El cineasta Atom Egoyan ofrece en "Remember", que se estrenó comercialmente este jueves y que fue ganador del Premio del Público de la Competencia Internacional del último Festival de Mar del Plata, un thriller inquietante que retoma el horror del Holocausto a través del retrato de un asesino que, por su avanzada edad, sufre demencia senil y repentinos momentos de pérdida de memoria. De origen armenio y radicado desde su juventud en Canadá, Egoyan invita a un filme clásico, sencillo, pero sólido, de final sorprendente, que ensaya un difícil equilibrio entre la necesidad de justicia y la sed de venganza, y muestra hasta qué punto la pérdida de la memoria puede ser también una forma de perder (o esconder) la propia identidad. "Remember" está protagonizada por Christopher Plummer y Martin Landau, dos grandes actores cuya vejez parece aquí potenciar su talento, a pesar de (o justamente por) la forma cansina que tienen de moverse, sus rostros surcados por mil arrugas, y sus cuerpos débiles y achacosos, para interpretar a dos sobrevivientes de Auschwitz que viven en un asilo de ancianos en Estados Unidos. Plummer encarna a Zev, un viejo que acaba de quedar viudo y a causa de su demencia senil sufre repentinas pérdidas de memoria, mientras que Landau es Max, otro anciano sobreviviente del Holocausto, postrado en una silla de ruedas, que le encarga una difícil misión: buscar y asesinar a un criminal nazi que se esconde en algún lugar de ese país norteamericano, escudado por una falsa identidad. "Se trata de una historia increíblemente original con un carácter nunca antes visto", afirmó Egoyan en una entrevista con Télam, y añadió que para él esta "es la última historia que se puede contar en la actualidad" sobre ese período negro de la humanidad que fue el genocidio de judíos durante la Segunda Guerra Mundial. "Está destinada a los efectos residuales de la historia a lo largo de los años y el modo en que nos formamos, particularmente cuando hay un trauma de por medio. Esta noción de cómo el tiempo y el trauma se reflejan en las generaciones posteriores es lo que más me interesa", destacó el cineasta en relación al drama del protagonista, que debe leer permanentemente una carta para no olvidar quién es, dónde está, a quién persigue y por qué se embarcó en esa búsqueda de venganza. "Ciertamente -prosiguió Egoyan-, ese es el tema central de mi filme anterior, 'Ararat', el mismo que vemos en esta película: los efectos de estos eventos históricos en los hijos de delincuentes, en los hijos de sobrevivientes, refractados en formas muy inesperadas. No se puede predecir cuál será ese efecto". Valiéndose justamente de esas refracciones inesperadas del pasado sobre el presente, Egoyan propone al espectador un complejo juego de secretos, omisiones, falta de memoria, recuerdos débiles o desdibujados, dobleces y sutilezas en los que al igual que el protagonista la gente puede sentirse un poco mareada, hasta que al final -y de manera atroz- una situación fortuita le hace ver todo de manera horriblemente clara. En relación al vínculo que la pérdida de la memoria parece tener con la pérdida de identidad del protagonista (un hombre que "vive su pasado como si acabara de ocurrir"), el cineasta afirmó que "no sabemos si Zev perdió su memoria por un trauma durante la Segunda Guerra o si en realidad todo se debe a su deseo, a través de la negación, de reprimir o suprimir su pasado". "Por otra parte, la pérdida de memoria de Zev es un impedimento para el plan de venganza de Max, pero él trata de decidir si realmente Zev no recuerda quién es o si en realidad está actuando que no recuerda", agregó el autor de otros filmes como "Exótica", "El dulce porvenir" y la más reciente "Chloe". Egoyan lleva al protagonista, y al público, a hacer equilibrio entre una genuina necesidad de justicia y un deseo de venganza asesino, pero advierte en la entrevista que no cree que el personaje se sienta conforme o aliviado con ese proceso: "No es una identificación cómoda para los espectadores. El único momento de la película que el público está invitado a compartir esta emoción es cuando Zev mata a un neonazi", advirtió. "La pregunta a plantearse es si a la hora de construir su identidad judía Zev ha mirado películas sobre el Holocausto. Porque nunca se sabe si lo que siente son cosas naturales en él o son cosas que aprendió a aplicar a su personalidad, heredando o copiando las emociones de algunos clisés que él aprendió, viendo películas sobre el sufrimiento judío en Auschwitz". A pesar de que en sus filmes anteriores ponía en práctica puestas en escena entreveradas, donde la cronología del relato se rompía y el pasado y el presente se entrelezaban sin llegar a estar muy claros, Egoyan eligió para "Remember" una forma de filmar más clásica, lineal y sencilla, porque -como dijo en la presentación del filme- esas complicaciones ya están en la cabeza misma del protagonista. "Quería ser preciso y claro con respecto a la manera de cómo se aborda la demencia senil y cómo se aborda el trauma de Zev. La demencia funciona como un impedimento y proporciona una explicación falsa en relación al motor de la película. A pesar de perder su memoria inmediata, y a medida que la demencia se acentúa, Zev parece tener una memoria más clara de sus sufrimientos pasados", explicó. Como hijo de armenios que a principios del siglo XX debieron huir de los turcos hacia Canadá, Egoyan opinó sobre la crisis de los refugiados sirios que están llegando de a miles a las costas europeas: "Creo que tenemos una responsablidad moral al respecto. Siria acogió a muchos refugiados armenios tras el genocidio. Por eso estoy en un comité que está tratando de hacer que los refugiados sirios lleguen a Canadá".
Egoyan invita a un filme clásico, sencillo, pero sólido, de final sorprendente, que ensaya un difícil equilibrio entre la necesidad de justicia y la sed de venganza.