Cómo verá, lector/a, es de vestimentas como fenómeno social de lo que intentamos escribir esta vez, en particular de la onda "hay que sacarlo todo afuera" que reina desde hace tiempo y que hace que no sólo el parque San Martín parezca una playa sin mar, con profusión de bikinis y corpiños, sino que eso mismo se haya trasladado al centro de la Ciudad en horarios no precisamente de pasarela, como las 10.
La ropa interior pasó al frente: el parque San Martín y el centro, pistas de prueba
La onda "hay que sacarlo todo afuera", con corpiños y bikinis, no copa sólo el parque San Martín sino otros sitios del centro de la Ciudad. Ya no es privativo de la fiestas
Desde hace un tiempo los diseños de ropa interior para ellas se han transformado en la nueva ropa exterior. O sea en vestimenta de calle. La lencería dejó de ser un objeto oculto, para pasar a lucirse.
Una de las explicaciones que dan los analistas de estos temas es que esta moda comenzó en las fiestas como un remedo un tanto tardío del impacto que en los '90 produjeron el diseñador Jean Paul Gaultier y Madonna con aquellos corpiños en forma de conos que iban sobre la ropa de la artista, además de otros artefactos que remedaban la ropa íntima femenina.
Por obra y gracia de la moda -que el dicho popular dice que no incomoda, lo cual no es tan así- esta movida empezó a bajar desde los escenarios a las fiestas de gente osada y glamorosa y luego a la calle que transitamos todos. ¿Cómo aseverar, por ejemplo, que no incomoda la moda de los pantalones chupines y de los sacos acotados y ridículos con que vienen jodiendo desde hace demasiado tiempo y que le quedan bien a escasísimas personas?
Panzas aireadas en el Congreso
Hoy la onda de los corpiños y los tops ha dado un paso al frente. Se enseñorean hasta en las bancas del Parlamento nacional, e incluso en las legislaturas y en los concejos deliberantes donde un creciente número de representantes del pueblo no se priva de llevar las panzas al aire bajo la figura de mínimos tops, en muchos de los casos con resultados que son el fruto de una creciente ausencia del don de ubicuidad.
Qué decir de los compadres varones que, tengan o no lomo para andar en cueros, pelan la remera y se largan a trotar como si fueran Brad Pitt y encima se graban con el teléfono exhibiendo un pavoneo tan desatado que da vergüenza ajena.
Paradójicamente, mientras una parte de la gente lleva a un primer plano la ropa íntima, otros sectores -los adolescentes, sobre todo- se ponen pantalones, camisas o remeras exageradamente grandes y tapan el cuerpo que todavía no han aprendido a manejar.
La moda es una de las pocas actividades humanas donde el estilo -o lo que creamos acerca de él- suele ser más importante que la función básica (vestir) que debe cumplir. Esto es así porque vestirse de tal o cual manera está marcando, por un lado, cómo las personas dan mensajes a través de la ropa, generando al mismo tiempo tendencias culturales.
Error y ocasión
Cosas que antes se consideraban errores de la moda (por caso, que un pantalón tiro corto dejase ver el calzoncillo o la bombacha) ahora son tendencia. Los fabricantes de boxers encontraron un "guille" para consolidar sus marcas: agrandaron los elásticos de la cintura del boxer para poner bien grande la marca que el tiro corto del "lompa" dejaba ver.
A todos esos mensajes del mundo de la moda no es necesario seguirlos al pie de la letra (insisto con lo de los pantalones chupines y los saquitos petiteros que les quedan bien a poquísimas personas) pero sín embargo hay que tenerlos en cuenta como herramienta para entender el mundo y sus mutaciones. No por nada la moda suele tener más influencia que la prédica de muchos políticos importantes.
En fin, lo más probable es que tengamos corpiños para rato en el Parque y en la Arístides. Y ojos para verlos. Y si alguno pensaba que eso era algo extraño, muy pronto lo estará tomando como algo natural porque, como cantaba Sandro: "Al final, la vida sigue igual".
Me gustaría compartir con ustedes algunas historias mínimas que, a partir de hechos vinculados a la vestimenta, me ocurrieron en mi vida laboral.
El niño soviético
Cuando a finales de los '70 empecé a trabajar en periodismo (El Andino, Los Andes) íbamos a la redacción de saco y corbata. No necesariamente con traje, pero sí con el conjunto de saco sport, pantalón y corbata, una de las vestimentas más cómodas de las que haya usado. La costumbre indicaba que así el periodista de los medios gráficos estaba vestido para ir tanto a una conferencia de prensa del gobernador como a una protesta, un accidente vial o a una sesión de la Legislatura.
Aunque hace muchos años que no lo uso, sigo creyendo que el traje de calle es de las prendas más elegantes y, para mi gusto, más democráticas, que se hayan creado. Sin ir más lejos, habrán visto ustedes en viejas fotos familiares de los años '40 a esos parientes que aparecían en picnics a la vera del río vestidos con trajes luyidos y corbata.
En los dos diarios citados solían darse, con respecto a la ropa, algunas situaciones singulares. Por ejemplo, los más "langas" le hacían chanzas a los más desaliñados preguntándoles si se vestían en "El niño soviético" o en "Me cago en la elegancia"
Muchos años después, cuando fui jefe de Redacción de Diario UNO, hubo un colega, diseñador gráfico, con el que hacíamos todas las noches las tapas del UNO. Llegaba a trabajar a la redacción con hawaianas -sí, en chancletas- y yo le preguntaba: "Che, ¿para ir a la pileta del club te vas a poner zapatos"? y cuando buscaba devolverle alguna chanza, le preguntaba por qué algunos diseñadores tenían tan mal gusto para vestirse". Entonces este chabón de chancletas me contestaba que "en materia de tendencias usted no entiende nada".







