Habría que probar con incluir, abrir las perspectivas, tener una mirada más diversa de lo que creemos que es “respeto”. Respetar es darle lugar a las personas que van a parir, sean o no sean hippies. Quieran hacerlo en su casa o en una clínica con todo el respaldo médico necesario, o abrazadas a un árbol. El tema es no imponer, no presuponer y no priorizar las modas sobre los deseos y las necesidades de alguien que no comparte tus banderas.
Madres pro bisturí versus panfletarias new age
Yo llegué a la maternidad tarde, como a casi a todo lo que valió la pena en mi vida. Y a lo que no también. Cuando me decidí ya había pasado los 38 y tenía bastante más miedos que certezas. De nada servía que me sentara a dialogar con Gandhi: yo no estaba tranquila. No lo estuve durante todo el embarazo y mucho menos antes de terminarlo.
Para mí el parto respetado era que el médico escuchara mi necesidad: “Haceme una cesárea”. Lisa y llanamente yo no quería pasar ni por las contracciones, ni ir a ninguna gimnasia preparto de ningún tipo, ni respirar hondo, ni nada. Yo quería una cesárea. El médico estuvo plenamente de acuerdo con esto y avanzamos.
En Argentina, la tasa de cesáreas se ubica en un promedio del 30,8% de los partos registrados en el país entre 2010 y 2014
Para muchas mujeres, el embarazo y el parto pueden ser instancias de tensión. Imagen ilustrativa.
Pero en medio se me aparecieron seres random. Una de ellas fue una fundamentalista del panfleto new age, que me quiso aleccionar con que el parto no dolía, que eran todo un invento del capitalismo y la opresión hacia el cuerpo de las mujeres. Que me dejara llevar por las contracciones y que por ese sendero llegaría al Nirvana. Recuerdo haber concluido esa conversación con más dudas que otra cosa y con la convicción de estar equivocándome, como lo sentí durante los 9 meses anteriores y los 12 años posteriores.
Atribulada, caí al consultorio de la psicóloga que tenía en ese momento, y que me desbarató todos los argumentos de la planfletera hippie con una hermosa y audaz frase que debería haberme enmarcado para no olvidar jamás “¿Qué no va a doler un parto, si es como parir un piano con el pianista y todo?”.
Yo no sé si por obra y gracia del destino, por más que en muchas oportunidades he desatinado con total plenitud, también he tenido la suerte de encontrar gente iluminada por el camino. Gracias por esa frase María Inés, la guardaré por siempre.
Respetar también después del parto
El respeto no solo termina en el parto. Esto lo aprendí un tiempo después, cuando en una de mis crisis económicas tuve que comprar pañales y leche maternizada en cuotas con tarjeta.
Este es otro de los clichés del parto respetado, acondicionan una sala en una maternidad para que la madre tenga al hijo en una pelopincho, o para que participen en el parto hasta los vecinos. Un notón para un diario: “El Hospital amigo de la madre y el niño permitirá que las embarazadas den a luz entre delfines”. Eso sí, a la media hora estás afuera con el bebé a cuestas y sin ningún delfín.
A lo que quiero llegar es a que dejemos de subirnos a los caballos alados de las modas y pongamos los pies en la tierra: respetar es acompañar y no solo para que parir sea una experiencia cósmica, sino para que criar no sea una pesadilla. Media hora de parto respetado y después arréglate como puedas. El parto respetado y el posparto también.
El parto respetado es que después no se olviden de que durante los primeros meses de un bebé las mujeres están extremadamente vulnerables, cansadas, hinchadas y agobiadas. El parto respetado incluye extender las licencias de la pareja, para que también se encargue de cuidar y sostener. Si no, el parto respetado dura lo mismo que una selfie con los delfines.