Mucho antes de convertirse en presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan tenía una legión de seguidoras que escribían cartas a su admirado actor, y a las que a veces respondía personalmente.
Una de ellas llegó a acumular más de un centenar de esas contestaciones, al tiempo que Zelda Multz pasaba de ser una adolescente que presidía el club de fans de Ronald Reagan a amiga de correspondencia durante años del hombre que llegó a la Casa Blanca 36 años después de que le escribiera por primera vez.
Las cartas, que ahora se subastan, van desde breves agradecimientos por tarjetas de cumpleaños que Multz le envió, a la expresión de su frustración por ser relegado a papeles en películas que reconocía como no muy buenas o a la preocupación por la mala salud de su anciana madre.