Una mañana, muy temprano, sonó su celular mientras preparaba el desayuno para un numeroso grupo de turistas en el hostel donde trabajaba, en Dublín. "Soy Jack, de Game of Thrones ", pronunció un acento cerrado, demasiado irlandés. Fausto Labraña dejó de escuchar lo que le decía su interlocutor, aturdido por la emoción. Dos días después, y tras pedir el día libre, el actor viajaba a Belfast y se reunía con la producción de la serie, entusiasmada por conocer a este argentino de pelo largo. Al poco tiempo, en diciembre de 2014, se integraba a la quinta temporada de la historia de castillos y dragones. Su participación se extendió y el año pasado, durante dos meses, fue parte del sexto año de esta saga. "No les importaba tanto mi formación, sino que pudiese dar con el estilo de los guerreros dothraki", admite con la ansiedad de ir descubriendo qué escenas de todas en las que ha participado quedarán en el corte final de los episodios que pronto se conocerán. Fausto, quien tiene un contrato de confidencialidad y no puede adelantar detalles de la trama ("no me preguntes qué le pasó a John Snow porque no te voy a decir nada"), verá en simultáneo, con el resto de los espectadores, los capítulos de la serie de HBO que regresa este domingo.
Madrugar -o los horarios curiosos- es algo a lo que Fausto está acostumbrado. La jornada del rodaje de Game of Thrones comenzaba a las 2.30 de la mañana. A esa hora salía del hotel rumbo al set. Luego de pasar por maquillaje y vestuario llegaba el momento, a las 4, del calórico desayuno indispensable para proveer la energía necesaria para realizar las escenas de exteriores en un clima gélido. El menú consistía en cereales, avena, jugos, infusiones, huevos revueltos, salchichas y porotos. Luego, un equipo de entrenadores obligaba al elenco a calentar los músculos para evitar lesiones físicas. "Aunque no tenga filo, el peso de la espada es real", comenta Fausto. El primer "acción" del día se escuchaba religiosamente a las 6 y hasta las 19 reinaba allí la misma buena energía: "Seas un extra o seas protagonista, la producción siempre está detrás de vos porque saben que cuánto mejor sea el trato, mejor va a funcionar todo". Además del ejército de extras y guerreros, existe otro equipo multitudinario y coordinado que constantemente está pendiente de brindarles a los actores frazadas y viandas con la opción del stew -el guiso irlandés-, pasta y una receta vegetariana. A la tarde, el té con tortas y brownies, y durante la jornada no falta para quien lo deseara, con el objetivo de mantenerlos en calor, el sugar rush, confeccionado con snacks y chocolates.
Fausto no era un fanático de esta serie hasta que se incorporó a ella, pero sí del teatro. Fue esta pasión la que lo llevó a Irlanda, a sumergirse en el método de interpretación de Stanislavski. En un paseo por la capital, a metros del Museo del Titanic, vio por primera vez los estudios que llevan el nombre del fatídico barco y allí, seducido por aquel imponente set, comenzó a querer incursionar en la TV. Primero, en 2014, desembarcó en Penny Dreadful, donde tuvo un pequeño papel junto a Eva Green. "Nunca fui cholulo, pero sí me cruce con John Logan, el autor de la serie, quien escribió Red, la obra que hizo Julio Chávez, y le hablé de esa versión y de nuestro teatro". En Game of Thrones, Fausto compartió escenas con Emilia Clarke, la mismísima princesa Khaleesi, y también el set con Carice van Houten (la maléfica Melisandre), un simpatiquísimo Liam Cunningham (Davos Seaworth) y con Kristofer Hivju (Tormund). "Destaco de los actores británicos ese estilo en el que no mueven las manos, excepto que vayan a decir algo relevante, y cómo el texto en ellos cobra una vitalidad única".
Después de tres años en Irlanda, Fausto regresó a Buenos Aires, donde comenzó a ensayar con sus maestros Hugo Urquijo y Graciela Dufau. "Soy industria nacional. Todo lo que aprendí, lo aprendí acá", dice el actor quien se formó además con Augusto Fernándes. Con el matrimonio de artistas, con quien se ya había trabajado como asistente de dirección en Antílopes (de Henning Mankell), estrenará en junio, en el Centro Cultural de la Cooperación, la obra Vacas sagradas, de Daniel Dalmaroni. En esta producción trabajará como actor e interpretará a un transexual, papel para el cual ya se está preparando, mientras bucea por este universo desconocido, entrevistando a personas de esta condición.
"Soy un poco nómade, como los dothraki", ríe a los 26 años Fausto, nacido en Zárate, quien vivió en La Plata, en Buenos Aires y también en Irlanda. "Mi personaje es muy pequeño, pero para mí fue un gran oportunidad poder trabajar en una producción de estas dimensiones. Creo que recién me di cuenta de lo que había hecho cuando volví en colectivo desde Belfast a Dublín, y donde sentí tristeza y alegría al mismo tiempo. Es una experiencia que no me voy a olvidar jamás en la vida".