Lo muestra realmente cómo lució para la Gesta Libertadora. Rompe con el discurso del caballo blanco napoleónico.

El del Manzano, el único San Martín de estilo arriero

Por UNO

A lomo de mula, de poncho y chambergo. Así se lo recreó a San Martín en el monumento Retorno a la Patria, ubicado en el Manzano Histórico, en Tunuyán.

La gran escultura en homenaje al renunciamiento glorioso de 1823, luego de la epopeya por Perú, no sólo es uno de los sitios más visitados de Mendoza sino que es el único que muestra realmente al general como habría cruzado los Andes, vistiendo como un arriero.

El detalle no es menor y para muchos historiadores y admiradores del prócer es parte de un debate necesario, y polémico, propio del revisionismo histórico argentino en torno a la verdadera figura del Libertador.

Que no haya representaciones que lo muestren como un arriero, verdaderamente, y que este monumento sea una ruptura con el modelo europeizante del relato mitrista de San Martín son algunas de las valoraciones que hacen de él los historiadores locales, que defienden una historia más fiel.

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Lo que sí se vuelve evidente ante los ojos de los miles que suben esas arduas escalinatas que lo enaltecen en lo alto del cerro Portillo es que no se asimila al Napoleón en un caballo en dos patas y con el típico sombrero de guerra, sino un San Martín más bien gaucho.

La obra del escultor Luis Perlotti, que se erigió entre 1949 y 1950 en Tunuyán, se condice con las obras de Fidel Roig Matons. Este artista reconocido por sus retratos de la gesta sanmartiniana y del general, con rasgos más asociados a los de un paisano, fue el que inspiró la idea que Perlotti transformó en bronce, según describió el historiador sancarlino Alberto Piatelli en su libro San Martín en el Valle de Uco.

"La figura de San Martín sobre su mula es impactante, no sólo por su tamaño sino también por la calidad del diseño. Su cuerpo está cubierto por un poncho chileno (chamal) y su augusta cabeza por un bellísimo sombrero de paja Guayaquil (guarapón)", escribió Piatelli sobre estos símbolos que muchos asocian a los de la Patria Grande americana.

En Tunuyán, el San Martín ya no es el épico de los cuadros clásicos. Es el que viste como hasta hoy lo hace la gente que vive o transita la montaña.

La particularidad: no es un monumento resistido, pero tampoco replicado.

Quizás porque aún está muy arraigada la idea del "caballo blanco", inculcada sobre todo desde el ámbito educativo y no la de "una modesta mula, nada majestuosa ni llamativa, una mula simple pero mucho más segura para atravesar terrenos montañosos", como apuntara el ensayista argentino Norberto Galasso en su libro Seamos libres y lo demás no importa nada.

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