La nueva presidenta de Brasil deberá romper el cordón umbilical con Lula, según en análisis de la BBC.

Las cuentas pendientes de Dilma

Por UNO

No lo logró en primera vuelta, pero obtuvo una diferencia de votos suficiente en el balotaje comopara confirmar la contundencia de la decisión popular: por 56% a 44%, Dilma Rousseff se impuso

sobre el opositor José Serra, del Partido de la Social Democracia (PSDB), en las elecciones

presidenciales de Brasil.

Rousseff será así la primera mujer en gobernar al gigante sudamericano y heredará el país que

forjó, durante dos mandatos, su padrino y mentor: el actual presidente, Luiz Inácio Lula da Silva.

De guerrillera a ministra, luego candidata y ahora mandataria electa. La carrera de esta

mujer, de 62 años, creció bajo el ala de Lula y su triunfo en los comicios del domingo debe leerse,

para muchos, bajo un único principio: el de la continuidad.

Los brasileños eligieron a quien trazará, al menos en los papeles, una línea sin rupturas con

la actual gestión. La popularidad rampante del mandatario lo deja con un 83% de apoyo de sus

conciudadanos, que consideran su tarea como "óptima o muy buena", según encuestas difundidas a sólo

dos meses de su salida del Palacio de Planalto.

"Esta elección es, ante todo, un triunfo del presidente Lula. Él escogió una candidata a la

que le puso un voto de confianza, una persona que nunca había disputado una elección. Y logró un

triunfo apabullante para los dos", le dijo a BBC Mundo el profesor de Relaciones Internacionales de

la Universidad Federal Fluminense, William Gonçalves.

Para algunos, el triunfo del hombre que no disputó la elección es incluso más importante que

el de Rousseff para el futuro del oficialista Partido de los Trabajadores (PT). Así lo afirmó, por

ejemplo, el el ex ministro del Gabinete Civil, José Dirceu, quien destacó que, por primera vez, las

urnas dieron el visto bueno al partido y no a su líder máximo.

Desmarcarse y crecer

El mismo Lula ha asegurado que quiere dedicarse a descansar tras siete años en el poder y que

ansía que el gobierno de su delfín adquiera "una cara propia".

Sin embargo, la misión de romper el cordón umbilical será uno de los primeros desafíos para

la electa jefa de Estado.

Según el analista político Fabio Reis, de la Universidad de Minas Gerais, "hay dudas sobre

hasta qué punto ella estará influenciada por un Lula en la sombra o pasará a tomar la iniciativa".

"Dudo que se lance a buscar cambios significativos", comentó el experto a BBC Mundo.

Lo cierto es que Rousseff misma ha admitido que la figura de Lula gravitará en su gestión.

"Le tengo inmensa confianza política y personal. Siempre que pueda, hablaré con él. Tendré

con él una relación muy íntima y muy fuerte", dijo la candidata, horas antes de su victoria

electoral.

Para algunos, la cercanía con Lula no necesariamente será signo de debilidad, sino pura

conveniencia política.

"Ella no da señales de querer desmarcase, al menos inicialmente, y no hay nada de malo en

insertarse en una línea de confirmación de un proyecto nacional que ya tiene mucho peso", señaló el

analista internacional Federico Merke a BBC Mundo.

La figura del actual presidente, agigantada por su desempeño en la arena internacional y su

reconocimiento como un estadista de primera línea, pone el listón muy alto para su heredera. Lula

es un hombre de acción que gusta del protagonismo y Dilma no tiene la misma personalidad. La suya

será, coinciden muchos, una gestión de perfil mucho más bajo.

Con alianzas

En algún sentido, la primera mujer presidenta de la potencia sudamericana llegará al Palacio

de Planalto con un respaldo incrementado respecto de su antecesor. Tiene, por caso, la carta de

apoyo que le aporta su vicepresidente, Michel Temer, del Partido del Movimiento Democrático

Brasileño (PMDB), uno de los mayores del país.

