Análisis y opinión

La odisea de llevar a un niño a una guardia pediátrica privada en el Gran Mendoza

Niños, sean solidarios con sus padres y con el sistema de salud mendocino: no se enfermen ni los fines de semana ni los feriados

A simple vista, esto que voy a relatar no tendría nada de extraordinario, si hubiese sucedido el siglo pasado.

Pero no, es 2023 y estamos en Mendoza y si tenés un niño o niña que se enferma un fin de semana o feriado, y sos afiliado a una obra social o tenés prepaga, (lo cual a los fines prácticos termina siendo una complicación en el actual panorama sanitario) dormí intranquilo: lo más probable es que no consigas quién lo atienda en la parte de pediatría privada y termines saturando el sistema público en la guardia del Notti.

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Si vas a llevar a un niño o niña a la guardia del Hospital Español, -única clínica privada que aún posee este servicio en el Gran Mendoza- armate de paciencia y llevá un sahumerio: porque es probable que tengas horas para meditar antes de que logres que te den una respuesta.

Si vas a llevar a un niño o niña a la guardia del Hospital Español, -única clínica privada que aún posee este servicio en el Gran Mendoza- armate de paciencia y llevá un sahumerio: porque es probable que tengas horas para meditar antes de que logres que te den una respuesta.

Urgencias con horario

Es domingo a la noche, el tercero de cuatro días feriados, el Día de la Madre llega a su fin y muchas terminamos de celebrar llevando a nuestros hijos e hijas a la guardia del Hospital Español, la única clínica privada del Gran Mendoza en la cual atienden urgencias pediátricas.

La situación ya pinta mal de entrada.

En la vereda de la clínica un grupo de padres ya está a punto de comenzar un levantamiento. “Acá no te atiende nadie, habría que firmar el libro de quejas, nos vamos al Notti”-

En mi caso, la situación no era grave y decidimos entrar igual, a investigar qué pasaba ahí adentro.

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Lo que pasaba era lo que yo, como periodista, vengo escribiendo desde hace años, pero esta vez la situación está complicada en serio: las guardias pediátricas del sector privado no funcionan, funcionan poco, no hay médicos, no hay cómo darle respuesta a la gente.

Claro que una cosa es escribirlo, y otra es que te pase y ver que con lo que escribiste, te quedaste muy corta.

Apenas pasamos al pasillo de entrada, la imagen era hostil. Niños tosiendo, con fiebre, vomitando, padres en pie de guerra o en actitud vencida: la espera los había acabado.

Desde el ingreso la situación debía quedar clara: “Hay una sola médica atendiendo. Ingresó un poco antes de las 21. Sólo vamos a admitir pacientes hasta las 12 de la noche”.

Es decir que, para tener una urgencia pediátrica, más vale que tengas un horario, y que sea más o menos respetable. Antes de las 12 de la noche, ni más ni menos.

Los caminos eran básicamente dos. Quedarse o huir. Quedarse implicaba que por lo menos 20 padres y madres, con 20 pequeños con alguna complicación de salud, te clavaran la mirada: “Vos verás si te querés quedar. Estamos todos nosotros antes”.

El espíritu era de atrincheramiento, o te quedabas y te unías a la barricada, o definitivamente te ibas. Yo elegí quedarme, pero inmediatamente me arrepentí.

Anécdotas del tercer mundo

Lo que ocurrió entre las 21 y las 23, tiempo en el que permanecimos en la sala de espera, fue un compendio de anécdotas del tercer mundo. Padres enojadísimos, que deambulaban sin destino por los pasillos, intentando demostrar por qué era importante que los atendieran. Los que osaban ingresar, iban siendo al menos desalentados de entrada: “La espera es muy larga y la médica se va a las 12”, les decían. Casi todos se retiraban sin ni siquiera registrarse.

Un padre entró en colapso cuando le dijeron que no atenderían a su hijo. “Vengo del Notti, me dijeron que no lo iban a atender, que viniéramos para acá, no me voy a ir”, se amotinó.

Además de la falta de respuestas, puesto que nadie sabía a ciencia cierta qué estaba ocurriendo realmente en la guardia porque no llamaban a nadie, comenzó a levantarse un rumor en contra de los profesionales de la salud. Que no atendían, que se habían ido, que no había nadie.

Pues esto no era verdad. Lo que sí era verdad es que la única médica a cargo de la guardia, completamente excedida por la cantidad de chicos que estaban esperando ser atendidos, tenía que resolver dos situaciones de emergencia.

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Dado que uno de los gajes de mi oficio es el hábito de sacar cuentas y porcentajes de casi todo los sucesos, y además como la batería de mi teléfono se estaba agotando, me dediqué a contar a cuántos niños llamaron para atenderlos en dos horas: apenas tres de por lo menos 20.

Decidí emprender la retirada sin que mi hija fuese atendida. Como yo, 5 o 6 padres más tomaron la misma decisión.

Me fui -nos fuimos- sin insultar, maltratar ni pelear con los profesionales de la salud, porque entendemos que esta situación los supera. Sin embargo, el caos reinante en el sistema sanitario, puntualmente por la falta de pediatras en Mendoza, debe estar en la agenda pública urgentemente.

Preguntas sin respuesta

Algunas de estas preguntas me surgieron una vez que ya estábamos en la calle San Martín, camino a casa.

¿Qué hacemos si un niño se enferma y necesita una atención de urgencia, si como periodistas vivimos desalentando a los padres para que no vayan a saturar la guardia del hospital Notti?

¿Nos vamos a hacer atender a los niños a San Luis, o a Chile?

Es cierto que la política se debe un debate acerca de las residencias, los salarios, la pediatría como especialidad menos elegida, y todas las discusiones son muy válidas.

Mientras tanto, fijémonos en qué hacemos si un pibe se atraganta con un juguete o levanta fiebre después de las 12 de la noche, porque por el momento la situación no se ha desbordado, pero un poco que no quiero imaginarme qué sucedería si de repente hiciera falta una gran cantidad de profesionales, por algún episodio en particular, si los que hay no alcanzan para dar respuesta a la demanda espontánea

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