Análisis y opinión

El Alberto Fernández que hoy irrita tanto es el mismo que le hacía perrerías a Mendoza

Durante su gestión, Alberto Fernández pareció disfrutar de un menú de maldades contra Mendoza. No toleró que esta provincia defendiera criterios propios

La contundente debacle política y ética de Alberto Fernández parece haberle puesto un reflector a ese turbio personaje que en sus cuatro años de gestión como presidente pareció disfrutar haciendo discriminaciones y maldades a Mendoza.

Este Alberto Fernández de hoy, investigado judicialmente por supuestos hechos de corrupción y de violencia de género contra su pareja Fabiola Yañez, es también lo que se podría llamar un "malversador de la confianza pública". Y sobre todo es el mismo Alberto Fernández que repitió un variado menú de perrerías políticas contra Mendoza cada vez que esta provincia intentó defender criterios propios.

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Mendoza era para Alberto un "territorio hostil". De Córdoba decía lo mismo. Es decir, dos provincias de diferente signo político, pero que tenían un nivel de gestión que les permitía plantarse ante la Nación con mejores argumentos que los de las provincias feudales que viven de los aportes del Tesoro nacional. A Alberto le gustaba viajar con frecuencia a ámbitos como La Rioja y Formosa donde todas eran loas para él.

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Rodolfo Suarez junto al entonces presidente Alberto Fernández, quien llegó a Mendoza para celebrar la llegada del tren a San Martín.

Rodolfo Suarez junto al entonces presidente Alberto Fernández, quien llegó a Mendoza para celebrar la llegada del tren a San Martín.

El verdugo de Portezuelo

Baste decir que Alberto Fernández fue quien hizo fracasar -con la ayuda de las provincias peronistas del COIRCO, particularmente de La Pampa- la construcción de la presa Portezuelo del Viento sobre el río Grande en Malargüe. Ese fue, sin dudas, uno de los más potentes ejemplos de esa forma de hacer política que gira bajo el apotegma "no hago ni dejo hacer".

Cuatro meses antes de expedir su laudo presidencial sobre el entredicho entre Mendoza y La Pampa por Portezuelo, Alberto Fernández ya le había anticipado al gobernador pampeano, el peronista Sergio Ziliotto, que el laudo iba a salir contrariando la posición de Mendoza.

Así de riguroso e institucional actuaba este expresidente que no se cuidó ni de revisar un viejo celular suyo que le entregó -para que jugara- al hijo que tuvo con Fabiola Yañez. Allí estaban las imágenes que el mandatario filmó con Tamara Pettinato en el despacho presidencial en 2022 y que habrían sido detectadas por la madre de Fabiola mientras cuidaba al pequeño.

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Una imagen de uno de los videos de Tamara Petinatto en el despacho presidencial de la residencia de Olivos. Filma Alberto Fernández.

Una imagen de uno de los videos de Tamara Petinatto en el despacho presidencial de la residencia de Olivos. Filma Alberto Fernández.

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Supina maldad

El nivel de ladinismo de este hombre quedó a la intemperie en enero de 2021 cuando organizó su primera visita oficial a Chile tras la etapa más dura de la pandemia. Pese a ser Mendoza la provincia argentina con mayores lazos comerciales y políticos con Chile y sede del principal paso internacional entre las dos naciones, Alberto no invitó a esa misión -por supina maldad- al gobernador Rodofolfo Suarez y en cambio subió al avión presidencial a cuatro gobernadores todos peronistas.

Por esos andariveles pasaba su nivel de gestión política. El asunto era hacer hocicar al adversario político.

Lo del viaje oficial a Chile fue quizás la muestra más grosera de una serie de discriminaciones hacia Mendoza. Y todo porque Suarez había demostrado cierta independencia de criterio respecto de las normas de aislamiento que regían en la pandemia por disposición presidencial y que afectaban a la producción, el comercio y la educación.

De otra manera

Mendoza había demostrado que los cuidados contra el covid se podían hacer de otras maneras más eficientes. Y que ya no era necesario tener cerrado todo ni parada la industria, Y menos clausuradas las escuelas. Esas restricciones extremas fueron cuestionadas por Suarez, pero fue una diferencia que no se expresó de manera intemperante ni faltando el respeto al Presidente.

Sin embargo, el mandatario nacional no soportó esa muestra de criterio federal. lo cual se le hizo saber al mendocino en una reunión en la Casa Rosada. Sus ministros Santiago Cafiero y Wado de Pedro solían meter pica remarcando la diferencia entre el radical Suarez, al que consideraban un picudo, y el trato que el Gobierno tenía con el macrista Horacio Ridríguez Larreta.

Esa treta duró poco porque Cristina Kirchner ordenó empezar a fustigar al porteño, temerosa de la buena imagen que estaba adquiriendo. Alberto ya no podía llamar más al referente del PRO como "el amigo Horacio".

"Gobierno de científicos"

Hacia la mitad de la pandemia, Suarez cuestionó la decisión de la Casa Rosada de volver a una etapa más severa del aislamiento. E intentó demostrar cómo en Mendoza se habían obtenido buenos resultados con una apertura controlada, pero creciente, en particular de las escuelas.

Fue por entonces que Alberto, que ya estaba instalado en la idea de que la pandemia podría servirle de pivote para concentrar poder y enfrentar a Cristina, se sintió "tocado" por gente como Suarez.

Sin embargo, ese poder era una ensoñación que venía siendo dinamitada casi a diario por la vicepresidenta Cristina Kirchner, en particular con las famosas "encíclicas" o cartas al país en las que la viuda de Néstort Kirchner le daba con un caño a la la gestión de su "elegido".

Alberto volvió a invocar disparates como aquel de que él presidía "un gobierno de científicos, no de CEOS", para refutar a quienes, como Suarez, pedían más apertura en lugar de más encierro.

Para esa misma época la senadora nacional kirchnerista Anabel Fernández Sagasti, quien había sido derrotada por Rodolfo Suarez en las elecciones para gobernador de 2019, se sumaba en Twitter a los cuestionamientos al mandatario mendocino y llamaba a la reflexión a su comprovinciano indicando que como presidente "Alberto Fernández ha dado muestras de grandeza y de sensatez".

¿Se acordará nuestra senadora de esa elogiosa afirmación hacia Alberto?

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