Análisis y opinión

Fiestas y festivales: Chile corta por lo sano, aquí se respeta el clientelismo

Según el Gobierno, Mendoza no va a tomar "el camino fácil de suspender toda la Vendimia". Eso queda para Chile con el Festival de Viña o Brasil con el Carnaval

Con sano criterio, las autoridades del gobierno viñamarino y los empresarios que realizan el Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar en Chile dispusieron no realizar la edición 2021 debido a que no hay posibilidades de que el próximo febrero el mundo se haya liberado del coronavirus. La misma decisión se tomó en Brasil con el Carnaval de Río.

Eso se llama contacto con la realidad, plausible previsión, sentido de la responsabilidad, firme decisión político-empresarial, respeto y don de ubicuidad.

El ministro de Salud de Chile, Enrique París, había dicho que por más que en febrero exista la vacuna, será muy difícil que para esa fecha se pueda tener a toda la población inmunizada. "Y no podemos permitirnos otro brote gigante", fue la síntesis del funcionario.

Al mismo tiempo que los trasandinos hacían ese anuncio, en Mendoza se ratificaba que habrá Fiesta Nacional de la Vendimia, que será virtual, que se hará el primer sábado de marzo, que será un programa de TV, que se filmará en varias semanas previas en diversas locaciones de la provincia, que se contratará a más de 1.000 personas con cachets que rondarían los $40.000, y que con eso se intenta demostrar al mundo que en esta tierra sanmartiniana no hay peste que nos doblegue por completo y que aquí bancamos a los trabajadores culturales. Clientelismo radical y popular.

Por vez primera

El de Viña es uno de los pocos festivales musicales que ha logrado mantener durante décadas la influencia y el prestigio. No pudo con él ni la dictadura pinochetista. En febrero venidero iba a ser el opus 62. Nunca hasta ahora había sido anulado. Tal vez uno de sus secretos radique en que actualmente se trata de un emprendimiento entre privados y el gobierno. Por un lado, la Municipalidad de Viña del Mar; por el otro, el Canal 13 y la Televisión Nacional de Chile.

Para esos dos canales, el Festival es sinónimo de altos niveles de audiencia y de una fuerte inversión publicitaria. Es transmitido por señales de toda América y de otras ciudades del mundo. Sin embargo, primó el sentido común.

¿Cómo llevar adelante una inversión que no se sabe si habrá que suspender sobre la hora? ¿Cómo comprometerse firmando contratos millonarios convenidos con artistas internacionales y con canales de TV del mundo? ¿Cómo afrontar las cancelaciones de artistas que no podrían llegar por avión? ¿Que hacer si cierran los hoteles? ¿Cómo mantener los protocolos sanitarios en un anfiteatro como el de la Quinta Vergara por más que éste sea al aire libre?

Por casa es otra cosa

Es cierto que lo de Mendoza será otra cosa. La vendimia virtual será sin público, no habrá Vía Blanca ni Carrusel, ni elección de la Reina (que ojalá sea el primer paso para desprenderse de esa antigüedad). Entonces ¿para qué hacer el gasto de contratar a más de un millar de artistas y pagarles sueldos, catering, traslados, seguros, para la confección de un programa que ni siquiera tenemos aún vendido al país ni al exterior? Las autoridades quieren que lo exhiban en las grandes capitales del vino.

Si la fiesta de la Vendimia fuera -como el Festival chileno- un emprendimiento empresario y gubernamental ¿se hubiera tomado la decisión clientelar de hacer la Fiesta sólo para que los trabajadores de la cultura no protesten? Si el salario promedio de la Vendimia anterior fue de $32.000 por tres noches de actuación,¿por qué ahora sería de $40.000 por una única actuación?

En un escenario económico como el actual, con caídas históricas en la recaudación provincial, con sectores del aparato productivo a media máquina y con servicios que no pueden arrancar; con el temor por posibles rebrotes para el verano, con un virus amesetado pero no combatido, con los alumnos sin clases, con un presupuesto provincial acotado y con imposibilidad de encarar nuevas obras públicas por las trabas para endeudarse, ¿es coherente encarar este gasto de hacer una Fiesta virtual?

Con plata de otros

Directores de fiestas anteriores dijeron estar "muy conformes con la idea de darle trabajo a la mayor cantidad posible de personas". Mire usted qué bien. Hablan de trabajos que no generan ellos desde emprendimientos privados ni, mucho menos, pagan de sus bolsillos.

Cuando le consultaron a la ministra de Cultura, Mariana Juri, por qué si Brasil suspendía el Carnaval de Río y Chile el Festival de Viña, Mendoza insistía con la Vendimia, la funcionaria dijo que "tomar la decisión de suspender es el camino más cómodo, pero queremos demostrar que no es en vano el trabajo que se ha estado haciendo para encontrarle la vuelta".

El camino "arduo", sin comodidad, que ha elegido el Gobierno le demandaría al Estado provincial por lo menos 70 millones de pesos, según estimaciones oficiales, estimaciones que se tornan muy difíciles de creer. Seguramente saldrá mucho más.

Es que hay una pésima costumbre, de todos los gobiernos. Es la de hacerse los distraídos a la hora de informar lo que cuesta cada Vendimia.

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