Desde su puesto de concejal por el peronismo propuso que los familiares de los estatales fallecidos o jubilados hereden los cargos

Marcial, el hombre que desató un vendaval en Santa Rosa

Por UNO

Hay gente, la mayoría, que tiene un perfil definido. Cuando uno las conoce se imagina que el fulano bien podría ser arquitecto, policía, restaurador, juez o saltimbanqui. Marcial podría ser cura. De esos párrocos integrados con la comunidad, que tienen tiempo para escuchar a todos, desde el dueño del almacén hasta el borrachín del pueblo, y que será capaz de darles un buen consejo, una respuesta a sus angustias, que organizará campañas vecinales para atender las urgencias de sus feligreses.Pero Marcial Gustavo Ibarra es concejal. Y no es cualquier concejal. Es edil en Santa Rosa (pueblo chico, infierno grande) y autor de un proyecto de ordenanza que ha producido tanto lío que al amable Marcial lo han nombrado en las páginas del diario El País, de España, y también el polémico Jorge Lanata, entre tantos otros.La propuesta de Ibarra de que ante la jubilación o fallecimiento de un empleado municipal ese puesto pueda ser ocupado por un familiar directo del que ha partido ha escandalizado a la mayoría y generado algunas adhesiones, especialmente de los trabajadores y de sindicatos.Foto carnetMarcial no es político de raza. Quizás no sea político y sólo tenga una visión clara de cómo desea que sea la vida y se compromete con ella. Un ejemplo claro: si bien fue uno de los hombres más cercanos al ex intendente Sergio Salgado y ocupó diferentes cargos en las gestiones del PJ, es uno de los pocos (casi el único) que siguen en la función pública y que caminan tranquilamente por Santa Rosa. Salvo aquellos que están influidos por las pasiones partidarias, los demás no le pueden reprochar nada a Ibarra y no desconfían de su buena voluntad. De él podrán decir que tiene ideas equivocadas, pero no que persigue intereses mezquinos.Marcial Gustavo Ibarra nació en Santa Rosa hace 44 años. Su padre, del que heredó el apellido, llegó desde Vista Flores cuando era jovencito. Vino como ayudante del padre Tulio, histórico párroco de Santa Rosa de Lima. El hombre se afincó allí y luego, por concurso, ingresó a la Municipalidad como dibujante técnico. Trabajó allí durante los siguientes 48 años hasta jubilarse, hace apenas tres años.Marcial ha vivido rodeado de mujeres. Se crió con dos hermanas y ahora tiene tres hijas. Quizás parte de su carácter tranquilo y amable venga de allí, y también de su madre, que falleció hace poco, después de una larga enfermedad.Hizo la primaria en la escuela Pringles, el secundario en San Martín y luego cursó y se recibió de diseñador gráfico en la UNCuyo. Aún lamenta que los 12 años que lleva en política lo hayan alejado de su profesión y que le hayan quitado tiempo para atender a la familia.El difícil arte de lo posibleDesde la redacción española de El País, desde el micrófono porteño de Jorge Lanata y hasta desde la mesa de algún bar de la ciudad de Mendoza se puede suponer que Santa Rosa es un lugar alejado con muchos problemas. Pero no. Santa Rosa tiene un solo drama: la falta de trabajo. En todo caso el resto de las carencias viene por añadidura.Esa carencia es la que impulsó a Ibarra a comenzar a incursionar en política hace 14 años y que también lo ha ubicado hoy en el centro de la polémica.En 1988 una de las hermanas de Marcial comenzó a militar, en la campaña que llevaba a Cacho Delgado como candidato a intendente de Santa Rosa. Fue la primera vez que la política comenzaba a meterse en la vida de los Ibarra.Un tiempo después Marcial, interesado por promover alguna acción que mejorara la economía en el departamento, fue designado vicepresidente de la Cámara de Comercio de Las Catitas.El muchacho tenía un taller de serigrafía y vivía de eso y de su profesión de diseñador.La primera vez que Marcial Ibarra ocupó un cargo relacionado con la política fue cuando Salgado y el actual presidente del PJ santarrosino, Diego Maures, fueron elegidos concejales. Fue hace 12 años. Ibarra fue designado secretario de bloque.Cuando Salgado llegó a la intendencia se llevó a Ibarra. Marcial fue ocupando diferentes cargos. Desde secretario de Gobierno hasta responsable de algunas áreas relacionadas con trabajo y desarrollo social. Pero el trabajo de Marcial no fue continuo y durante dos años de esa etapa eligió retirarse y abocarse a su profesión, trabajando en una de las imprentas más importantes de la provincia que está en Junín y que en ese tiempo era dirigida por Gustavo Blanco, fallecido hace un par de años y uno de los referentes peronistas de ese departamento.Cuando ahora se le pregunta a Ibarra sobre lo que rescata de su trabajo en esos convulsionados años con Sergio Salgado, el actual concejal elige: "Lo que pudimos hacer en economía social con los grupos de vecinos, organizándolos. Hoy me encuentro con algunos que viven de su trabajo, produciendo sus propios productos".Dice que "no pudimos hacer que todos aprovecharan eso, la especialización, los cursos de capacitación y los incentivos que llegaban de algunos planes de la Nación, pero fue un buen camino y hay familias que hoy se sostienen con eso".Marcial Ibarra volverá a su trabajo, a su profesión, tarde o temprano. No es un político de raza. Tiene algo que se llama conciencia social y paga un precio elevado por ello. Quizás se equivoca a veces, como todos. Un buen hombre que ha quedado preso de la polémica.