La década de los 70, con el correr de los años, aumenta su relevancia, desde el punto de vista político, en la Argentina.
La década de los 70, con el correr de los años, aumenta su relevancia, desde el punto de vista político, en la Argentina.
Al revés de lo que suele ocurrir con los vaivenes de la historia en cualquier otro país, aquí el pasado no acaba nunca de ensancharse, mientras el presente es un hilo delgado y el futuro no logra tomar forma en el radar de la dirigencia.
¿Por qué esa pasión obsesiva por dar vueltas y vueltas sobre el ayer, cuando la vida misma clama por otras urgencias?
Ceferino Reato es un experto en esta materia. Su nuevo libro se llama, precisamente, Los 70. La década que siempre vuelve. Y promete, en el subtítulo, revelar Toda la verdad sobre Perón, la guerrilla, la dictadura, los desaparecidos y las otras víctimas. Todas heridas abiertas. Heridas que supuran todavía.
“Los 70 son como un set donde desfila todo tipo de emociones porque fue una orgía de ideales, de pasiones, pero también de luchas, de sangre, de muerte”, interpreta Reato.
El resultado es un cúmulo de obras con similar inspiración.
Del arcón de nuestra propia actividad periodística durante este año podemos extraer rápidamente varios ejemplos. La novela de terror chamánico Nuestra parte de noche, de Mariana Henríquez, tiene alojada en los 70 a buena parte de sus espectros. La confesión, reciente libro de Martín Kohan, encuentra en el joven Jorge Rafael Videla a su inspirador inicial. La traición, thriller político de Jorge Fernández Díaz, también novedad literaria, lleva como principal motor de la acción a un exguerrillero que alucina con reverdecer la épica revolucionaria de Montoneros y compañía en plena democracia actual.
La lista crece por oleadas.
Eso, en literatura. En materia ensayística la temática corre pareja suerte. Aramburu, de María O’Odonnell, es uno de los títulos más destacados de 2020. Y Marcelo Larraquy, un especialista a la par de Reato, acaba de publicar La guerra invisible. El último secreto de Malvinas. Entre muchos otros volúmenes.
Una temática interminable que analizamos con Ceferino en diálogo con el programa La Conversación de Radio Nihuil.
¿A qué se debe la vigencia de un asunto que pareciera no agotarse nunca?
“Es un reflejo de lo que nos mantiene en este deterioro progresivo desde hace tantos años”, interpreta Reato.
En aquella época, en los 70, fue “cuando hubo todo un intento de las guerrillas de ir más allá de la democracia liberal, para ir hacia la Revolución o hacia lo que no se sabía bien qué era, pero prometía ser una democracia real, concreta, popular”.
Lo singular, en comparación con el presente, es que la Argentina de entonces “era un país, una sociedad, totalmente integrados. Teníamos un cinco por ciento de pobres, la desocupación técnica era menor”.
Si a partir de ese lapso empezamos a decaer, ¿por qué nos empeñamos en repetir la historia? ¿En recrearla como si hubiera sido un cuento con final feliz?
Reato encuentra varias razones. “Por un lado, la vigencia del kirchnerismo actualiza los 70. Según el mismo Kirchner decía, el kirchnerismo se funda, a partir de 2003, en los ideales de esa generación a la cual pertenecen tanto Néstor como Cristina”.
Allí está “el vivero que orienta su pensamiento y su acción políticos”. Allí asientan todo su discurso. Discursos que “se arraigan en un pasado y se proyectan al futuro”.
La actividad política en aquel período bullía. Era de una inusual animación. Y produjo lo que Reato llama “tres patrias o tres proyectos de país: una patria peronista, una patria socialista y una patria militar. Y las tres fracasaron”.
Ese fracaso terminó involucrando “a segmentos muy importantes de la sociedad”.
