A pesar de las altas temperaturas del fin de semana, fueron muy pocos los mendocinos que eligieron este lugar. El argumento: el lago está muy bajo.

El dique El Carrizal ya no es lo que era y dejó atrás el esplendor de otros años

Por UNO

Es sábado y va a hacer calor, mucho calor. Este sofocante primer fin de semana de febrero hace suponer que El Carrizal estará a pleno. Ya es casi el mediodía, pero no: hay poca gente. "Se puede decir que en enero hubo un movimiento normal para este mes, pero arrancó febrero y bajó muchísimo la cantidad de gente. No viene casi nadie para lo que sería un febrero normal", dice Mario, que recibe a los paseantes en el ingreso al camping de Junín.

El lago está muy bajo. Los lugareños y los habitués dicen que ese nivel no es muy frecuente en esta época. "El nivel tan bajo influye también para que no venga mucha gente. Es riesgoso hacer deportes náuticos porque hay muchos montículos e islotes que están apareciendo o que están muy cerca de la superficie y es peligroso", remarca el cuidador de Junín.

Los que parecen estar pasándola bien son los pescadores. Tiran y sacan, tiran y sacan, una y otra vez. La cota tan baja parece ayudar a la pesca. Son ejemplares pequeños los que muerden el anzuelo, pero algo es algo.

Algunas lanchas surcan el lago lentamente, buscando un punto ideal para tirar la línea. Otros pescadores, más modestos, prueban suerte desde la costa. Pero todos sacan. Tiran y sacan, tiran y sacan.

En todos los clubes se ve casi el mismo panorama: poca gente, pocas carpas, casi nadie en las piletas a primera hora del día. A quien le guste la tranquilidad, seguramente disfrutará de la jornada.

No hay problemas para conseguir churrasqueras, sombra espesa debajo de los árboles, lugares tranquilos para estacionar y acomodar la mesita y las sillas... Está todo muy tranquilo. Poca gente para un primer fin de semana de febrero, caluroso, casi agobiante.

Sobran playas. Amplias, con arena o con un pasto intensamente verde. Pensar que hace un tiempo, cuando se anunció que la cota de El Carrizal subiría un metro y medio por elevación del vertedero, los clubes protestaban porque perdían territorio. Ahora, en este febrero, sobran costas y las áreas que se inundaron aquella vez parece como si nunca hubieran estado bajo el agua. Apenas quedan las huellas de la creciente marcadas en los postes de los quinchos, en las piedras y en el paredón de la represa.

Precios accesibles

El promedio es este: el ingreso a un club es de $100 por persona. El precio para poner una carpa es de otros $100 y hay que agregarle $50 para poder hacer uso de la pileta.

Pero es mucho más barato para aquellos que disfrutan de El Carrizal todo el año. La cuota mensual para un grupo familiar de un máximo de 5 integrantes ronda los $170 y con eso toda la familia puede utilizar la totalidad de las instalaciones sin cargo, incluso, pueden traer a algún invitado, sin que este deba pagar.

María y su familia tienen la costumbre de acampar todo el verano en uno de estos clubes. Literalmente, se muda durante enero y febrero. "Es una opción muy buena y económica. Además, la gente que trabaja aquí es muy amable y está atenta a todo. Hace unos días hubo una tormenta fuerte y en un rato nos ayudaron a todos a guardar todo y a refugiarnos. Perfecto", dijo a Diario UNO.

Aparecieron islotes y las balsas quedaron alejadas

Todavía está lejos de llegar a ese extremo, pero el actual paisaje de El Carrizal hace acordar a aquel de mayo de 2009 y de 1997, cuando el lago estuvo 14 metros por debajo de su cota mínima.

Esos días se veían médanos, pequeños montes de ripio y piedras y enormes superficies áridas y muertas, erosionadas alguna vez por el agua. Entre esa sequedad estaban las balsas y los botes varados, abandonados por el agua. El lago estaba a 771 metros sobre el nivel del mar, cuando su cota máxima es de 785,5 metros y el nivel mínimo normal de 775.

Hoy el paisaje no es tan dramático, pero tiene algún parecido y ya las playas son enormes, han aparecido islotes y algunas balsas han quedado muy lejos del agua.

En el otro extremo está la postal de julio de 2016, cuando el lago llegó a su nueva cota máxima de 787 metros, después de que se elevara en un metro y medio el vertedero y permitiera así recuperar la capacidad del embalse, que se había perdido por la cantidad de sedimentos que se acumularon desde 1971, cuando se inauguró la represa.

El lago invadió una mayor superficie y dejó bajo el agua varias construcciones de los clubes, especialmente, algunos quinchos y churrasqueras.

Cuando se anunció que se elevaría la cota del lago, se generó una fuerte polémica. Los clubes se quejaron porque perderían superficie y algunas obras de infraestructura. Sin embargo, hubo un argumento determinante para que se concretara el plan: todas las obras que finalmente quedaron bajo el agua no estaban autorizadas.

Lo cierto es que hoy todas esas áreas inundadas lucen como si nunca las hubiera tapado el agua.

La baja en el nivel es solo por la utilización del agua para riego y, según se informó, todo está dentro de los parámetros previstos.

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Foto: Horacio Rodríguez / Diario UNO.
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