Selva Florencia Manzur
Ana María Picchio nos atiende mientras almuerza en un restorán local. Está instalada en la provincia desde el miércoles pasado porque forma parte del elenco de la película Lo que nunca nos dijimos, una coproducción entre Mendoza y México que se rodará aquí hasta fines de mayo.
Picchio interpretará a una madre conservadora, manipuladora, que busca mantener las apariencias de una familia perfecta mientras todo a su alrededor se derrumba.
Su esposo pasa sus últimos días de vida en coma y su hija, que vive en México y está de novia con una mujer, vuelve para afrontar el pasado que la obligó a huir de su provincia.
El guión y el papel protagónico es de Flavia Atencio, una mendocina radicada en el país azteca desde hace 20 años. La dirección es del chileno Sebastián Sánchez Amunategui. También actuará Juan Gil Navarro.
El rodaje empieza mañana e incluirá locaciones en departamentos como Luján de Cuyo, Capital y Maipú, entre otros.
Con motivo de su estadía en Mendoza, el papel que interpretará desde mañana y la actualidad que viven los actores de su generación, dialogamos con Picchio, quien inició su carrera cuando era una adolescente.
–En la conferencia de prensa de la película hablaste muy bien de Mendoza...
–Estoy fascinada, pero tampoco he podido ver mucho más que el camino que va del hotel al lugar de los ensayos, pero me impresiona que no hay nadie en las calles. No hay autos, no hay gente. ¿Dónde está toda la gente?
–Muchos aprovecharon Semana Santa para irse...
–¿Y a dónde se fueron?
–A Chile o a Buenos Aires...
–¡Mirá vos! Bueno, pero me parece hermoso. Estoy encantada con esos árboles que se abrazan en las calles, unidos... Es como estar en Roma... No lo puedo creer, las calles que encuentro en los viajes en auto me parecen súper románticas y lindas.
–En la conferencia también hablaste de lo diferente que sos como madre en comparación con el papel que te toca encarar en la película. ¿Cómo te conectás con esta mujer para interpretarla?
–Uno siempre conoce gente como este personaje y toma algo de ellos, pero por momentos a mí también me nace una madre autoritaria o manipuladora. Lo que pasa es que en mi casa me paran el carro. Pero la veo a esta mujer, me la imagino y como el texto es muy bueno, me apoyo mucho en él.
–Tu personaje, además, busca mantener las apariencias a toda costa. Esa es una gran parte de la película también...
–Ese es el meollo de la película, sí. Con el director hablamos de eso. Si bien el tema de los homosexuales está blanqueado y aceptado, en cuanto a las mujeres, las lesbianas, esto sigue siendo un tabú.
–Justamente hace poco estuviste celebrando los 40 años de La tregua, que fue prohibida por incluir la primera insinuación de una relación gay en el cine argentino...
–Sí, fue la primera. Además, hablaba de una relación entre personas grandes, aunque de forma sutil. Es en una parte en la que (Ernesto) Alterio le pregunta al amigo de su hijo si en realidad son novios. Sigo haciendo temas relacionados a eso porque es lo que me sigue interesando: las luchas, las desigualdades, el amor.
–Hablando de la película que estás haciendo en Mendoza, vos dijiste: “Hay mujeres que tiran para los hijos y mujeres que tiran para el marido”. ¿Qué tipo de mujer sos vos?
–En la vida tiré para mi hija. No debería ser así. Lo que tendría que existir es un equilibrio y que reinen los afectos y el entendimiento. En un momento, en la película que estamos filmando, la madre y la hija, después de años, se sientan a hablar de cosas que deberían haber hablado antes. Muchas veces uno no llega a los hijos de forma directa, pero sí a través de las parejas de ellos, cuando ya son grandes. Eso pasa en esta película, al final llega la novia de Mariana, quien es mi hija y es interpretada por Flavia (Atencio). La cagada es cuando no tenés buena relación con el novio o la novia.
–¿Qué expectativas te genera la película? Cuando esté lista, digo...
–Me llena de ilusión pensar que podamos llegar al Oscar, por ejemplo. Que pudiéramos competir con películas buenas. En realidad llegar a cualquier festival, lo que pasa es que yo nombro el Oscar porque es el premio más conocido.
–Cuando eras joven, trabajaste en teatro con Alfredo Alcón, ¿cómo fue despedirlo?
–Tuve una relación maravillosa con él. Era como deberíamos ser todos en esta profesión: buenas personas y buenos actores. Alfredo era un tesoro. Nunca se la creyó. En el entierro, se leyó una carta de Luis Pascual, un gran director de teatro español. Fue una carta tierna y llena de sentimiento. En un momento recuerda que para otro gran director de teatro, pero italiano, Alfredo era “otro príncipe del teatro, junto con Richard Burton y los grandes actores ingleses”. Me emociono de sólo decirlo.
–¿Este tipo de pérdidas te hacen reflexionar sobre tu vida o de algunas cuentas pendientes que tengas con la profesión?
–No. La verdad es que no pienso en eso. Quiero hacer proyectos que transformen la vida de la gente, que sirvan para algo. Había un maestro de teatro que decía que seguía trabajando para cambiar, aunque fuera por un segundo, la vida de la gente.
–¿Es cierto que te negaste a estar en el programa de Marcelo Tinelli? Te querían en la pista de baile...
–¡Es verdad! Si fuera un poquitito más joven iba a lo de Tinelli, porque me encanta bailar, pero los huesos me pasan una factura enorme. El médico me dijo que estaba en condiciones para ir, pero me advirtió de que no me fuera a quebrar, porque iba a estar seis meses con un yeso. Entonces, ¿para qué?