En Madrid, replicando la campaña que Nueva York implementó hace un par de años, se opusieron al manspreading y ahora esa palabra acompañada de un símbolo de prohibición aparece en todos los transportes públicos de la ciudad. La expresión, tan difícil de pronunciar como de tolerar, hace referencia al popular "desparrame" (despatarre en España) de algunos hombres que se sientan con las piernas abiertas, invadiendo el espacio de otros. La noticia trascendió fronteras e instauró un debate acerca de aquellas prácticas que, por costumbre o cotidianeidad, se han naturalizado, a pesar de que son algo violentas y atentan, en su mayoría, contra las mujeres."Habla de cómo los varones se sienten cómodos y dueños de los espacios públicos. Vos te podés sentar y no te importa si las otras personas querían ese espacio, ellos se apropian. Si bien no implica una interacción directa con otra persona, se asocia a las prácticas de acoso callejero, porque tiene que ver con el uso abusivo de los lugares comunes", explicó Romina Zapata, miembro de la Dirección de Género y Diversidad del Gobierno de Mendoza, acerca de esta acción que hoy se cuestiona.Esa es apenas una de las tantas manifestaciones del denominado acoso callejero que, según encuestas recientes, ha sido padecido por el 97% de las mendocinas."Son prácticas extendidas, naturalizadas y ampliamente toleradas porque, en general, suceden en espacios públicos y, sin embargo, siguen siendo habituales. Es una experiencia que nos iguala, que atraviesa todo tipo de edades, niveles sociales, que es generalizada", agregó quien también es miembro de Mumalá (Mujeres de la Matria Latinoamericana).Estas acciones son muchas y aunque empiezan a ser cuestionadas, hablan de una desigualdad y pueden hasta alentar las expresiones de violencia de género más extremas. "En las sociedades se establece el 'deber ser'. Esto es claro en la teoría de género. El cuidado, la armonía para la mujer y lo relativo a la sensibilidad. Para el hombre el deber ser está ubicado en la fuerza, la acción, el poder. Naturalizar esas desigualdades es lo que posibilita la violencia. No porque haya desigualdad tiene que haber violencia pero sí es una condición necesaria para que exista", explicó la socióloga Débora Robledo.No por naturalizadas, buenasAcoso callejero: se produce normalmente cuando una o varias personas desconocidas abordan a una o varias personas en un espacio público para agredirla, tocarla o denigrarla. ¿Cuáles son? Miradas fijas o intimidantes; silbidos, besos, bocinazos, jadeos y otros ruidos; gestos obscenos; comentarios sexuales directos o indirectos al cuerpo; fotografías y grabaciones del cuerpo, no consentidas y con connotación sexual; contacto físico no consentido (manoseo); persecución, cierre del paso y arrinconamiento, masturbación y exhibicionismo.Tareas domésticas o de cuidado: el logro de la incorporación de las mujeres al trabajo público y remunerado no ha sido acompañado de la incorporación del hombre al trabajo doméstico y de crianza. Estas tareas siguen recayendo mayoritariamente sobre las mujeres, aunque trabajen también fuera de la casa. "A las niñas y adolescentes se les asigna determinada tarea de limpieza y a los varones no, o una más fácil o a modo de colaboración", ejemplificaron.En lo laboral y político: la generalidad radica en que a los hombres les asignan los puestos de mayor jerarquía y que también el sueldo es dispar, cobrando las mujeres hasta 35% menos. En materia política, se repite la desigualdad. "A pesar de tener ley de cupo, nosotras la estamos usando como techo. Se cumple con el 30% y después no hay más mujeres. También en materia legislativa, a pesar de que son las que tienen doble o triple titulación, son las que menos cargos ocupan", ampliaron.En el ámbito de la salud: suelen ser las madres las que llevan a sus hijos a los centros de salud, a controles o para atención médica de distintas especialidades. También está naturalizada la responsabilidad de la mujer en la atención a la vida reproductiva, que son quienes deben elegir un método anticonceptivo, mantenerlo en el tiempo y las que están más controladas. "Los varones lo tienen como algo opcional", opinaron.Lo mediático: las publicidades presentan a las mujeres en espacios domésticos o como objeto de consumo, usando al cuerpo como elemento de venta. Concepto que se traslada a programas de entretenimiento o novelas. "Las que vemos hoy tienen prácticamente las mismas tramas argumentativas que veían nuestras abuelas en el inicio de la televisión", explicaron especialistas, poniendo de ejemplo la mujer que se enamora del varón inalcanzable, el invento de un embarazo para retenerlo, entre otros. El rol del varón: "Lo que se ha naturalizado y se transforma en violencia es el rol del varón proveedor de los recursos económicos. Y es tan fuerte el mandato que las tasas de suicidio de varones muestran cómo a una determinada edad se asocia a cuando pierden el trabajo", detallaron. Que el hombre es el que deba salir a trabajar también provoca menos oportunidades y desvinculación con los hijos.