La vida de un albino senegalés, se han contado unos 2.500 censados, transcurre en unas condiciones de marginalidad más acentuadas que en las del resto del poblado. Nadie les quiere, a excepción de su familia si es que no los han abandonado. Su esperanza de vida apenas supera los 43 años, afirma Raúl Celda, y la mayoría llega a desarrollar un cáncer de piel mortal por la falta de pigmentación y la exposición de su piel al fuerte sol africano, entre otros factores.
Además, se quedan prácticamente ciegos. El aislamiento, los nulos recursos económicos para atender las secuelas de su desorden genético, unido a las creencias y prejuicios populares que les estigmatizan, los han convertido en los africanos «blancos» con un SOS grabado en la piel.
La fotógrafa Ana Yturralde acerca su realidad a Canarias a través de una treintena de imágenes en una exposición abierta desde hace pocos días en Casa África. Titulada «Albino, bajo la sombra del sol», se trata de un proyecto llevado a cabo en colaboración con la Fundación por los Derechos Humanos 12.12.48 y pretende llamar la atención, sensibilizar y educar sobre este drama humano.
En este momento, la Fundación realiza una campaña de escolarización de niños y niñas albinos y un proyecto de cooperación internacional para el desarrollo en Tambacounda (Senegal), interviniendo directamente en tres sectores: sanidad, educación y promoción del autoempleo. «Les hemos llevado al oftálmologo en el hospital. La consulta costaba 3 euros. Es increíble, nunca habían ido», lamenta el presidente de la Fundación.