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La ciudad sumergida bajo el océano más antigua del mundo

La ciudad submarina más antigua del mundo nos invita a mirar más allá de lo evidente, recordándonos que el pasado siempre puede sorprendernos

Imagina caminar por calles una ciudad de hace cinco mil años, entre casas, plazas y tumbas, y de repente darte cuenta de que todo eso hoy se encuentra bajo el océano.

Eso es lo que ocurre con Pavlopetri, la ciudad sumergida más antigua del mundo, escondida frente a la costa de Laconia, en el Peloponeso, Grecia. Sus ruinas nos recuerdan que la historia no siempre está en los libros, sino que a veces se esconde bajo las olas, esperando ser descubierta.

Pelvotrovi (1)

La ciudad sumergida bajo el océano más antigua del mundo

La ciudad de Pavlopetri fue habitada alrededor del año 2800 a.C., durante la Edad del Bronce, y sorprende pensar en cómo las personas de aquel entonces construían sus casas y organizaban sus ciudades.

Sus calles eran estrechas pero bien definidas, y cada edificio estaba cuidadosamente planeado. La ciudad contaba con tumbas, plazas y posiblemente zonas de comercio, lo que revela que era un lugar vibrante, lleno de vida y movimiento.

Pelvotrovi

Por qué esta ciudad quedo sumergida bajo el océano

Se estima que la ciudad de Pavlopetri quedó sumergida alrededor del año 1000 a.C., víctima de los cambios naturales: movimientos sísmicos, tsunamis y la lenta subida del nivel del mar la condenaron a permanecer bajo el agua. Y, sin embargo, lejos de desaparecer, la ciudad se ha conservado casi intacta bajo el océano.

Sus calles, los contornos de sus edificios y hasta sus tumbas se pueden explorar, aunque hoy sea con buceo o imágenes submarinas de alta tecnología. Es un viaje al pasado que combina misterio, belleza y un poco de melancolía por lo efímero de la existencia humana.

Lo más fascinante de la ciudad de Pavlopetri es que no solo es una ventana a la vida cotidiana de una civilización antigua, sino que también es un recordatorio de nuestra fragilidad frente a la naturaleza. Allí, bajo apenas tres o cuatro metros de agua, podemos tocar, con la mirada, un mundo que existió mucho antes de que se construyeran ciudades modernas, carreteras o aeropuertos. Es una lección de historia, arte y resiliencia.

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