Y ha servido de comodín a todos los actores para justificarse. “Así, los sectores más progresistas, más de izquierda, dicen: nuestro fracaso se debe a aquel modelo que implementaron los militares; los otros dicen: no, se debe al fracaso de la patria peronista; y así siguiendo”.
El recurso de echarle la culpa siempre al otro está visto que no ha perdido vigencia en la década del 20 del nuevo siglo.
Reato encuentra la explicación más simple y clara para la proliferación de libros inspirados por esta temática: “En la industria editorial se habla de los 70 casi como un subgénero. Es para nosotros lo que la Guerra Civil para los españoles o Vietnam para Estados Unidos o la Segunda Guerra Mundial para los países europeos”.
Ni más ni menos. “Es un lugar, un espacio, donde surge un montón de historias y por lo tanto muchos libros, porque a la gente le interesa”. Tantas emociones, tantas pasiones, “vuelve a la literatura de los 70 muy atractiva”.
Él mismo es la mejor explicación a través de la mayoría de los volúmenes que ha venido publicando en estos años: Operación Traviata (2008, sobre el asesinato de Rucci), Operación Primicia (2010, sobre el ataque montonero al Regimiento de Infantería de Monte 29, en Formosa), Disposición final (2012, una larga entrevista con el exdictador Jorge Rafael Videla), Viva la sangre (2013, ambientado en la Córdoba del Cordobazo) y el actual Los 70.
Se puede entender que una parte de la política siga atada a los 70 por razones operativas e incluso por falta de ideas mejores para ofrecer al electorado. Pero, ¿y la gente? ¿Por qué tantos argentinos se mantienen en ese sinfín?
Obedece, según Reato, a una explotación expresa de la política. “Y lo hace a través de los ideales que tiene la gente de justicia social, de igualación social; del deseo que todos estemos bien, que no haya explotación del uno por el otro, de que el capital sea humano… en fin”.
Deseos, todos, muy naturales, que los líderes y los referentes ideológicos mantienen activos con la promesa de ser los únicos depositarios del legado.
Antes había muchas personas malas, perversas. Pero ahora sí lo vamos a concretar, sería el argumento básico: “Es lo que decía Néstor Kirchner: nunca voy a dejar mis ideales a las puertas de la Casa Rosada”.
Para que eso funcione, hay que efectuar una limpieza selectiva del pasado, explica Reato. Que aquellos “que vivieron, lucharon, hicieron política y sobrevivieron a los 70” pasaran a ser “considerados héroes. Y como héroes no tenían ninguna autocrítica que hacer”.
La santificación de los combatientes de los 70 encuentra varias dificultades. Los archivos de la historia resultan molestos para el relato descafeinado. Como fue, entre tantos otros episodios, el asesinato de José Ignacio Rucci el 25 de setiembre de 1973.
Una verdad incómoda, pero que encuentra su coartada: “Te inventás que Rucci era un burócrata que lo estaba traicionando al General; que en realidad no defendía a los trabajadores sino que pactaba con los explotadores y con los empresarios; que se estaba apartando del pacto social; que la CGT, como decía Firmenich en aquel entonces, eran tres burócratas que no representaban ni a su madre”.
El viejo recurso de desprestigiar a la víctima.
Los combatientes ampliaban su argumentación. “Decían: Perón está grande, era bastante conservador, estaba opacado por López Rega, ya no controlaba bien sus emociones”…
Lo que el kirchnerismo oculta a través de sus intelectuales y periodistas afines, en opinión de Reato, es que “hubo cuatro gobiernos constitucionales del peronismo entre el 73 y el 76. Lo pasan por alto”.
Y entre lo que se dejaba a un lado, justamente, estaba la muerte del líder metalúrgico muy allegado a Perón. Reato, que vivía en Brasil, volvió al país en 2005, cuando “la producción de los 70 sobre la dictadura ya había finalizado”.
