Análisis y opinión

El reino de Gran Hermano ha llegado a la política

El escándalo entre Alberto y Fabiola demuestra que los gobernantes están tan expuestos como la sociedad a dispositivos que registran lo público y lo privado sin distinciones

Algún día el pequeño Francisquito caerá en la cuenta de que con su inocente juego con el celular de papá terminó de hundir al peor presidente del 83 hasta acá, al desnudar su historial nada menos que ante la suegra del susodicho y la ex Primera Dama.

No fue por el niño que se viralizó el video indecoroso, sino por impulso de Fabiola, ya lanzada a denunciar a su expareja hasta las últimas consecuencias.

Los escraches motivados por rupturas de pareja suelen ser letales cuando se tiene a mano evidencias de infidelidades y agachadas diversas, más aún cuando hay registros a través de un celular.

En este caso, lo que podría ser un asunto relativo a la intimidad pasó a ser cuestión de Estado por el ámbito presidencial donde se desarrolló la escena de seducción, que rememora a los escándalos en el Salón Oval de la Casa Blanca, pese a las múltiples diferencias.

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Alberto Fernández y Fabiola Yañez en tiempos aparentemente felices.

Alberto Fernández y Fabiola Yañez en tiempos aparentemente felices.

Es más, esta vez hay un documento fílmico que, aunque acotado, da pie a suponer que las visitas injustificadas, hasta en tiempos de pandemia, eran fuente de distracción de la agenda laboral de quien ostentaba la principal responsabilidad en la conducción del Estado.

El culebrón de los amoríos de Alberto ya conforma una saga de trapitos al sol que se irán ventilando sin pausa, que bien podrían quedar reservados a la consideración del entorno personal, pero por la prominencia de los personajes no dejarán de llamar la atención del interés público.

Lo peor es que la revelación se da en el marco de la acusación de violencia de género, lo que hace que la escalada del escándalo sea imparable.

El Presidente de la Nación, el que venía a terminar con el patriarcado, resultó ser un maltratador serial de su mujer, a juzgar por el tenor de las confesiones de Fabiola y los whatsapp que ha aportado a la causa.

Se comenta que hay muchos angustiados por las revelaciones que saldrán de los indiscretos celulares de Alberto y de su histórica secretaria, María Cantero, a quien se investiga junto a su marido, Héctor Martínez Sosa, por los supuestos negociados con los seguros de organismos estatales.

Fuera de la comidilla sobre las debilidades del corazón de un presidente que ya fue, se revelarán nombres de los encubridores de las golpizas, y el entramado de complicidades en el caso investigado de presunta corrupción, una madeja que recién empieza a desenredarse

En un ambiente plagado de cinismo e hipocresía política, deberán dar explicaciones desde la última ministra de la Mujer, quien habría mirado para otro lado cuando Fabiola le habría clamado ayuda, hasta el médico presidencial que la habría asistido por las consecuencias de las agresiones físicas.

Por fuera de los testigos presenciales, todo queda documentado en una vida registrada por pantallas, mensajes de whatsapp, fotos, vivos de instragram, etc.

Los mensajes de Fabiola con la secretaria de Alberto podrán ser testimonio documental contra Alberto. El tráfico de influencia entre funcionarios, brokers y la ahora famosa secretaria y su esposo serán pruebas fundamentales en la investigación de los seguros millonarios que sustancia el juez Julián Ercolini.

Todo está documentado por los dispositivos y viralizado por las redes sociales, al tiempo que resuenan en los medios tradicionales. Todo puede ser usado en contra de cualquiera.

No hay secreto de sumario que quede a resguardo, todo trasciende, la verdad y la mentira, o ambas a media.

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Fabiola Yañez y Alberto Fernández presentando a su hijo.

Fabiola Yañez y Alberto Fernández presentando a su hijo.

Género sin perspectiva

Cristina se quejó por X (ex Twitter) que el escándalo de Alberto y Fabiola se transmitió en cadena nacional. Así daba cuenta del eco simultáneo que tuvo en todos los medios.

Y ya que estaba, intentó despegarse del fracaso de su propio gobierno al decir que Alberto no fue un buen presidente (como tampoco lo fueron Macri y De la Rúa, remarcó).

Cristina aprovechó para hablar de ella misma, pero no fue enfática en la solidaridad hacia Fabiola. Le faltó la tan mentada sororidad, como a muchas que de tanto hacerse propaganda con el asunto pasaron por alto otros casos resonantes como el de José Alperovich o el de Fernando Espinoza.

Lo que ahora se está ventilando concluirá en fallos judiciales y en condena social, pero difícilmente se logre reparar el daño ocasionado a la víctima, revictimizada por el destrato público que también alcanza sin miramientos a cuanta mujer haya estado relacionada con el exmandatario.

El presidente Javier Milei se ve gozoso prendiéndose en las redes, cual influencer desatado, sentenciando a diestra y siniestra. De paso, se muestra para la foto a los besos con Yuyito.

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El oportunismo lo lleva a defenestrar las reivindicaciones feministas sin comprender que se trata de un fenómeno arraigado en un cambio cultural de larga data que viene pregnando las distintas esferas sociales, más allá de la cáscara ministerial que él mismo se ha encargado de desmontar.

Las luchas por la equidad seguirán su curso de abajo hacia arriba, si es que no se se acompañan desde políticas públicas capaces de superar eslóganes sectoriales.

El novelista y cronista de su época, George Orwell, en su célebre 1984 proyectó un mundo distópico donde el "Big Brother" tendría todo bajo observación y control. Hoy la sociedad está expuesta, como también lo están los gobernantes que son escrutados por una ciudadanía cibernauta que no tiene contemplaciones.

El foco puesto en torno de los escandaletes albertianos ocupa la atención pública en un reality show 24/7, pero los problemas siguen ahí: la plata no alcanza, la pobreza crece, hay desempleo, campea la inseguridad. Y Gran Hermano lo sabe, aunque parezca que los distractivos sean más fuertes.

Si una parte mayoritaria de la sociedad sigue bancando es por una apuesta a la esperanza, sobre todo, ante los Fernández que hay en frente.