"Hay que prestar atención a Temer, es clave para la gestión. El apoyo del PMDB se suma al del

de PT y eso podrá compensar la inexperiencia política de Dilma", señaló Gonçalves.

Esa alianza obligará a Rousseff a encontrar un delicado equilibrio en el reparto de cargos

ministeriales.

Pero, en el proyecto de un gobierno "para todos" –como ella ha prometido-, deberá además

recomponer lazos con la oposición, después de una campaña agresiva en la que se jugaron cartas

sucias para intentar arrimar votos.

En las filas contrarias, dudan de que ello vaya a ser posible. El ex gobernante Fernando

Henrique Cardoso calificó a los referentes del PT de ser "detonadores de puentes", que difícilmente

vayan a lograr consensos extrapartidarios ni hacer concesiones.

Es la economía, Dilma

El país que hereda Rousseff muestra los avances de los últimos años en varias materias, sobre

todo en el campo económico y social.

Por un lado, Brasil parece haber encontrado el rumbo del crecimiento con inflación contenida,

pero a la vez su gasto y deuda públicos se han multiplicado sin pausa. Mientras que su economía se

posiciona como la octava más fuerte del mundo, el país ocupa el puesto 72 en términos de ingreso

per cápita, detrás incluso de otros países latinoamericanos como Argentina y México, según datos

del Banco Mundial.

Resolver estos dilemas es parte de la cuenta pendiente que Lula pasará a su sucesora.

Según analistas consultados por BBC Mundo, el modelo de crecimiento estable con una moneda

apreciada respecto al dólar no está siendo cuestionado fronteras adentro.

"La expansión del mercado interno ha tenido que ver en gran parte con ese crecimiento,

alimentado por el acceso a cuotas y créditos para unos 30 a 40 millones de brasileños que se

incorporaron a la clase media durante los mandatos de Lula", indicó Merke.

Pero, a la vez, la tasa de interés de Brasil es una de las más altas del mundo y su carga

fiscal representa el 36% del Producto Interno Bruto nacional, lo que la convierte en la más elevada

de América Latina.

"El gobierno ha emitido mucho dinero, por ejemplo con el Programa de Aceleración del

Crecimiento (PAC, lanzado en 2007), y hoy el desafío es cómo ir más allá, porque si hay crisis

fiscal o recesión esos nuevos integrantes de la clase media se volverán a caer", agregó el

analista.

Dentro y fuera

Una por exitosa y otra por ignorada, hay dos misiones aguardando a Rousseff a su llegada al

sillón de mando.

Por un lado, la ardua tarea de mantener la ajetreada agenda diplomática del mandatario

saliente, quien puso a Brasil "en boca de todos" y, concretamente, le dio voz en foros de poder

internacionales, desde el G-20 al Fondo Monetario Internacional (FMI) o la Organización de Estados

Americanos (OEA).

"La política internacional de Brasil en los últimos dos años tuvo como fundamento el cambio

de las condiciones mundiales: no son iniciativas que han surgido simplemente de un diagnóstico de

Itamaratí (la cancillería). Brasil ha modificado su estatus, dejando de ser una potencia regional

para ser un actor global, y este es un dato de carácter permanente", opinó el analista

internacional Jorge Castro, ante BBC Mundo.

Menos lucido, en cambio, ha sido el desempeño de Lula ante una de las manchas negras de su

gobierno: la corrupción.

"Hay consenso que la corrupción ha aumentado y Dilma va a tener que batallar esto: acabar con

el amiguismo, detener el crecimiento del sector público que el PT ha hecho sobre la base del

clientelismo y generar un Estado más eficiente", concluyó Merke.

En su primera alocución tras la nominación en las urnas, Rousseff se refirió a una "inmensa

fuerza que brota del pueblo" que la ayudará a vencer sus mayores desafíos.

"Ahora es hora de trabajar", prometió. Cuando despunte 2011, le llegará la hora de traducir

esa fuerza en política y los desafíos, en respuestas.