Entonces, cuenta, le tocó meterse con aquellos sucesos que nadie había querido abordar. Se dedicó a excavar en los bordes. “Así puse el énfasis en el asesinato de Rucci y en lo que hicieron las guerrillas en los gobiernos constitucionales, lo cual las muestra como un actor violento porque defendían la lucha armada para llegar a la revolución. Eso está pasteurizado ahora en el relato oficial”.
Hasta tal punto resulta molesto el episodio de Rucci, que sigue operando como una divisoria de aguas para el peronismo de estos días: “Fijate -puntualiza- que cuando el peronismo y la oposición decidieron honrar a Rucci el 25 de setiembre, Máximo Kirchner prefirió honrar a Tosco, que era un grandísimo sindicalista, pero no tenía nada que ver con el peronismo. Era clasista y probablemente hoy no sería kirchnerista”.
¿Curiosidades de la política? Más bien, cuestiones tácticas.
“Montoneros se llevaba muy bien con Lorenzo Miguel, no con Rucci. ¿Por qué? Por varios motivos. Hay cuestiones tácticas y cuestiones estratégicas. Montoneros siempre fue bastante laxo en sus alianzas. Con algunos eran amigos unos días y enemigos otros”.
Un ejemplo de estos días sigue siendo el camionero Hugo Moyano. “Cristina con Moyano ha tenido idas y vueltas, fue cambiante. Néstor siempre hizo una alianza fuerte con él hasta el final. Hoy pasa lo mismo. Ellos se llevan mejor con Moyano y peor con Daer y los llamados Gordos o sindicalistas más ortodoxos, que acompañan a Alberto. Pero también es una cuestión táctica. Los que son amigos hoy pueden ser enemigos mañana”.
En Los 70 Reato describe el momento en que “nacen Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo, que son los dos grandes grupos guerrilleros”, y llega hasta el 83.
De ese tramo de la historia, hace foco en el 75, “que es un año en que gobierna Isabelita y todos empujan al golpe, incluso los grupos guerrilleros. Todos van empoderando a los militares”.
¿Y por qué resaltar esto molesta tanto a los dirigentes actuales? “Porque señala que Montoneros también apostaba al golpe, pues ellos entendían que eso iba a ser funcional al triunfo final de la revolución. La gente, decían, se iba a dar cuenta de que, en realidad, los militares la reprimían, la hambreaban y que ellas, las guerrillas, eran quienes mejor representaban al pueblo. Fue así. Fue política”.
Pese al continuo revival setentista, el autor de Operación Traviata rescata que hoy “afortunadamente no hay violencia política y eso es un gran paso. Podemos decir todo lo que queremos, hay libertad de expresión y todo eso”.
Pero… siempre hay un pero… “la lógica amigo/enemigo sobrevive en la política nuestra”.
Algo que no requiere de ninguna explicación adicional: “Es cierto que la política siempre tiene una faceta agonal, de lucha. Pero no es la única ni la que prevalece en otros países. Nosotros, sí, estamos siempre haciendo una vocación de la grieta”.
Destaca una publicación de los 70 que decía Destrozar a la oposición es favorecer a Perón. “Y hoy también se busca destrozar al opositor, al que piensa distinto, cancelarlo, eliminarlo. No es un fenómeno que ocurra solo acá. Pero a mí los países que me gustan son otros, donde la política arquitectónica o constructiva prevalece”.
En Cristina resulta obvio todo esto, por su estilo de conducción. “Pero también es cierto que en otras fuerzas políticas se busca eliminar, cancelar, al otro. Y eso está mal. Debe tener que ver con nosotros, supongo, porque nos sale tan fácil y tan natural”.
Un juego perverso alimentado, incluso, por “la lógica de algunas redes sociales”, donde destrozar al que está en la vereda de enfrente es moneda corriente.
Un juego en donde perdemos todos: “Es un gran error porque desperdiciás un montón de energías y porque, además, esta crisis nos está demostrando que es tan grande, tan amplia, tan capilar, que va a ser difícil salir sin acuerdos”.