy inhabitual, que ha sorprendido a los analistas que intentan ir al hueso. Más que ganar la oposición y perder el oficialismo, la ciudadanía, o parte de ella, sintió que esta vez eran los votantes los triunfantes y no enteramente los políticos.