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Manuel Adorni, vocero presidencial. Fue el ganador de las elecciones en CABA.
Agrandados, se autoperciben "gardelitos" de la política y terminan perdiendo la noción de servicio cívico, al que dinamitan con paciencia de orfebre. Algunos prefieren adormecerse en la rosca, la tramoya y los juegos poco limpios. Otros, los menos, optan por el recato democrático, sabiendo que serán lapidados en las redes militantes bajo la acusación de "ñoños republicanos".
En lugar de afinar la puntería política para poder concluir con algún éxito los mandatos de cuatro años o tener chance de ser reelectos, muchos políticos eligen sacarle jugo al cargo ¡ya! Y terminan mostrando su peor producción.
Ese mismo desdén por la inteligencia y la responsabilidad política se suele ver (y padecer) cuando un presidente, gobernador o intendente gana una reelección y empieza a echar mano a burdas decisiones propias de las autocracias.
En Mendoza, el ejemplo más chirriante de un político desorbitado tras su reelección fue el del intendente radical Daniel Orozco quien luego de una primera intendencia considerada correcta, quiso utilizar su segundo mandato municipal para posicionarse como precandidato a gobernador -lo cual no está mal en sí- sino que se desbarrancó hacia acciones presuntamente delictivas que están siendo ventiladas en la Justicia, y en las que Orozco estuvo asociado con su novia funcionaria -y luego esposa- Janina Ortiz.
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Raúl Alfonsín, por ejemplo, ganó claramente en 1985 su primera elección legislativa, pero a partir de allí todo lo que vino fue una continua degradación, de mal a peor.
Repasemos
Los resultados de las elecciones de medio término suelen ser "engañadores" o "traicioneros" para la política de trazo grueso. Repasemos algunos desde el retorno a la democracia.
El presidente Raúl Alfonsín, por ejemplo, ganó claramente en 1985 su primera elección legislativa, pero a partir de allí todo lo que vino fue una continua degradación, de mal a peor.
Para colmo, cuando Alfonsín fue presidente aún regían los mandatos de 6 años, por lo cual tuvo dos comicios legislativos. En el segundo, del año 1987, el alfonsinismo fue derrotado a manos del supuestamente fenecido peronismo. Fue un sismo político que agravó lo económico y que prácticamente hizo trizas el colchón que el líder radical aún tenía en el Parlamento.
El ínclito Carlos Saúl Menem tuvo su propia elección agorera. Fue la legislativa de 1997 en la que se esbozó el fin de su hegemonía para dejar paso a la Alianza de radicales y el Frepaso que triunfó en 1999. Y hasta Néstor Kirchner fue derrotado en una elección legislativa -la de 2009- a manos del empresario y político Francisco de Narváez en la provincia de Buenos Aires.
En Mendoza ocurrió un hecho inusual en las legislativas de 1997. El Partido Demócrata le ganó al peronismo de Arturo Lafalla. El PJ cursaba tres gobernaciones seguidas y esa elección fue el preludio de que el PJ empezaba a volver al llano. Sin embargo, el triunfo del PD, que muchos apresurados leyeron como la vuelta segura de los gansos al Sillón de San Martín en 1999, fue en realidad otro de los giros "traicioneros" de las legislativas.
Los gansos comenzaron una debacle lenta, pero constante, que Javier MIlei ha terminado ahora de sellar al sumarlos (a los gansos que quedaban) a La Libertad Avanza previo extirparles cualquier idea de liberalismo republicano.
Mauricio Macri, por su parte, tuvo un resonante triunfo legislativo a mitad de su presidencia. Esas legislativas de 2017 envanecieron la gestión en lugar de activarla. Los famosos "brotes verdes" que prometía el creador de Cambiemos nunca llegaron. Los cambios "graduales" se ralentizaron en lugar de agregarle más fuerza.
Cuando el humor social le empezó a advertir a Macri sobre decisiones inadecuadas que se gestaron en su administración, sobrevino la megadevaluación de 2018 y el salvavidas de plomo del FMI. Ahora, 7 años después, una nueva elección de medio término -la de la Ciudad de Buenos Aires- ha dejado en evidencia que el PRO y Macri se han difuminado en la consideración política de los porteños.
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En 1999 Fernando de la Rúa sucedió a Carlos Menem.
Fernando De la Rúa fue el presidente argentino para quien no corrió ninguna idea "traicionera". Él se traicionó a sí mismo. Las elecciones legislativas de 2001 significaron una derrota aplastante. A los dos meses de esos comicios, su gobierno se cayó a pedazos y él renunció en medio de una de las crisis políticas más severas de la historia institucional del país.
En las elecciones de medio término de Alberto Fernández (año 2021) el kirchnerista Frente de Todos fue derrotado por 9 puntos a nivel nacional por la alianza macrista-radical Juntos por el Cambio (42% a 33%) con la que dos años antes Macri había perdido la reelección presidencial. La supuesta resurrección de Juntos fue pan para hoy y hambre para dos años después cuando su candidata presidencial Patricia Bullrich salió tercera perdiendo las chances de ir al balotaje con Javier Milei.
Ahora, y en vista de que el PRO salió tercero en las legislativas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, donde nació el macrismo, Javier MIlei acaba de jubilar "por decreto" a Mauricio Macri acusándolo a éste de "viejo y llorón" y de no poder "entender ciertas cosas". ¿Será ubicado, por este traspié, en el panteón de los "viejos meados"?.
Lo dicho: hay que desgranar y rumiar muy bien las señales que envían las elecciones de medio término. En realidad, ellas no son las "traicioneras".